Empezaban a correr los años 70 cuando un joven de mi muy alta estima se hizo fanático de los Credence Clearwater Revival.
Empezaban a correr los años 70 cuando un joven de mi muy alta estima se hizo fanático de los Credence Clearwater Revival. Era tan intensa su adicción al grupo que un día me comentó que la grandeza de su grupo superaba a la de los Beatles, grupo cual soy admirador, pronosticando que con un poco de tiempo la humanidad terminaría olvidando a los Beatles entronizando a los Credence.
Es imposible discutir exitosamente con un fanático, agoté en breve mis argumentos y concluimos que sólo el tiempo daría luz a este diferendo.
Hoy ese joven encontró un nuevo objeto de idolatría y con la misma devoción de aquellos años entroniza en su preferencia a López Obrador y la conclusión a toda argumentación es la misma: sólo el tiempo dará luz a este diferendo.
La permanencia y trascendencia del cuarteto de Liverpool es innegable y la comparación con los Credence, queda fuera de toda proporción.
Un fanático es incapaz de razonar, las opiniones y decisiones más absurdas son adoptadas por el fan siempre y cuando le parezcan congruentes con el objeto de su fanatismo. No se le puede pedir un razonamiento claro, sensato, objetivo. Su decisión está tomada afín a lo que considera sus principios y valores.
Fanáticos del futbol sensibilizados por la victoria sobre Alemania ya veían al equipo mexicano como serio aspirante al campeonato del mundo. Ultrajaron la bandera de Alemania y le cantaron al embajador de Corea del Sur “hermano, ya eres mexicano”.
No pasó mucho tiempo para que un par de derrotas pusieran las cosas en su lugar y nos obliguen a reconocer nuestras carencias y nos inviten a trabajar a fin de mejorar nuestro futbol.
¿Dónde podemos ubicar la realidad? ¿Dónde campean principios y valores? ¿Cuál es el jurado que califica el buen camino? ¿Cuál es la diferencia entre una moda y un valor trascendente?
Mientras mayor es el valor incorporado a la obra mayor es la trascendencia de la misma.
La Acrópolis de Atenas, Teotihuácan, Machu Pichu, Venus de Milo, David de Miguel Ángel, Capilla Sixtina, Mona Lisa, Novena Sinfonía de Beethoven, Yesterday de Paul, Taj Mahal, son botones de muestra de lo que el amor a la belleza puede producir al dedicársele esfuerzo y sentido creativo con calidad aceptable a todo ser humano en todo tiempo y lugar.
Hay bellezas efímeras que tienen sus aspectos admirables y vale la pena disfrutarlas en tanto la moda permanezca, hay tantos artistas de un solo éxito; Polo del Último Beso, Franco de Toda la Vida, las Dóminic de Dominique, Toño Zamora de Zacazonapan, que ocuparon primeros lugares de popularidad y hoy ni quien los conozca.
El problema es identificar los fenómenos cuando se están dando.
La euforia por López Obrador es digna de estudio.
En mi personal experiencia puedo compartir que a los pocos meses de su toma de posesión como Jefe de Gobierno del Distrito Federal me vi en la necesidad de levantar un acta por robo a mano armada, después de muchas dificultades, pasada la medianoche pude salir con mi constancia de haber levantado el acta, de la cual nunca obtuve copia, eran poco más de las 17:30 cuando me formé para levantar acta.
Tuve oportunidad de platicar con el responsable de levantar las actas, quien amablemente me explicó que con el nuevo gobierno le habían provisto de el formato prellenado para los asaltos a mano armada que sufrieran los transportes comerciales, como era mi caso, y que nos había dado tanto trabajo llenar por lo incompleto del formato y las exigencias absurdas que contenía, como marca y modelo del arma con la que me apuntaban a la cabeza a fin de efectuar su delito.
El susodicho formato fue la justificación de que despidieran a cinco de sus colaboradores, ya que el equipo estaba integrado por seis, dos por turno, y le habían permitido conservar a uno para los tres turnos, argumentando que dichos delitos iban a disminuir notablemente con la llegada del gobierno lopezobradorista.
Los despedidos tuvieron la opción de ser indemnizados o integrarse al equipo de promoción de López a la candidatura presidencial.
No recuerdo la fecha, pero sucedió a mediados del 2001.
No llenaré la colaboración de anécdotas similares, que podría hacerlo, pero también resalta un comentario de un vecino que se estaba preparando para iniciar un negocio de venta de loza de Talavera en cuanto lo liquidaran, ya que trabajaba en el gobierno del D.F. desde la anterior administración. Al volverlo a ver un par de meses después me dijo que lejos de despedir a persona alguna, se habían duplicado los puestos pero que cada nuevo que supliría a un viejo no hacía nada ni aprendía nada, los viejos seguían haciendo el trabajo y los nuevos se dedicaban a reclutar gente, acarrearlos a mítines y repartir promociones para la campaña del personaje de marras.
No es figura retórica o noticia falsa, la fanatización es el resultado de 18 años de campaña pagada por fondos públicos.
Inventó desde la agresión rudimentaria hasta el convencimiento sutil y adormecedor; aprendió a decirle a cada público lo que quería escuchar en el tono en quería hacerlo.
La deshonesta, inepta, vergonzosa y cobarde administración de Enrique Peña fertilizó el campo donde sembró su cizaña Andrés.
La soberbia, prepotente y pésima comunicadora campaña de Ricardo Anaya permitió que se atacara indiscriminadamente a PRI y PAN sin establecer la real diferencia facilitándole el discurso absurdo que ataca a los dos simultáneamente.
¿En realidad México está ilusionado con el Peje?
La realidad es que en su campaña final logró adueñarse del discurso pro-valores porque encontró que eso era lo que quería escuchar la mayoría de los mexicanos; enamoró al pueblo como el galán de barriada enamora a la belleza del barrio en contra de los consejos de sus padres con palabras salameras y promesas incumplibles.
Tú dime de lo que presumes y yo te diré de lo que careces.
Es tan grande la fuerza de los valores que es posible que hagan mella aún en el corazón de quien se ha distinguido por cobarde, mentiroso y corrupto, muy lejano del dirigente que necesita este país.
Recuerdo la película de Ismael Rodríguez con Toshiro Mifune y Flor Silvestre, Ánimas Trujano, donde el macho alcohólico que ha luchado por ser el mayordomo de la fiesta patronal, al final, cuando ha logrado su propósito, trata de dejar de beber rechazando la botella argumentando que bebía para soñar con esto y en ese momento ya no lo requería porque su sueño se había hecho realidad.
Por el bien de México, concedamos el beneficio de la duda, con la sincera esperanza de que el dueño de La Chingada no lleve al baile que se dará ahí al país completo.
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