A un gobierno que con bombo y platillo se ostenta como cabeza de una discutible Cuarta Transformación de nuestro país le correspondería respaldarse en un marco teórico en el cual expusiera las bases en las que se sostiene, los métodos que propone y las metas a las que se encamina. Una clara exposición del modelo de país al que aspira, los valores en los que se fundamenta y los medios que propone emplear para conseguirlo o, al menos, marcar el inicio de los caminos que con el tiempo nos llevará a ser la nación que soñamos, aun cuando no alcancemos a vivir lo suficiente para verlo realizado, pero irnos con una esperanza razonable de que nuestros nietos y bisnietos empezarán a experimentar los beneficios de esa supuesta Cuarta Transformación.
Desafortunadamente el más reciente libro editado con la firma como autor del primer mandatario, dista mucho de satisfacer estas necesidades, repite conceptos externados hasta la saciedad careciendo de una visión general que indique el camino propuesto para la publicitada Cuarta Transformación.
Deberíamos poder debatir lo que considera el gobierno como corrupción, el papel de la Guardia Nacional, la justificación de los recortes presupuestales, la veracidad de las afirmaciones de apertura a las diferentes opiniones, y nos damos cuenta de que a falta de argumentos externables en un debate nacional, lo que recibimos es una andanada de insultos desde la tribuna presidencial, reforzada en las redes sociales y en los medios alineados con el gobierno.
Palabras de uso común, tomadas en el contexto mañanero se utilizan en un sentido peyorativo, de manera independiente a “fuchi”, “guácala”, “fifi”, así los términos conservador o neoliberal se han asociado a prácticas de gobiernos anteriores que se consideran causa del mal estado de la economía y la administración pública, siendo en consecuencia responsables de todos los males del país.
En caso de contar con definiciones oficiales del conservadurismo y neoliberalismo, estaríamos en posibilidad de evaluar las acciones de gobierno apegándonos a una norma, siguiendo un criterio, evitando interpretaciones personales a expresiones contradictorias.
Considerando que el conservador aplica criterios obsoletos para gobernar utilizados por anteriores gobiernos fracasados que impusieron dictaduras como las de Santa Ana o la de Don Porfirio o imperios como el de Iturbide o el de Maximiliano, gobiernos que no se distinguieron por ser especialmente exitosos. Entonces el conservadurismo pejeliano propone políticas públicas exitosas que llevaron a la cumbre a un gran imperio, como lo fue el romano, que practicaba el “Pan y Circo” según el cronista Juvenal le permitía tener contento al pueblo bueno que recibía trigo, pan, boletos para el circo y se mantenía entretenido pensando en los gladiadores favoritos, concentrándose en las grandes estrellas sin tener tiempo de juzgar las actuaciones de los gobernantes.
Los tiempos han cambiado y la modernización ha sustituido el pan por pensiones en efectivo o depositadas a la cuenta bancaria y el espectáculo circense se presenta a diario por televisión mañanera reforzada por desfiles y concentraciones masivas para informes repetitivos y en ocasiones con masas acarreadas como la del día del Grito, acarreo que consideré innecesario hasta que me enteré de la cantidad de autobuses utilizados para acarrear personas felices de asistir a la ceremonia y a quienes reservaron los lugares preferenciales para ser televisados con la mejor cara de satisfacción y justificada alegría, compartida por la cena de lujo para los más de 300 invitados que no se proyectaron nacionalmente para no enturbiar la hipócrita transmisión que mostraba la falsa austeridad. Si en este circo moderno buscas quién es la estrella principal, pues ya sabes quien.
Esos espectáculos circenses.
Nerón culpó a los cristianos del incendio que provocó para destruir a Roma y tener la oportunidad de reconstruirla a su personal gusto. Acción imitada por los conservadores del peje, liderados por él, o en acciones ejecutadas magistralmente para sus seguidores incondicionales para quienes la palabra del mandatario es la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad, ignorando que juró cumplir y hacer cumplir la Constitución, etc. Hoy, el culpar a los gobiernos anteriores, en especial al de Calderón, es un deporte ampliamente practicado olvidándose de la profunda corrupción que caracterizó al gobierno pejuno comprobada en videos con los señores de las ligas, las bolsas, etc. A lo que jamás se dio otra explicación que la falacia del “compló” sin señalar en qué consistió dicho compló, qué se pretendía ni quiénes fueron los participantes, como tampoco ha comprobado el tan mentado fraude electoral de Calderón cuando lo mejor que hizo fue señalar que en cierta casilla se habían depositado equivocadamente algunas boletas, lo que de ninguna manera ejemplifica un fraude, ya que el conteo fue correcto.
Como el dueño del circo quiere utilizarlo para lucirse, intenta bloquear cualquier otro espectáculo donde no resalte como estrella principal y compensa esa falta protagonizando los acuerdos donde permite la celebración de Gran Premio de México, partidos de futbol americano, básquetbol o marchas de cualquier grupo que protesta y hasta en los bloqueos a presidentes municipales que no pueden ser escuchados tiene que resaltar la figura presidencial como principal protagonista.
En esto hay mucha corrupción pero ese será tema de otra colaboración.
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