A principios de abril de 1933, la Asociación de Estudiantes Alemanes organizó una quema de libros nacional con la “intención” de salvaguardar el espíritu alemán. Más de 25,000 libros fueron a la hoguera esa noche sólo en una plaza de Berlín.
La Asociación de Estudiantes Alemanes convocó una campaña nacional en la que habrían de realizarse una serie de acciones en todas las universidades alemanas con la intención de erradicar lo que entonces llamaron el «espíritu antialemán». El objetivo era depurar las bibliotecas, erradicar de los planes de estudio –y de la circulación en general– los libros que pudieran ser considerados «antialemanes» y, de paso, deshacerse de profesores que no comulgaran con los principios del nacionalsocialismo. Hablamos de abril de 1933, apenas tres meses después de la llegada al poder de Adolfo Hitler.
La iniciativa “estudiantil” alcanzó su punto más radical la noche del 10 de mayo de 1933, cuando universitarios de más de 20 ciudades de toda la nación desfilaron con antorchas. Se hicieron hogueras y se arrojaron, tan sólo en la Opernplatz de Berlín, más de veinticinco mil libros “no alemanes”. En el acontecimiento participaron las bandas de música de las SA y las SS, fue transmitido en directo por la radio alemana, lo mismo que en el noticiero semanal “Wochenschau”.
“A medianoche –afirma un artículo publicado por la Universidad de Cambridge– el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, se dirigió a una multitud de más de 50.000 personas y condenó las obras escritas por judíos, liberales, izquierdistas, pacifistas, extranjeros y otros, calificándolas de ‘no alemanas’”(1).
Dentro de los villanos de la campaña está, sin duda, el bibliotecario Wolfgang Hermann quien fue el principal diseñador de la «lista negra» de libros que debían ser quemados. Dicha lista fue publicada en Börsenblatt, la revista especializada de la industria editorial alemana. Alrededor de 2500 autores fueron condenados a la hoguera. Entre los más conocidos en habla alemana se encontraban Stefan Zweig, Franz Kafka, Bertolt Brecht, Heinrich Heine, Albert Einstein, Sigmund Freud y Karl Marx. Mención especial merece el premio Nobel de 1929, Thomas Mann, criticado por el régimen debido a su apoyo a la República de Weimar. O qué decir de Erich Maria Remarque, autor Sin novedad en el frente, a la que consideraban una obra traidora en contra los soldados alemanes mártires de la Primera Guerra Mundial.
Desde luego, también se incluían autores de habla no-alemana, como fue el caso de Ernest Hemingway y Jack London de Norteamérica, los franceses Victor Hugo y André Gide, los ingleses D. H. Lawrence y H. G. Wells, y los rusos León Tolstói y Fiódor Dostoyevski.
Más allá del evento histórico, que ha tenido una amplia difusión a lo largo del tiempo, lo destacable en nuestros días consiste en reflexionar acerca de cómo, un movimiento de tintes populistas es capaz de convencer a todo un pueblo de poseían la única verdad posible y donde lo que cuenta es la fidelidad acrítica a los liderazgos antes de la razón o la sinrazón de un acto, de una política pública o de una manera de entender la vida.
En aquellas fechas los jóvenes alemanes de entre 18 y 23 años que tiraban libros a las hogueras instaladas en los patios de sus propias universidades, deslumbrados por el atractivo discurso de “recuperar” la esencia de lo alemán, que les había sido robado por un grupo de «malvados». Se les hizo creer que su responsabilidad histórica como patriota consistía, no sólo en regresar a un orden que jamás existió, sino –y sobretodo– en castigar a quienes el régimen les señaló como los traidores para con la patria. En aquellos tiempos de euforia y radicalismo, no se imaginaban su complicidad con un poder que no sólo llevó a la guerra a un continente completo, sino que amenazó –y casi logra– con erradicar de la faz de la Tierra a aquellos que consideraba impuros con respecto a sus ideales.
Más allá de filias y fobias, conviene mantener los ojos abiertos y la mente abierta para criticar a los propios y empatizar con los opuestos. Siempre será mejor un mundo donde cabemos todos, que uno donde unos pocos deciden quienes tienen derecho a ser ciudadanos. Jamás olvidemos la célebre cita del pastor alemán Martin Niemöller (2):
“Primero vinieron por los socialistas, y guardé silencio porque no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas, y no hablé porque no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos, y no dije nada porque no era judío.
Luego vinieron por mí, y para entonces ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre”.
–Martin Niemöller
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Twitter: @jcaldir
Facebook: Juan Carlos Aldir
(1) niversity of Cambridge, Biblioteca de la Universidad de Cambridge, L. Noble, Libros en llamas.
Consulta 7 de mayo de 2025
(2) United States Holocaust Memorial Museun, Enciclopedia del Holocausto, “MARTIN NIEMÖLLER: “PRIMERO VINIERON POR…”, última edición: 10 ago 2023
Consulta: 7 de mayo de 2025
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