Contra el cáncer del autoritarismo, quimioterapia ciudadana

El estado general de nuestra salud política, aunque ya enferma y con síntomas claros, todavía nos permite hacer nuestra vida cotidiana como si estuviéramos bien.

25 de mayo, 2023 Contra el cáncer del autoritarismo, quimioterapia ciudadana

Cuando el cuerpo de una persona enferma de cáncer, lo mejor es detectarlo en las primeras etapas de manifestación de modo que se pueda extirpar (arrancar de raíz) evitando su extensión que puede derivar en la muerte de la persona. Si hacemos la analogía hacia el cuerpo político mexicano, debemos advertir que nuestro régimen ha ya enfermado del cáncer del autoritarismo, aunque este cáncer político está todavía en sus primeras etapas. Si no queremos que se extienda gravemente, al punto de matar a nuestra joven democracia, es imperativo hacer todo lo posible para extirparlo de inmediato.

¿Cómo se está manifestando el cáncer autoritario que amenaza a la democracia mexicana? La evidencia es contundente: La predisposición del Presidente y sus seguidores a pasar por encima de la Constitución y a legislar para satisfacer la voluntad presidencial, cualquiera que ésta sea; los ataques ya cotidianos y cada vez más violentos a la independencia del Poder Judicial; el incremento considerable del poder e influencia de las fuerzas armadas en diversos ámbitos de la vida nacional; la absoluta indisposición del Poder Ejecutivo a rendir cuentas de sus acciones; los ataques verbales cotidianos desde “la Mañanera” a la prensa crítica; la firmísima voluntad del gobierno para destruir a los organismos autónomos que se habían creado para fortalecer contrapesos y asegurar transparencia en la gestión pública (particularmente al INAI); la captura parcial del INE por parte de MORENA; la captura del desarrollo científico y tecnológico del país, excluyendo de la toma de decisiones a la comunidad científica y académica; el proyecto de adoctrinamiento ideológico en la Educación Pública; la reciente “ocupación” de 120 Km concesionados a Grupo México por parte de las fuerzas armadas en el corredor transístmico; etcétera. Por otro lado, ya son muchas las voces serias que advierten sobre el riesgo de que AMLO, que nunca ha aceptado los resultados de una elección si le son desfavorables, opere una elección de Estado en el 2024 con el apoyo del presupuesto gubernamental, sus gobernadores, del Ejército y del crimen organizado, o bien que otra vez no acepte los resultados reclamando un fraude electoral y a ver quién lo saca de Palacio.

 

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Sorprende que todavía encontramos a “personas de razón” que se niegan a reconocer esta evidencia o que les parece una exageración. Es verdad que aún no estamos en un régimen propiamente autoritario, que todavía el INE funciona y que hasta 2022 hemos tenido elecciones libres y competidas; que la SCJ ha sido eficaz para detener los intentos del régimen por romper el orden constitucional; que hay libertad de prensa y que los analistas críticos siguen emitiendo sus opiniones como quieren; que fluye la inversión privada, nacional y extranjera, y que, cuando el gobierno ha intervenido contra alguna empresa para detener o cancelar algún proyecto, han llegado a negociaciones compensatorias que parecen aceptables para empresas e inversionistas (ej. los casos del NAIM, Constellation Brands o Iberdrola).

Todo esto es cierto, pero el tumor canceroso del autoritarismo que amenaza la continuidad democrática allí está, contundente y claro, y nos sacude una semana sí y la siguiente también con alguna noticia que enciende los focos de alarma, advirtiéndonos que algo no anda bien con nuestra salud política, mientras se deja sentir cada mañana, con algún dolorcito por aquí y otro por allá, al que ya nos estamos acostumbrando. Sin embargo, el estado general de nuestra salud política, aunque ya enferma y con síntomas claros, todavía nos permite hacer nuestra vida cotidiana como si estuviéramos bien, pero si lo seguimos ignorando, cuando lo queramos atender decididamente puede resultar muy tarde y el tumor haya hecho metástasis.

El número de mayo de Letras Libres le dedica varios artículos al tema: Cómo no dejar morir a la democracia, que dado nuestro presente resulta lectura imprescindible para todo ciudadano que valora la democracia y sus libertades. John Keane hace un análisis muy interesante sobre la fragilidad de un régimen democrático y la velocidad con la que puede avanzar su desmantelamiento. Señala que la destrucción democrática no suele ocurrir súbitamente, a partir de un golpe militar o una revolución violenta, sino más bien, de manera gradual, tal como se ilustra en el cuento de la rana en una cazuela a la que le van subiendo lentísimamente la temperatura hasta quedar hervida sin poder escapar del recipiente.

Así ha ocurrido en las últimas décadas en Turquía, Hungría, Polonia o Venezuela, cuando un gobernante con claro apoyo popular gana las elecciones democráticamente y, ya desde el poder legal y legítimo, va poco a poco destruyendo las instituciones y prácticas de la vida democrática, hasta que captura al estado estableciendo un régimen autoritario que cada vez con más intensidad ignora a los partidos de oposición, incrementa las presiones sobre la prensa libre, atenta contra los poderes autónomos y aumenta su base de apoyo popular con dádivas de todo tipo usando recursos públicos (ej. dinero en efectivo, aumentos de salario a los maestros, beneficios a los militares), con un discurso demagógico que divide a la población entre “el verdadero pueblo” y “el falso”. Este escenario florece mejor cuando un sector amplio de la población está muy desencantada de los frutos materiales de la democracia en materia de crecimiento económico, distribución del ingreso y bienestar social en general (salud, seguridad, vivienda, educación, etc.). Los problemas sociales no resueltos son el mejor caldo de cultivo para el autoritarismo demagógico: “El descontento cínico engendra servidumbre voluntaria”1.

El tránsito de la democracia al autoritarismo se acelera súbitamente en determinadas circunstancias, por ejemplo si la oposición está muy débil o si el líder antidemocrático percibe que se le está acabando el tiempo en el cargo. En México tenemos ambas condiciones: La oposición no se ha recuperado de sus problemas que favorecieron la victoria de AMLO en 2018 y el PAN y el PRI están internamente secuestrados por dirigentes mediocres, perversos y miopes que obstaculizan la movilización, renovación y apertura a nuevos cuadros ciudadanos que los hagan atractivos a la población.

Por otro lado, Alfonso Zárate reflexionó hace unos días sobre la disposición mental de un líder político ambicioso que, de pronto, cae en la cuenta de tener los días contados para realizar la profunda transformación con que ha soñado desde hace décadas. Viendo que el tiempo se le acaba, con desesperación tratará de realizar, en unos cuantos meses, lo que no pudo hacer antes, tal como si a una persona de pronto le dicen que, teniendo una enfermedad terminal, le quedan unos cuantos meses de vida2.

Como escribe Keane, la caída de la democracia nunca es una conclusión obvia. La casualidad puede venir al rescate de la democracia: repentinamente muere un demagogo, ocurre un terremoto, [,,,]”3. La historia nunca está escrita de antemano, sino que es un libro abierto en cuya trama muchas cosas pueden ocurrir, pero hay que tener claro el territorio minado para la democracia en el que como país vamos caminando. Nuestro cuerpo político ya tiene un tumor del cáncer del autoritarismo, activo y en crecimiento.

La mejor medicina será la participación activa de la ciudadanía que valora la democracia y los derechos civiles que vienen con ella. La comunicación viral, que va de boca en boca o circula en redes sociales, es fundamental para hacer tomar consciencia del riesgo en el que ya estamos a quienes aún no quieren o no pueden verlo; las manifestaciones en defensa de las instituciones democráticas (SCJ, INE, INAI) o en repudio del autoritarismo que avanza (la rechifla a Adán Augusto en el estadio de Béisbol o a AMLO si viaja en avión comercial); campañas de comunicación con calcomanías en los automóviles o similares en defensa de la democracia, etc. no son cuestiones triviales: Le dan vida a la ciudadanía, alientan a la oposición partidista, fortalecen a los jueces y ministros de la Corte y a la prensa crítica. Esta fue la gran lección detrás de aquella “revolución de terciopelo” que colapsó al Muro de Berlín y al imperio soviético.

[1] Kaene, John. “La muerte (rápida y lenta) de las democracias”. Letras Libres, No. 293, Mayo, 2023. Consultado en https://letraslibres.com/revista/la-muerte-rapida-y-lenta-de-las-democracias/01/05/2023/.

[2] Alfonso Zárate, comentario en Radio Fórmula con José Cárdenas: Para un presidente, el término de su mandato equivale a la muerte. 18 de mayo, 2023. Cfr:  https://www.youtube.com/watch?v=4mJvi52Ovyk

[3] Ibid.

 

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