El mundo virtual, con su constante exposición a lo superficial y a una vida idealizada que a menudo se basa en el consumo desenfrenado de alcohol, drogas, sexo y violencia, ha tejido una red tan atractiva para muchos jóvenes que ya no logran distinguir la frontera entre la realidad y la fantasía. Algunos comienzan a crear personajes polémicos o atractivos, con el fin de hacer comunidad y disfrutar de las mieles de la fama.
Es en este entorno donde la figura de los padres o cuidadores, lejos de ser una guía de límites y valores, se ha ido diluyendo, dejando a sus hijos ‘juniors’ a la deriva, sometidos a presiones externas sin los correctivos necesarios.
El caso reciente de Marianne “N”, quien atacó a Valentina Gilabert, en más de 10 ocasiones con un arma blanca, es una muestra impactante de las consecuencias de la ausencia de límites claros en la vida de los adolescentes y jóvenes, junto con la permisividad que, lejos de corregir, minimiza o peor aún, glorifica las conductas peligrosas.
El ataque que protagonizó Marianne “N” es tan solo la punta del iceberg de una problemática mucho más profunda: la falta de dirección y responsabilidad de los padres hacia sus hijos, la ausencia de sanciones por comportamientos inadecuados y la falta de intervención temprana.
Los jóvenes que buscan validación a través de las redes sociales y la fama instantánea están, en muchos casos, expuestos a un tipo de fama tóxica donde lo que se premia no es el talento ni el esfuerzo, sino la capacidad de destruir y desvirtuar la imagen de los demás.
Esto se vuelve aún más alarmante cuando, como en el caso de la ‘influencer’, como ella misma expuso en sus redes, su madre no ejerció una supervisión apropiada ni estableció límites claros que ella necesitaba para desarrollarse de forma sana.
El problema no solo radica en el comportamiento de los jóvenes, sino en cómo este se ve influenciado por el contexto de permisividad que reina en muchas casas. El mensaje implícito que muchos padres transmiten a sus hijos, consciente o inconscientemente, es que todo es posible, que no hay consecuencias reales por actuar de forma irresponsable, que no hay leyes divinas, ni jurídicas que los detengan.
Mientras más seguidores consiguen, más “relevantes” se sienten, sin entender que esa relevancia es una fachada vacía que les aleja de retos propositivos para su futuro.
Así, el ataque de Marianne “N” a Valentina Gilabert no es solo un hecho aislado, sino un síntoma de una sociedad que está siguiendo y prefiriendo contenido que es sinónimo de opulencia, glamur, viajes, desenfreno y violencia, donde las nuevas generaciones comienzan a ahogarse en la superficialidad, la ignominia y la irresponsabilidad. Situación que está poniendo a estos ‘juniors’ con un pie en la cárcel.
Hace unos días, la opinión pública se centró en el caso del ‘Fofo’ Márquez; ahora, otra ‘influencer’ de 17 años pasó de ser sinónimo de estilo de vida, maternidad y viajes, para ser ‘famosa’ por atacar a otra joven y dejarla al borde la muerte, tras agredirla brutalmente por presuntos celos, toda vez que se encontraba en el departamento del padre de su hija, con quien ya no sostiene una relación de pareja.
Ahora la creadora de contenido, con más de 195 mil seguidores en Instagram y cerca de 435 mil en Tik Tok, está en internamiento preventivo en el Centro Especializado para Mujeres Adolescentes de la Ciudad de México, mientras se cumple el tiempo para presentar los datos de prueba, pues el Ministerio Público la acusa de “lesiones calificadas”.
No obstante, los abogados de la víctima, Valentina Gilabert, han manifestado que la presunta agresora solo podría cumplir una pena máxima de 5 años, debido a que es menor de edad.
Una víctima colateral es, sin duda, la pequeña bebé de Marianne “N”, Emma, de tan solo seis meses, quien podría permanecer junto a su madre, independientemente de cualquier situación; sin embargo, la presunta agresora primero deberá someterse a una serie de estudios para determinar si psicológicamente está bien para cuidar de su hija. Empero, el entorno no deja de ser frío y ajeno a las necesidades emocionales de un bebé.
Lo anterior, sería un recordatorio doloroso de cómo la falta de límites de los jóvenes no solo afecta a quienes cometen los actos, sino que también tiene consecuencias devastadoras en las futuras generaciones.
El sistema judicial al enfrentarse a este tipo de delitos cometidos por menores de edad se encuentra ante un dilema ético y legal, que además se ha convertido en un caso mediático.
En el caso de los menores de edad, en México la justicia busca ofrecer un proceso de rehabilitación, con la finalidad de brindar la oportunidad de reinserción y cambio. Pero, no deja de ser preocupante el hecho de que esta medida, aunque necesaria, es insuficiente si no está acompañada de un trabajo profundo en la familia y en los entornos cercanos a los internos.
Hoy más que nunca, se requiere una reflexión urgente sobre el papel de los padres en la vida de sus hijos. No es posible delegar la educación al mundo virtual, es hora de que los padres se conviertan nuevamente en los guías que sus hijos necesitan, porque si no lo hacen, será el sistema judicial el que decida por ellos, y las consecuencias, como bien sabemos, pueden ser fatales.
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