Querida Tora:
Te dije que al portero le habían quitado el embalsamamiento, ¿verdad? Pues fue sólo parcial; y eso, como se dice aquí, “trajo cola”. Verás lo que pasó.
Ese día, le quitaron sólo lo de la cara, que ya le estaba picando, pero el resto se lo dejaron. Y al día siguiente estaba desayunando, cuando de pronto dijo:
-¿Qué le echaron a mi cereal, que cruje?
Uno de los guaruras miró al plato y dijo:
-Una cucaracha. Más bien, tres.
Efectivamente, había tres. Ya te imaginarás los gritos e imprecaciones del portero, que amenazó a todos con despedirlos y asegurarse de que no volvieran a encontrar trabajo en su vida. Le sacaron las cucarachas del plato y todo pareció volver a la normalidad, pero uno de los muchachos dijo:
-Hay más abajo.
A los pies del portero había un grupo de cucarachas, agitadas, nerviosas. El portero se subió a la silla y gritó que se llevaran “eso”, pues no se atrevía ni a nombrarlas. Se hizo así; pero en cuanto el portero salió al patio, de todas las viviendas vecinas salieron cucarachas a rodearlo. Nuevos gritos y majaderías. Pero cuando subió al piso superior, a ver al del 56, allá va una verdadera manifestación de los animalitos detrás de él. Los guaruras no se daban abasto pisándolas, y pidieron auxilio a los vecinos. Pero eran más los animales que los hombres. Las mujeres gritaban, y los niños se sumaron a la carnicería, pero ni así lograron deshacerse de ellas. Antes de las dos de la tarde, ya no se podía entrar a la portería, que estaba invadida por miles de insectos. Nadie sabía qué hacer, y recurrieron a doña Sura.
Esta, después de echarle las cartas al portero y de consultar su bola de cristal, dijo que las substancias que le habían puesto al portero atraían a las cucarachas; y que mientras no se eliminasen, el problema subsistiría. Hubo una junta urgente de guaruras, y el mayor de ellos anunció la decisión:
-Tenemos que fumigar al señor portero. Pero, dada la magnitud de la contaminación, hay que hacerlo al aire libre. Por lo tanto vamos a ocupar el patio a las doce de la noche para proceder a la operación.
Todos los vecinos tuvieron que encerrarse en sus viviendas para salvaguardar el pudor del portero. Y minutos antes de las doce, éste se colocó en el centro del patio y se desnudó. Pero yo te aseguro que más de una de las viejas estaba espiando a través de sus visillos. Y los viejos también. Aunque no sé para qué, pues lo único que se veía eran bolas de grasa y pellejos colgantes. Y a las doce en punto, cada uno de los guaruras le apuntó un insecticida poderoso y apretó el gatillo. La nube de insecticida se metió a todas las viviendas, con las consiguientes molestias. Al portero le pusieron una escafandra de buzo de las antiguas, pero los guaruras no tenían nada, y dos o tres se desmayaron y tuvieron que sacarlos a la calle para que pudieran respirar. Pero el portero quedó bien bañado en el producto, y las cucarachas que ya se le habían metido por todos los agujeros posibles salieron a morir, despatarradas.
Pero no acabó ahí el tratamiento. Había que bañarlo y lo metieron a la tina de la portería, que ya estaba llena de agua calentita y que olía a jazmín. Pero el agua se ensució muy pronto, y el portero no quedaba limpio Lo subieron al baño de la enfermería, y la enfermera tuvo que bañarlo en la regadera con jabón y zacate. Se acabó el agua caliente, y el hombre seguía apestando a insecticida. Tuvieron que pedirle al del 1, que tiene calentador privado, que les permitieran usar su regadera. Y allí lo bañaron tos guaruras por turnos de 10 minutos cada uno, con lo que lograron quitarle el insecticida, aunque la piel quedó roja, por lo mucho que tuvieron que tallarla. Luego le pusieron crema y lo metieron en la cama.
Dos días estuvo el hombre que apenas podía caminar. Yo creo que estaba fingiendo, para hacerse el interesante. Allá él y su mala cabeza. ¿Pero qué crees? Se negó a pagarle a doña Sura la consulta, alegando que fue un caso de necesidad pública y seguridad de la vecindad. Y los guaruras pidieron cooperación a las señoras para que le enviaran algo de comer, “porque su cocina estuvo inundada de cucarachas, y eso de daba mucho asco”. Todas aceptaron. Pero hubo una que le envió unos tamalitos hechos con tierra que le cayeron muy mal, y está tratando de averiguar quién fue.
Total, que aquí siempre ocurren cosas interesantes.
Te quiere
Cocatú

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