Assange y el derecho a la información

Assange dañó la imagen de las potencias occidentales y por ello fue perseguido y debió buscar asilo en la embajada de Ecuador en el Reino Unido.

27 de junio, 2024

El pasado 24 de junio el polémico hacker australiano Julian Assange logró su libertad luego de un prolongado proceso judicial de más de 10 años contra el gobierno de los Estados Unidos (EEUU) donde al final tuvo que declararse culpable de espionaje a raíz de la filtraciones de miles de cables de seguridad nacional en su portal WikiLeaks.

La información filtrada a varios medios de importancia mundial mostraron fehacientemente los crímenes de guerra y manipulaciones en las que cayó el gobierno de los Estados Unidos, en países como Irak y Afganistán. Destaca el video donde desde un helicóptero se asesina un grupo de milicianos, donde también murieron periodistas de la agencia Reuters. Así como el espionaje contra el mismo Secretario General de la ONU, y la develación de documentos de las guerras con Irak y Afganistán. Al principio, su material ilegalmente obtenido, ofreció una oportunidad periodística de conocer la cruda realidad de los conflictos bélicos del imperio estadounidense, lejos de la versión oficial.

Cuando estas filtraciones dañaron irremediablemente la imagen de las potencias occidentales, el polémico hacker fue perseguido y debió buscar asilo en la embajada de Ecuador en el Reino Unido. Su principal fuente, Bradley Manning fue enjuiciado y encarcelado por siete años, hasta que recibió el indulto presidencial. A la llegada de Lenin Moreno a la presidencia de Ecuador, este negocio con EEUU la entrega de Assange a la justicia británica donde purgó casi 5 años en la prisión de Belmarsh.

La imagen de Assange fue destruida mediáticamente y enfrentó procesos por abuso sexual y varios más que le hicieron un perseguido político. Independientemente de la entrega de información clasificada a los enemigos estadounidenses, y su influencia en la desastrosa campaña de Hilary Clinton, sin el trabajo de este hacker mucha información crítica nunca hubiera sido conocida en el mundo.

El imperio norteamericano y las potencias occidentales nunca perdonarán a Assange exhibir sus intereses macabros, la preponderancia de la economía de la guerra, los planes neocolonialistas por los recursos naturales y petroleros. Pero sobre todo la complacencia que los poderes mediáticos mantienen en las narrativas de las poderosas elites mundiales en los conflictos bélicos provocados a favor de un minúsculo grupo de oligarcas.

Assange declaró con firmeza que esas mismos consorcios mediáticos pudieron frenar las guerras devastadoras que ocurrieron en muchos lugares del mundo, ocasionando millones de muertes, pero que su interés nunca fue el de informar a sus audiencias, sino justificar el sonido de los tambores de guerra en favor del ejército y las poderosas empresas que lo persiguieron por años, poniendo su vida en riesgo.

El presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que le solicitó al mandatario estadounidense, Josep Biden, liberar a Assange en favor de la libertad de expresión. Si bien existía un proceso de negociación previo, para que el hacker australiano se declarará culpable de espionaje y poder recuperar su libertad (delito que desde 1917 no había tenido un sentenciado previo) es imposible separar un procedimiento legal con el difícil proceso presidencial del próximo 5 de noviembre.

El mito genial que es el derecho a información en el mundo, solo es cumplido cuando existen filtraciones desde el interior de los gobiernos, el poder económico y del conglomerado armamentista (siendo el más difícil y casi imposible de conocer). Complejidad sumada a que los grandes consorcios de poder mediático, están interconectados con las empresas belicistas, o son del mismo grupo de interés, condenando la libertad de prensa y el derecho a la información de los ciudadanos comunes a ser una aspiración idealista que nunca empata con la realidad.

Denunciar los abusos y crímenes de las potencias mundiales, encabezadas por EEUU siempre traerá consecuencias, a estas potencias nunca les ha gustado que se exhiba en horario estelar sus enjuagues sangrientos y sus mentiras manipuladoras. Assange demuestra, lejos de las filias y fobias que provoca, el alto precio a pagar por desnudar los intereses más crueles que tiene occidente y lo poco que les importa los valores democráticos y de igualdad que dicen defender. 

No es casual que los ciudadanos hayan dejado de creer en los voceros de los poderes belicistas y de las oligarquías que marcan la agenda mediática mundial. Ante ello el auge de los medios alternativos digitales, que combaten el discurso unidireccional ha sido un trabajo tan destacado como difícil. Las condiciones tan desiguales para quien financia y trabaja en esos medios independientes, solo aseguran penurias y persecuciones  en la desigual justa por la verdad.

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