- El pasado 17 de julio la revista británica The Economist volvió a publicar un artículo muy crítico sobre el presidente López Obrador. No es necesario decir qué es la revista The Economist y cuál es su importancia, y por eso llama la atención el artículo, a pesar de que no dice nada que no se comente en los medios mexicanos.
- Después de “Mexico’s false mesiah” (El falso mesías de México, mayo de 2021), ahora The Economist publica “Mexico’s president sets up a show trial of his predecessors” (El presidente de México monta un show para enjuiciar a sus predecesores). En resumen, el nuevo artículo critica la consulta popular del 1 de agosto –la famosa consulta para saber si el pueblo quiere llevar a juicio a actores políticos del pasado– y la califica como un “espectáculo cantinflesco” cuya finalidad es disimular los fracasos de las políticas del presidente Obrador.
- El artículo se burla de la pregunta a la cual los mexicanos que participen en la consulta responderán con un “sí” o un “no”, y dice que pudo haber salido de la boca de Cantinflas:
«¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?»
Una vez que el artículo reproduce la pregunta (en inglés, claro, y en ese idioma se oye aún más ambigua), dice, no sin cierto sarcasmo: “esto es lo que quiere el presidente López Obrador que decidan los mexicanos el 1 de agosto”.
- Hay que decir que esa no es la pregunta que quería el presidente que respondieran los mexicanos; esa es la pregunta a la que finalmente llegó la Suprema Corte haciendo uso de sus facultades de calificación. Y quedó así de ambigua y “cantinflesca” porque, extendiendo las características de la ley (toda ley es general, impersonal y abstracta) a la pregunta, incluir nombres y apellidos habría sido violatorio de derechos. A fin de cuentas, todos sabemos –y lo sabe The Economist– que el quid es llevar a juicio a los ex-presidentes Echeverría, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña. AMLO los ha acusado abiertamente en distintos foros, principalmente en sus conferencias de la mañana, de corrupción, de concentrar la riqueza en unas cuantas manos, de perpetrar fraudes electorales y de promover que los grupos criminales tengan a México sumido en la violencia. ¿Son ciertas estas acusaciones?
- El artículo admite que algunos de estos cargos podrían ser ciertos, y como ejemplo señala que el sexenio de Peña Nieto fue notoriamente corrupto. En mi opinión, las cuatro acusaciones que menciona The Economist tienen fundamento.
- ¿Quién podría negar que en los gobiernos de estos expresidentes, y en el del mismo AMLO, no se practicó y no se practica la corrupción? Así que a ese primer cargo habría que decir: sí. No obstante, hay que observar que si bien López Obrador prometió acabar con la corrupción y esa ha sido su bandera desde siempre, en su gobierno el 81% de los contratos gubernamentales se han hecho por asignación directa, sin licitación y sin transparencia, algo a lo que él siempre se opuso, señala la revista británica. Este porcentaje es mayor que el que registró la administración de Peña Nieto. Los contratos por asignación directa, sin licitación y sin transparencia han sido fuente de desfalcos a lo largo de nuestra historia. ¿Qué nos hace pensar que ahora ya no? ¿De repente todos se volvieron buenos porque el presidente los bonificó? Sería demasiado ingenuo pensar eso.
- La concentración de la riqueza en unas cuantas manos también es verdad. El presidente Salinas entregó en bandeja de oro las empresas del Estado a unos cuantos empresarios, y éstos multiplicaron sus fortunas y accedieron a las listas de los más ricos del mundo (algunos de esos empresarios, por cierto, son muy cercanos AMLO, y siguen enriqueciéndose con jugosos contratos en este gobierno). En los últimos cincuenta años, según datos del CONEVAL (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social), la pobreza se ha agudizado. O sea, hay más pobres, menos clases medias y los muy ricos son cada vez más ricos, lo cual, sí, es signo de que la riqueza se ha ido concentrando en menos manos. Pero también hay que decir, con datos del CONEVAL, que en este sexenio se ha incrementado notablemente el número de personas en pobreza alimentaria y patrimonial, y si la tendencia se mantiene, Obrador habrá producido más pobres que cualquier presidente de lo que él llama “período neoliberal”.
- Sobre los fraudes electorales hay que decir que hay bases para pensar que son verdad, y que hay actores políticos confesos. Tanto Manuel Bartlett como Vicente Fox han dicho que operaron para que las elecciones tuvieran ciertos resultados, Bartlett haciendo fraude a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 para que ganara Salinas, Fox haciendo todo lo que estuvo en sus manos para que no ganara AMLO en 2006. No lo estoy inventando yo. Tanto Fox como Bartlett se han jactado públicamente de ello. Y en cuanto a Peña, hay indicios para pensar que su campaña fue financiada ilícitamente por la empresa brasileña Obedrecht y por PEMEX. Así que esta cuestión de los fraudes electorales no es que sea algo inventado por un loco.
- Finalmente, por lo que hace a la violencia y al crimen organizado, hay que admitir que ha existido desde siempre una siniestra relación entre gobierno y grupos delincuenciales. El caso de García Luna es indicio de ello. Los criminales han logrado ejercer influencia en los más altos niveles, y no solo en el nivel municipal. El problema ha llegado a un punto en el que ya no hay solución, ni siquiera si en México se estableciera una durísima dictadura militar, pues nuestras fuerzas armadas no tienen la capacidad –y para mí es manifiesto– de controlar todo nuestro territorio simultáneamente. Y si hemos llegado a este punto ha sido a causa de las negligencias, complicidades, corrupciones, incapacidades y estupideces de todos los presidentes (y de los miembros de gabinete y legisladores que avalaron y aplaudieron sus locuras y torpezas), incluido el actual, quien, como observa el ex-embajador Landau y señala el jefe del Comando Norte del Ejército de los Estados Unidos, general Glen VanHerk, ha adoptado una actitud de laissez-faire (dejar hacer) a los grupos criminales.
- Así que estas cuatro acusaciones que menciona The Economist no están fuera de la realidad, e incluso me atrevería a decir que tres de ellas también son aplicables al actual gobierno. Lo que sí es totalmente cierto es la afirmación de The Economist en el sentido de que someter a consulta popular la acción de la justicia es “parodiar” el Estado de Derecho (Rule of Law). Y también es verdad el acento surreal que observa la revista en la actitud de Obrador cuando, por un lado ataca con ferocidad supina a los gobiernos “neoliberales” y les atribuye todos los males, y por otro lado exclama que él no es vengativo, que no va a votar en la consulta y que si votara lo haría por el “no”, pero que obedecerá lo que decida el pueblo, lo cual es vil populismo, y ahí está la parodia del Estado de Derecho. Si el periodo que va de 1982 a 2018 es el “periodo neoliberal”, el periodo 2018 a 2024 (o 2030 o incluso 2036, si vuelve a ganar Morena) será conocido como el “periodo populista”, y causará también inmensos daños al país y a su población.
- Dice The Economist que la oposición está boicoteando la consulta y que la autoridad electoral solo instalará un tercio de las casillas argumentando que el gobierno los ha dejado sin presupuesto. Para mí es claro que la oposición se opone, valga la redundancia, a la consulta, pero yo no lo llamaría boicot. Además la oposición tiene el derecho de oponerse a la consulta (valga otra vez la redundancia), así como AMLO tuvo el derecho de oponerse a cualquier acción del gobierno cuando él fue oposición. Me da risa que los seguidores de AMLO se ofendan porque la oposición está en contra de la consulta, pero olvidan que estamos en una democracia y que el pensamiento único conduce a la muerte de la inteligencia. La consulta en sí misma es un sinsentido y una parodia del Rule of Law; el hecho de oponerse a ella no es avalar a las administraciones pasadas ni mucho menos defender a los expresidentes (que han sido superlativamente nocivos, por cierto), sino oponerse a la farsa que es el hecho de someter a consulta popular la acción de la justicia. Lo que sí me parece una exageración es afirmar que el INE es parte de una conspiración. La consulta se llevará a cabo sin contratiempo, aunque dudo que participe al menos el 40% del padrón electoral, sin lo cual los resultados no serán vinculantes y hará que este ejercicio sea un fiasco. Y eso no va a ser culpa del INE. Si López Obrador es incapaz de hacer que los 30 millones que votaron por él en 2018 vayan a las casillas para votar por el “sí” en la consulta del 1 de agosto, bueno, pues va mostrar que se le está acabando el gas. Pero tal vez me equivoco y es un éxito, y la gente se desborda en las casillas para hundir a los expresidentes, y lo hace en porcentajes mayores a los de las elecciones de 2018 y 2021.
- Y por eso The Economist observa que AMLO no es invencible. Si bien Morena arrasó en la elección de gubernaturas, el presidente no alcanzó mayoría calificada en la Cámara de Diputados y sufrió una humillante derrota en la Ciudad de México, observa la publicación. El artículo dice que la consulta del 1 de agosto en un show para esconder el fracaso de las políticas de Obrador, principalmente en tres rubros: pandemia, economía y seguridad. ¿Ha fracasado en estos rubros? Aunque AMLO y sus seguidores aseguran que el manejo de la pandemia por parte de Gatell ha sido el mejor del mundo, que la economía va “requetebien” y que el país está en calma y en paz, cualquiera sabe que tanta maravilla no puede ser verdad. En otros artículos he explicado por qué creo que en estos tres rubros los alcances del gobierno obradorista han sido limitados. A lo mejor a mí usted no me cree, pero los números son los números (y hablo de números del propio AMLO). Y si es verdad que en pandemia, economía y seguridad el gobierno no ha dado resultados, entonces The Economist no está diciendo mentiras en su artículo.
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