Andrés Manuel López Obrador exhibió con dolo y de forma quizás ilegal al polémico periodista Carlos Loret de Mola cuando mostró su presunto salario al que calificó de “inmoral”. Todo esto responde al insustancial reportaje presentado en la plataforma LatinUS. Hasta ahora no se ha podido comprobar el conflicto de interés en el que José Ramón López Beltrán (hijo del presidente) incurriría al estar casado con una ciudadana estadounidense, Carolyn Adams, quien trabaja para una empresa que tradicionalmente ha tenido contratos con PEMEX.
En dicha pieza editorializada se señala que la pareja López-Adams había rentado una lujosa mansión propiedad del entonces ejecutivo Keith Schilling, quien después dijo desconocer al matrimonio y no estar involucrado en negociaciones internacionales con licitaciones. Adams y Schilling coincidieron en que el contrato inmobiliario se realizó a través de un corredor de bienes raíces profesional.
El sobrevaluado reportaje destinado al revuelo mediático al parecer provocó una investigación interna en la empresa Baker Hughes para poder dilucidar si existió un conflicto de intereses. El primogénito del presidente ofreció un mensaje donde asegura ser un asesor legal y su esposa publicó un comunicado en el que explica cómo se dio la contratación de la lujosa mansión donde vivieron.
Si bien en el discurso de austeridad y modo de vida que busca impulsar el presidente para la clase política y su familia, se ve trastocado por el muy lujoso estilo de vida que decidió tomar su hijo, los debates se hubieran quedado en el ámbito ético y moral, con la acostumbrada politiquería opositora.
Sin embargo, el presidente AMLO escaló el asunto al amenazar con usar las instituciones del Estado mexicano para investigar a un particular que tiene derecho a su privacidad mientras no se le compruebe alguna conducta delictiva. De continuar los ataques sin razón jurídica justificada contra el comunicador y otros periodistas, se evidenciaría un guiño autoritario de preocupación.
Loret de Mola ha visto pasar los mejores años de su ejercicio periodístico. Ahora se sitúa como un ariete de un movimiento político encabezado por importantes magnates que conjuntaron a las fuerzas políticas derrotadas del pasado proceso presidencial en lo que denominaron una alianza opositora, que buscó controlar el congreso legislativo. Los líderes y patrocinadores de ese proyecto político son conocidos y sus intereses económicos particulares son ampliamente difundidos.
Situar el periodismo que se realiza desde las diversas plataformas y medios de comunicación como un simple y desinteresado ejercicio informativo es pecar de ingenuidad y de idealización de la libertad de expresión. Los medios de comunicación son empresas con agendas particulares veladas o muy identificadas con intereses económicos que se han visto afectados por las políticas públicas del actual régimen.
Las audiencias requieren de una madurez democrática superior para poder discernir de las ofertas informativas más variadas, donde caben desde las gacetillas, los reportajes claramente tendenciosos y la información sustentada en datos y fuentes verificables. En un mundo ideal, la libertad de expresión debería ser irrestricta y solamente discriminada por los ciudadanos informados que sean capaces de entender cuando se hace propaganda y cuando se realiza periodismo profesional. Desafortunadamente esa aspiración es inalcanzable por ahora. Las redes sociales han polarizado las distintas posiciones, privilegiando las noticias falsas y fomentando la incapacidad de una discusión inteligente o al menos respetuosa.
El periodismo ahora militante de Loret de Mola pasó por varias facetas. Tuvo un punto de inflexión en el montaje realizado en la captura de Israel Valladares y la ciudadana Florence Cassez como presuntos líderes de una banda de secuestradores, en las oscuras épocas del súper policía Genaro García Luna, ahora preso en Estados Unidos y bajo proceso penal. En un segundo y lamentable acto de complicidad ahora con el corrupto régimen del expresidente Enrique Peña Nieto, el presentador se prestó a una entrevista con el exgobernador de Veracruz, Javier Duarte quien, al salir del estudio, se dio a la fuga para negociar su captura varios meses después.
Las pifias informativas en las cadenas televisivas muy rara vez se pagan con alguna sanción. Se recordará la fantasía del rescate de la ficticia niña Frida Sofía en el colegio Rébsamén durante el terremoto de 2017. Curiosamente, el polémico comunicador, hoy victimizado, también estuvo involucrado en esa lamentable situación de la cual solo se ofreció una escueta disculpa al teleauditorio, para concluir con las transmisiones enlazadas.
El presidente AMLO se encuentra en la delgada y fina línea que define los límites del derecho de réplica de la revancha personal desde un poder hegemónico. La mañanera donde siguen ocurriendo muchas cosas trascendentes, es un espacio que ha tomado más fuerza dejando en el olvido las tradicionales formas priistas que fomentaban los mensajes ocultos, alusiones disfrazadas y el juego de la indefinición que tantos años dominó la inservible comunicación política tradicional mexicana.
Será muy difícil que Loret de Mola sufra agresiones reales que impidan llevar a cabo su periodismo militante. La ola de reacciones ha dejado de lado el verdadero tema de preocupación: la protección de periodistas locales que históricamente han padecido represión y asesinatos por cumplir con su labor de investigación. En el presente y pasados sexenios la labor periodística se ha vuelto una actividad de alto riesgo, cuyo ejercicio raya en el heroísmo en determinadas zonas del territorio nacional. La precariedad laboral del gremio ha sido una constante insultante, que condena al oficio a la vulnerabilidad
El innecesario exabrupto presidencial, enmarcado en una lucha por el poder entre dos bandos claramente definidos, no debe distraer de la formación real de la cultura democrática, donde la libertad de prensa es irrenunciable. La libertad de expresión debe ser generalizada y protegida, a pesar de la existencia de grupos políticos con intereses propios, que cuentan con mercenarios de la información ya muy identificados, además de elites culturales de corte empresarial que buscan usufructuar como propio la defensa de los intereses de la ciudadanía y la sociedad.
El debate del buen periodismo debe ser impostergable, pero es obligación de la ciudadanía realizarlo. Con sabiduría hay que reconocer los intereses de los poderes políticos y económicos que buscan incidir en las conciencias. La madurez democrática requiere de esfuerzos personales por contrastar versiones encontradas que no siempre buscan la mayor objetividad y que se ofrecen como monopolios de la verdad absoluta.
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