Se trata de una novela autobiográfica –el autor se apellidaba Belleguele, hasta que lo cambió por Louis– donde no sólo se cuenta los escalofriantes episodios del abuso padecido a manos de compañeros, padres y el pueblo en general como consecuencia de natural amaneramiento y homosexualidad. “Creían que yo había elegido ser afeminado, como si fuera una estética personal a la que me hubiera apuntado para disgustarlos”(1).
Al llamarle marica una y otra vez, se convirtió en una palabra lacerante, “me la grabaron para siempre, como un estigma, como eso que los griegos marcaban en el cuerpo, con un hierro al rojo o con un cuchillo, a los individuos que se apartaban de la norma y eran un peligro para la comunidad”(2).
La parte que me parece más importante de resaltar era que el pequeño Eddy estaba convencido de que todos a su alrededor tenían razón y que el culpable era él por ser distinto. Intentaba seguir las costumbres de sus próximos, que no hacían el menor esfuerzo por entenderlo; a fin de cuentas, era él quien salía del orden establecido y quien debía esforzarse por ser «normal».
A lo largo de la trama relata la vida y limitaciones que enfrentaban las mujeres, la violencia y alcoholismo de su padre, la intolerancia generalizada e infinidad de detalles que enmarcan la descomposición de su núcleo familiar así como la imposibilidad de entender su propia vida ni la persona que era. Su madre, por ejemplo, se había casado demasiado joven, había dejado la escuela, se dedicaba al hogar, a cuidar a los hijos, a cuidar a su marido, a mantener las cosas limpias. Consideraba que había cometido un error al hacerlo de ese modo, pero en realidad el devenir de su vida formaba parte de una serie de condicionamientos preestablecidos que la condujeron a un destino ineludible.
Al respecto Eddy explica que su madre “no se percataba de que, por el contrario, su trayectoria, lo que ella llamaba sus errores, encajaba en un conjunto de mecanismos completamente lógicos, casi dispuestos de antemano, implacables. No se daba cuenta de que su familia, sus padres, sus hermanos y hermanas, e incluso sus hijos, y casi todos los vecinos del pueblo, habían tenido los mismos problemas, que lo que ella llamaba errores no eran, en realidad, sino la más acabada expresión del desarrollo normal de las cosas”(3).
La confusión de Eddy al respecto de su cuerpo y su sexualidad fue de de tal magnitud que no sólo se busco un par de novias que lo hicieran lucir como un chico corriente, sino que en su desesperación por encajar, terminó por comportarse como un homofóbico ante otros niños que, como él, no encajaban en el patrón aceptado.
Casi nunca logró engañar a su cuerpo y nunca pudo tener encuentros sexuales con esas parejas forzadas. Lo más que conseguía era besarlas, una vez vencida la repulsión que le producían: “la besé, con ese leve asco que acompañaba siempre nuestros besos”(4).
Por fin Eddy consigue irse para continuar sus estudios lejos de esa familia a la que detestaba. Además, al contrastar su existencia pasada con el entorno que encontró en el liceo, entendió que todo lo que había aprendido respecto a la vida, sobre los demás y sobre sí mismo era mentira. Sólo podría alejarse de verdad si conseguía deshacerse el lastre de sus creencias: “Quería estar ya lejos de mi padre, lejos de ellos y sé que para eso tengo que empezar a revisar por completo todos mis valores”(5).
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Referencias:
(1) Louis, Édouard, Para acabar con Eddy Bellegueule, Primera Edición, España, Salamandra, 2015, Pág. 25
(2) Íbidem, P. 15
(3) Íbidem, P. 60
(4) Íbidem, P. 165
(5) Íbidem, P. 183
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