Este próximo 6 de junio se llevará a cabo en nuestro país la elección más grande de la historia. Se elegirán 21 368 cargos donde destacan la renovación de los 500 diputados federales –300 de mayoría relativa y 200 plurinominales– y 15 gubernaturas. Además de la importancia por la cantidad de cargos que se renovarán, las elecciones intermedias siempre han jugado un papel estratégico para medir el estado de ánimo de los ciudadanos respecto a sus autoridades y las diferentes opciones políticas.
Además, pienso que esta elección es particularmente importante por varios elementos que me parecen clave, a decir:
∙ Es un referéndum más allá de un proyecto de gobierno. Normalmente las elecciones intermedias son un referéndum del gobierno federal en turno y su programa de gobierno. En este caso es más que ello. El presidente ha dejado en claro que lo que se va a decidir este 6 de junio es un cambio de régimen denominado la Cuarta Transformación (4T) que considera cambios radicales en las instituciones, las prioridades nacionales y visiones de futuro que abarca el rediseño del sistema político y económico.
∙ El presidente en campaña. Sin importarle las limitaciones establecidas en la ley y desafiando a las instituciones electorales, el presidente se ha convertido en los hechos en el jefe de campaña de su partido Morena. Interviene en elecciones locales, acusa, califica, descalifica, reta y distrae a conveniencia. Este comportamiento presagia acusaciones legales y la judicialización de algunas elecciones locales.
∙ La oposición desorientada. Pese a los esfuerzos de unirse en un solo bloque denominado Va por México por parte de los partidos PRI, PAN y PRD, la oposición ha sido incapaz de justificar su alianza y proponer una oferta política alternativa que compita contra la 4T. Sus discursos se reducen a criticar al actual gobierno y señalar sus evidentes errores.
∙ Elección local. La sorpresa en las elecciones donde se disputa gubernaturas es que se volvieron locales, a excepción donde hay una clara intervención del presidente. Sin el peso de la imagen del mandatario en las elecciones locales a gobernador, los resultados se han cerrado. De un pronóstico inicial del triunfo de Morena en 12 de 15 gubernaturas en disputa, los más conservadores hablan de triunfos de la oposición en al menos 6 gubernaturas.
∙ Campañas tradicionales y aburridas. Pese a los retos que imponía la pandemia y la importancia del mundo digital que invitaba a la disrupción y la creatividad, las campañas han sido básicamente tradicionales, predecibles y aburridas. Son demasiados obvias, con mensajes y ofertas muy parecidas, la mayoría inviables desde el punto de vista presupuestal e institucional.
∙ Desconexión del humor social. Las campañas están desconectadas de las principales preocupaciones y del humor social. La mayoría de los mexicanos siguen preocupados por el covid-19, sus ingresos y la incertidumbre. Además, se sienten abandonados por los gobiernos y muy preocupados sobre su futuro. Mientras tanto, los candidatos prometen y hasta en tonos festivos piden el voto.
∙ Ataques al INE. Está claro el deseo presidencial y de Morena de debilitar al INE. Las diversas controversias, ataques, desafíos y descalificaciones lo dejan claro. Incluso, han llegado a amenazas contra los consejeros, algo inaudito en una democracia.
∙ Narco toma fuerza. A la fecha se han asesinado a 32 candidatos, en muchos de los casos está clara la participación del crimen organizado. Este es un dato público. El dato que preocupa y que es difícil de conocer es cuántos candidatos promovidos por el narco estarán participando en esta elección. Tenemos un problema creciente y complicado de enfrentar.
∙ Gobernadores en silencio. La mayoría de los gobernadores, principalmente de oposición, que normalmente han sido activos en las campañas para apoyar a los candidatos de sus partidos, en esta campaña se han mantenido al margen, callados, ausentes, suscitando rumores de amenazas y negociaciones a cambio de no tener problemas en sus salidas del poder.
∙ Judicialización de la elección. La cereza del pastel será la muy probable judicialización de varias elecciones que terminen con resultados cerrados. Ello podría ser un derecho de quien se sienta agraviado, seguramente se convertirá en dudas y especulaciones de presiones a las autoridades judiciales electorales.
Creo que viviremos un proceso complejo, complicado y que contribuirá a la creciente polarización del país. Una preocupación final es el porcentaje de participación electoral. Algunos especialistas hablan de 50%, con una seria baja de participación de los jóvenes. Ojalá no sea así, porque sería un terrible mensaje para nuestra democracia y su salud. Ya veremos.
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