Amanecemos con un vecino que un día alienta el ánimo, el siguiente lo declara nulo…
Amanecemos con un vecino que un día alienta el ánimo, el siguiente lo declara nulo o en franca suspensión de lo pactado, que trastoca acuerdos que trascienden la escena de la inversión, de la seriedad del compromiso que involucra planes de futuro, de expansión y de intercambio que existe como prueba fehaciente de décadas. El presidente Trump ignora que las bases sobre las que descansan acuerdos comerciales, tienen trayectoria económica relevante y trascienden la improvisación y la arbitrariedad que él practica con desplantes de desafío y planteamientos que condicionan o sujetan sólidos preceptos de comercio a interpretaciones subjetivas de un imaginario que no existe más allá de su mente y su concepción de guía redentora de una nación que asume como abusada.
Su desafío a su propio congreso dicta, en sentido estricto, una revocación de intervención que no lo faculta. Su entendimiento de defensa de los intereses de Norteamérica, que asume como suya, se cifra en un dato acumulado de campaña con el que despierta cada día: un déficit comercial que nutre su rebelión de tiempo atrás, rebelión de lo establecido, de su antisistema, de su arrogante displicencia para enterrar preceptos que concibe en un anacronismo que hunde su fortaleza, interpretada ésta en la prepotencia y en el rechazo sistemático de todo lo creado conforme al dogma y al rumbo del pensamiento moderno de política económica.
Sitúa circunstancias y crea escenarios de su competencia, sin razón o con alguna parte de ella, pero se enfoca en un liderazgo preconcebido de incertidumbre para someter siempre. Sus eufemismos ya los conocemos, NAFTA por acuerdo con tal de haber logrado que impere su instigación y voluntad. Sea sustitución de forma con escasa dirección de fondo, su interés subsiste para demostrar su poder, mismo que ostenta como omnímodo para amenazar a su congreso y evitar revisión de sus imposiciones. Así lo hizo con los mercados, los que sentencia a pérdidas inusitadas si llega a juicio, el formal, el acusatorio, el que lo llevaría a la cárcel.
El mundo se pregunta si está por encima de la ley. Su congreso también, y finalmente el pueblo norteamericano, cimentado en una cultura de difusión, que no propia, no sabe responder, o no lo desea porque detesta el enfrentamiento de una raíz sepulta en la intolerancia que despertó el llamado de otra doctrina supuestamente enterrada en la historia, la de Monroe: América para los americanos. Trump revivió el ostracismo de la supremacía y el pueblo lo dispensa con gratitud exacerbada ante una modernidad en supuesta integración desde los años del reverendo Martin Luther King. Su discurso popular tiene sometido el carácter libertario desafiado por inmensas minorías como todo imperio en la historia universal.
Viajamos al sur y descubrimos la vía de otras imposiciones, todas emanadas de un solo individuo por nación, para no dejar de atemperar el legado de las instituciones. Nicaragua, la que fue de Somoza arbitrio y tutela patrimonial, en manos de otro dictador: el genocida Daniel Ortega, que sometió a Nicaragua en el año 1979, en donde erradicó una dictadura para instaurar la de él hasta 1990, para retomar el poder desde el año 2006. Como en todas las dictaduras de nuestra región, el crimen, los desaparecidos, la represión, afloran en el diario acontecer de la vida nicaragüense.
El curso de nuestro espectro de análisis nos sitúa en la verdadera tragedia del populismo: Venezuela, con Maduro al frente, con una reducción de su economía de un tercio entre 2013 y 2017 y con un esquema de desastre económico que el mundo nunca ha contemplado en una nación sin guerra. El “paquetazo rojo” como lo ha denominado su dictador, le quita a la vieja moneda cinco ceros y la convierte en una moneda convertible al petro, que nadie sabe qué lo rige, y en un supuesto de ironía cambiara, lo liga al dólar. Su paquetazo devalúa el bolívar de 250,000 por unidad y lo reubica en 6m. El petro, basado y en supuesto respaldo de reservas petroleras, que se han visto reducidas a la mitad desde 2014, no inspiran confianza del mundo atento a las calamidades internas del país, que apuesta con Maduro a una reestructuración de su economía con un aumento de 3000% en el salario mínimo, cuando no existe correspondencia de valor entre el salario y la oferta del mínimo de subsistencia y la tasa de inflación llega al inimaginable margen de un millón por ciento. La mística bolivariana se diluye en el juego de la historia de libertad y se confunde en el juego perverso de la turbiedad, la represión y el autoritarismo.
Argentina, en el colmo de las malas decisiones juega con sus reservas para el sustento de una moneda que no alcanza límites de cambio pacífico, y que dota de incertidumbre su propia historia de rechazo a las convenciones de banca. Surgen las épocas del capricho y rechazo que sometió en los años noventa a un pueblo no acostumbrado a bajar la cabeza. Su desesperación eleva su tasa de referencia a un inusitado 60% para desafiar el éxodo de capitales y reunir carteras institucionales de tesorería. Macri anuncia sus arreglos con el Fondo Monetario Internacional y la llegada de 50,000 millones de dólares, 15,000 ya presentes que ayudaron al esquema de subasta de dólares y 35,000 para situarse en el curso del 2019. La tasa de referencia del 60%, podemos compararla con Surinam, país que sigue con la tasa más alta, de apenas 25%. Turquía con su lira presionada sigue en tercer lugar con 18%. México, con 7.75% reúne perspectivas muy distintas, sin crisis internas y con mercados regulados desde una iniciativa de estrategia como economía emergente. No es comparable, a pesar de lo elevado de la tasa. México es recipiente de recursos cuantiosos de rédito confiable.
Bolivia apunta a la candidatura de otra dictadura si Evo Morales se postula para su cuarto período que iniciaría en 2020. Si Evo se postula y triunfa se enlista en los que han desechado la vía democrática para imponer su visión de estado y control de toda una nación en un solo mando: Fulgencio Batista en Cuba, Augusto Pinochet en Chile, Jorge Videla en Argentina, Alfredo Stroessner en Paraguay, Hugo Banzer en Bolivia, Anastasio Somoza en Nicaragua, Francois Duvalier en Haití, Alberto Fujimori en Perú, Hugo Chávez en Venezuela y ahora Maduro y Ortega, en Venezuela y Nicaragua, sin olvidar pasos de desastre de Manuel Noriega en Panamá y Abdalá Bucaram en Ecuador. Una región en turbulencia, creada por una corriente que nutre y agita pero no orienta ni conduce: el populismo.
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