Presupuesto y Dinero

Es intencional separar estos dos vocablos aún cuando ambos involucren recursos; el presupuesto reúne una mira gubernamental y el dinero tiene miras múltiples pero la fundamental es una: mercado. Los analistas y especialistas ya preparan la revisión...

5 de julio, 2021

Es intencional separar estos dos vocablos aún cuando ambos involucren recursos; el presupuesto reúne una mira gubernamental y el dinero tiene miras múltiples pero la fundamental es una: mercado. Los analistas y especialistas ya preparan la revisión que sostendrá el presupuesto para la nación en 2022. Preocupa porque en los casi tres años del ejercicio presupuestal de la transición en turno, los lineamientos del gasto corriente no se han respetado; la improvisación que ha caracterizado a esta administración, ignora, desvía, cancela o impone renglones de gasto. Asimismo, ha roto con las premisas esenciales de licitación para las erogaciones más importantes y en materia de adquisiciones la opacidad ha imperado.

El presupuesto del gobierno en turno trastocó todas las acepciones de protección y cobertura del esquema social, educativo y salud pública entre innumerables actividades que ahora padecen de esta práctica de abandono. El afán centralizador para efectos de control y de dispersión selectiva, ha desbocado el rumbo del gasto, ha borrado programas en marcha y ha dislocado conceptos de la agenda social. Es por ello que a la mitad del camino recorrido de esta transición se torne imperativo una revisión minuciosa de las prioridades y de los rezagos que inundan el reclamo de un contrato social traicionado. 

La austeridad adjetivada como republicana ha sido un fiasco y la concentración del recurso, provocado por el desmantelamiento de reservas y otras alternativas de contingencia, han secado las arcas de la nación. El intento de captura clientelar ya desborda el ánimo de una sociedad inmersa en el pasmo y la expectativa; en el primer enunciado la clase trabajadora y en el segundo la pasividad relajada en la dádiva. La división aflora en aspectos de convivencia y reto de continuidad de unos y otros. No existe entendimiento posible cuando de un sector existe sostén y aportación productiva y del otro la simple expectativa ya enunciada. 

La división de la sociedad es patente como patente es la intención del gobierno. El modelo popular en el señalamiento de prácticas que atacan la acumulación y la avidez no hacen más que suscribir las fórmulas antagónicas de la igualdad, quimera de años de oprobio y descalificación aspiracional, sembrada en un socialismo que ha transitado por mentes excluyentes del individualismo, del esfuerzo y del sueño creador. El socialismo ignora que cuando un gobierno pierde su mediación se convierte en un extremo, exiguo o dictatorial, ambos nocivos para el orden social.

El socialismo ha ignorado el precepto fundamental de libertad, entre muchos otros preceptos que traicionan la asociación, la unión de intereses y la creatividad. El factor de interpretación es crucial para el entendimiento entre seres humanos; la interpretación sin guía puede derivar en la pretensión socialista para juzgar destino y cuota de participación. Toda medida que atente contra la exclusión de juicio ante un todo que se llama producto, es una medida totalitaria e interpretativa de apropiación de mandato y contrario a la democracia. La democracia es una función de medida, por tanto el socialismo la rechaza. Los modelos totalitarios no quieren ser comparados ni medidos. 

En ese camino transita México; si es en forma parcial, tanto da, esa es la pauta de esta visión de gobierno. El presupuesto que avizora recomposición de los esquemas sociales y cierta reestructuración y orden ante la nueva legislatura, desde luego propone cierto equilibrio y cierto freno al desbocado gasto del gobierno. La captura de voluntades no aminoró la intención latente en la dispersión de la riqueza nacional, pero los haberes de la nación ya no son los mismos al inicio de gestión. La ruta de la deuda ya coloca al país en renglones de atención y cobertura en duda; la imposición fiscal sería el camino erróneo cuando la recomposición de la economía está en proceso. 

En este cruce de mitad de sexenio, contemplamos un gobierno debilitado en sus propósitos y alcances; si examinamos el producto de la nación daremos cuenta de que una lucha de poder económico la perdería el gobierno. La participación privada supera el 83%; la participación de todo el aparato del Estado quedaría en el restante 17%, con la prerrogativa que requiere prácticamente de toda función presupuestal para alimentar el costo de la burocracia y el costo del servicio de una deuda que supera el 52% del producto. 

Los números mencionados limitan poder de maniobra pero limitan poder de acción para continuar obra innecesaria y fallida de origen en tres proyectos inútiles. Limitan también esa obstinación para imponer la dádiva como sustento de mercados y robustecimiento de cadenas productivas. El ahorro que nunca se dio pero que cundió en el discurso, ya desvió metas de política económica en forma sustancial. El exterior observa, analiza y sanciona en las áreas que precisan de revisión y rumbo. En otras, también se observa el costo de oportunidad para situar inversiones en donde flaquearon los soportes gubernamentales en épocas críticas de pandemia. La quiebra de un millón de empresas es fracaso de política económica pero es a la vez vacío que cubre la inversión seria y responsable.

La franca ausencia de política económica con un proyecto sólido no impacta del todo la cimentación de confianza de la política monetaria del Instituto Central, el Banco de México; ahí es donde se recomponen variables y niveles de confianza para amortiguar el desorden y compulsión del gasto de un gobierno sin talento profesional. Esa es la alusión al dinero que inicia este texto; es en esa solvencia de un organismo autónomo en donde se cifran soluciones de largo plazo. Es en esa tesitura en donde radican esquemas de recomposición e iniciativas empresariales. Es en ese mercado de dinero, que se traduce en capitales en donde existe esa gran posibilidad que se denomina compás de espera en lo que se va esta transición fallida, para recomponer nuestra economía.

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