La política económica y fiscal de cualquier país debe tener cierto grado de flexibilidad para ajustarse a los cambios estructurales y coyunturales. Esto significa que se deben evaluar nuevos y viejos paradigmas para enfrentar los retos económicos y también las necesidades de la población. Un buen ejemplo de este ejercicio está ocurriendo en Estados Unidos, en donde el partido Demócrata ha revivido el debate para gravar a los más ricos, luego de haber mostrado una postura más laxa durante la administración de Bill Clinton1, en la que se redujeron los impuestos a la inversión, se desreguló Wall Street y se observó de manera general una postura más amigable hacia el mundo corporativo.
Dicha flexibilidad fue posible gracias a las condiciones económicas que prevalecieron en la década de los ochenta y noventa, en Estados Unidos. Esta situación cambió radicalmente a principios del siglo XXI, pues el crecimiento económico del país y el ingreso de las familias norteamericanas comenzó a ser notoriamente menor, generando así, un estancamiento económico y una creciente desigualdad entre la población. Conforme a varias mediciones de bienestar, Estados Unidos está peor posicionado que otros países de ingreso alto. Por ejemplo, la expectativa de vida ha crecido menos desde 1980 en comparación a Canadá, Japón, Australia, Reino Unido, Francia, Alemania, entre otros. En parte, por datos como esto se origina el debate sobre la necesidad de aumentar las tasas a los más ricos, pues la evidencia muestra que las políticas de mercado adoptadas previamente han beneficiado más a los ricos y no al país en su conjunto.
Uno de los ejes de campaña del presidente Joe Biden fue la implementación de una política fiscal progresiva, basada en el aumento del impuesto sobre la renta, el impuesto a las herencias, los impuestos a la inversión, así como el impuesto corporativo. Todo indicaba que, una vez ocupada la oficina oval, el Partido Demócrata buscaría revertir el descenso de las tasas impositivas de los ricos, pues todos ellos votaron en contra de la propuesta impulsada por Trump en 2017 de recortar los impuestos a los ricos, sin embargo, esto no ocurrió.
Hoy en día, los Demócratas de la Cámara y el Senado están planteando una reducción del alza en las tasas impositivas propuestas por Biden, por lo que actualmente no existe un consenso sobre el proyecto de ley final. Es muy probable que el plan no retome lo planteado por Biden en campaña y que se considere la propuesta del Senador por Virginia del Oeste, Joe Manchin, la cual es más moderada.
La gran pregunta es por qué los Demócratas están adoptando una actitud de esta naturaleza cuando, aparentemente, había un consenso para aumentar las tasas, incluso, antes de iniciar la administración actual y, además, cuentan con el apoyo de la sociedad para llevarla a cabo, pues, de acuerdo con el Pew Research Institute, el 80% de la población está en contra de que los ricos y las grandes compañías americanas no paguen la cantidad justa de impuestos.
Desafortunadamente, la respuesta está en el dinero. Por una parte, algunos Demócratas de Centro, como Manchin, han sido comprados por los grupos más poderosos y sus cabilderos para reducir las tasas planteadas por Biden a cambio de donaciones para las campañas. Por otra parte, los demócratas de izquierda son financiados por una red de donantes/ empresas más progresistas. Aunque el ala “corporativa” del Partido Demócrata es reducida, sus decisiones tienen gran impacto, particularmente porque los demócratas sólo podrían aprobar una legislación en el Congreso con un acuerdo casi unánime. De acuerdo con los especialistas, la solución para lograr este anhelado aumento a los impuestos de los ricos radica en ganar más elecciones y con ello, más espacios en el Congreso.
Esta discusión es importante para países como México, en donde hay una clara afectación del crecimiento económico y un aumento en la desigualdad, por lo que resulta conveniente fomentar la discusión sobre el tema. Como es sabido, la administración actual ha rechazado la implementación de una reforma fiscal, pero como bien señala el ejemplo de Estados Unidos, en la política económica deben hacerse los cambios necesarios para atender las necesidades de la población, de lo contrario, estaríamos asumiendo que la economía es estática, lo cual no funciona así2.
1 Bill Clinton fue presidente de los Estados Unidos de 1993 al año 2000.
2 Nota elaborada con base en Americans strongly favor rising taxes on the rich. So why are democratas struggling to do so? New York Times, 7 de octubre de 2021. David Leonhardt
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