En el tema de finanzas se han mezclado una serie de interpretaciones que supuestamente engloban un universo de números que genéricamente tienden a difundir una esencia de lo “financiero” sin discurrir el origen de las finanzas en mercados, valores, transacciones y otras repercusiones. Las finanzas las crean las empresas y ninguna otra entidad que no sea productiva; es particularidad del agente productivo esta creación numérica e interpretativa por definición. Las finanzas de la empresa surgen por su capitalización; sin estructura de capital no existe empresa, esto es, una base de capital que no solamente se compone del capital inicial, también de la mezcla de sus pasivos de plazo, toda vez que la interpretación moderna del Capital Asset Pricing Model, aceptado mundialmente, contempla la deuda de plazo como efectivo no creado en el tiempo. Esta visión de la transformación de capital a activos y de activos al proceso productivo, fundó las bases de una visión diferente en cuanto al potencial de la empresa. Las empresas se valuaban por su tenencia de activos, por así llamar a la planta y equipo en los renglones del activo fijo. La concepción de flujos de efectivo cambió radicalmente la noción de valor de las empresas, situando su verdadero potencial creativo en la producción de efectivo.
Esta nueva noción de valuación permitió una novedosa fluidez de acceso a mercados de capital, que previamente consideraba el amparo crediticio en sustento y garantía de activos ignorando la verdadera capacidad de repago en la creación de efectivo. El impulso a la empresa bajo esta óptica significó una mayor movilidad financiera y un natural despegue de mercados de capital. Surgió entonces una interpretación de valuación para adecuar la creación de efectivo a un valor actual. Significar una inversión en Valor Presente, agilizaba toda pretensión empresarial para fondear proyectos y ampliaciones de mercados. Se mencionó la estructura de capital como asiento primordial de capitalización; el siguiente paso consistió en promediar el costo de todas las fuentes de financiamiento de la empresa para destacar un costo promedio que pudiera ser la medida, como mínima recuperación, de cualquier proyecto que emprendiera una empresa.
Este paso se conoce como Costo del Capital, una medida precautoria para ser superada por nuevas inversiones. Este Costo del Capital es una simple tasa de descuento de todo flujo de efectivo futuro para ser evaluado en Valor Presente. Para los mercados, esto es, para los mediadores del capital, llámense bancos comerciales o de inversión, la técnica del Valor Presente se ha convertido en herramienta indispensable para valuar empresas y para evaluar y calificar proyectos de inversión.
Entonces, a partir de estas premisas ya citadas, las finanzas corresponden a las empresas como agentes productivos; no es más que conceder el mérito de emprender y crear. La empresa es el pilar del producto de una nación, es el único vehículo conocido para transformar cualquier noción que se tenga de materia prima en producto terminado; la empresa es el verdadero productor de satisfacción material. También lo es en el renglón de servicios. Emprender incluye un factor de riesgo, riesgo que se minimiza en ese proceso ya mencionado como flujos de efectivo descontados en su costo promedio de capitalización, para su correspondiente evaluación y natural emprendimiento de cualquier idea. Eso es la empresa, eso es ser empresario, facultad exclusiva de iniciativas libres y privadas. Si eso lo entendiera el populismo que ahora gobierna la nación, estaríamos en una situación de ahorro de más de 2,500 millones de pesos que diariamente se dispendian en todo lo improductivo que creó el sexenio de López Obrador.
La lección para una nación como México con una economía abierta, sería jamás permitir la incursión del gobierno en actividades reservadas al sector productivo. En esa lección, convendría repasar o redimir una imagen conceptual en cuanto a modelos económicos que han trascendido una ruta equivocada en su verdadera acepción: el modelo neoliberal. Satanizado el concepto una y otra vez en el discurso del populismo como una interrupción en la vida social y en la “correcta” dispersión del producto de la nación, que el populismo contempla en su función acumulativa y no transformadora, el concepto, conviene citar, dista de ser una doctrina que renueva las bases de un capitalismo que sienta las capacidades creativas y respalda el emprendimiento de ideas, como ya fue explicado. El modelo neoliberal, es simplemente una acepción de término que impulsó la Escuela de Chicago para acentuar la importancia de adelgazar la estructura gubernamental y dar paso a la función productiva. Desde luego, el discurso del 2018, retaba, con toda su incongruencia de origen, el poder económico por encima del poder político y desde ese infortunado año padecemos lo que padecemos, una franca ruptura en la formación de capital.
Por otro lado, la mediación de valores y activos derivados del orden financiero, no son finanzas, simplemente son derivados. No existen conceptos como finanzas públicas, lo público son recursos derivados de la función activa de agentes productivos que dotan al gobierno de recursos en la renta nacional. Si los conceptos que invaden, por su concepción natural el terreno de la economía, fueran respetados y situados tanto en discurso como en acción, tendríamos no solamente mejor comunicación, tendríamos una mejor comprensión de esquemas vigentes que no debieran ser soslayados como la economía abierta de México y tratados comerciales. El discurso populista trastoca lo evidente, en eufemismos que confunden metas nacionalistas en una soberanía intacta e incólume perfectamente resguardada en preceptos constitucionales. Desviar las evidencias es tanto como preconcebir las finanzas de la empresa con una captura general de todo lo que se conciba como monetario. Este gobierno captura la esencia de “pueblo” en esa universalidad que media entre el individuo y su gobierno. Crear dista mucho de mediar y quise reflejar las finanzas como punto de creación, como lo es el individuo, creativo, al tiempo de distanciar sus anhelos de una función de simple mediación que debería ser su gobierno.
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