El Costo del Capital que Ignora el Populismo

Si consideramos el camino de la deuda, aunado a los castigos ya presentes de las calificadoras y el riesgo crediticio de la nación, el problema en 2025 será de consecuencias muy serias para las finanzas públicas.

2 de septiembre, 2024 El Costo del Capital que Ignora el Populismo

Para establecer un punto de partida sobre cualquier discusión del populismo, es preciso dejar sentado que nace o surge de una bonanza económica creada por otros que naturalmente no fueron populistas. El populismo en realidad no es un modelo social, económico tampoco; es simplemente un reclamo en el acomodo social, una especie de irrupción de un esquema económico, político y social también, en marcha. En la historia reciente y no tan reciente por igual, el reclamo al que se alude, cubre una proclama que intenta protección de clases en desamparo o marginación. Normalmente nace con un discurso que segrega el poder político del poder económico pero el intento eventualmente diluye este último en la supuesta esencia invasiva en el poder político que debiera radicar por principio en las clases que originaron la proclama de inicio. Esta reversión de poder, tal vez logrado en legitimidad democrática, debe ser contestado para reducir el poder económico que contamina todo reclamo social de igualdad. 

La tésis no es nueva en el orden de ideas que la historia ha amparado en la gesta social; pero el concepto de igualdad difiere en el entorno económico, por la natural escala de preparación y capacitación individual. Asumir igualdad es un atentado al ingreso y una aberración económica en la contribución de los costos a los márgenes de utilidad de los agentes económicos; el individuo participa en la misma proporción de competencia que cualquier empresa. El terreno de los derechos es otra cosa y el populismo no abunda en ellos, porque el verdadero frente de su supuesta proclama es el recurso económico.

Entonces, retomando el inicio del reclamo popular, el origen, se insiste, es la bonanza económica; de otra manera no existiría el punto de partida que exige o demanda reparto de esa bonanza. Si el populismo logra una fórmula de gobierno, la acción inmediata es el reparto, reparto de lo que sea riqueza, reservas y lo que tenga efecto de acumulación, que es la esencia de un gobierno popular. La acumulación es finita por definición. El primer descuido del populismo es la producción o creación de nueva riqueza, por expresarlo en forma sencilla. La acumulación se da una sola vez y se extingue. Esta es la falla toral de un sistema popular, el abandono de sistemas productivos y el abandono, en ocasiones por confrontación con las clases productivas. 

Ahora bien, no todo sistema popular logra una instalación perfecta de metas populistas en exclusividad. Nuestro medio ha demostrado una resistencia natural a la implantación de metas absolutistas y totalitarias; nuestra economía es abierta y se encuentra circunscrita a tratados internacionales vigentes. El producto de la nación es en esencia privado y otras prerrogativas, empresariales todas, han podido contrarrestar medidas atrabiliarias y regresivas; no obstante, las fórmulas de gobierno han superado expectativas de reconocimiento a la banca, la industria y el comercio. Los destinos de la nación todavía penden de acomodos de corto plazo en una transición por demás complicada tanto en lo interno como en lo externo.

Hay un capítulo que preocupa en el entorno de nuestra economía y en sus costos de oportunidad, básicamente en la inversión. Si se supera esta etapa de la confianza en el marco jurídico, la recomposición de la gran economía enfrenta diversos desafíos, empezando por el endeudamiento irresponsable del gobierno saliente; en tan solo dos años, la deuda se ha incrementado del 46 % del PIB a más del 49 % al cierre de este año. El presupuesto de la nación, anualizado, ronda los 8 billones, de los cuales, 1.2 billones tan solo, serán destinados al servicio de la deuda en un solo año, el 2025. Este gobierno, quebró a nuestra petrolera, destinó casi 1.3 billones para un rescate que nunca debió existir, porque no lo requería; el modelo de negocio de Pemex exportaba crudo pesado e importaba gasolinas, la perforación profunda no era un costo para la nación con la reforma energética heredada del régimen anterior. 

El déficit fiscal será de 5.9 % y naturalmente será inmanejable, por más pronunciamientos de la Secretaría de Hacienda. Y tenemos un problema mayor: las obras del gobierno se hicieron sin estudios de rentabilidad y su fondeo jamás respetó el costo del capital y su posible retorno; son obras no terminadas y serán confiadas a manos igual de inexpertas que las de la administración que se va en un mes. Si consideramos el camino de la deuda, ya irrenunciable, aunado a los castigos ya presentes de las calificadoras y el riesgo crediticio de la nación, el problema en 2025 será de consecuencias muy serias para las finanzas públicas. 

No es solamente el descuido en el uso de deuda, es también el derroche y la opacidad en el actuar del gobierno. El cimiento de los programas sociales ya no existe; conquistó metas de corto plazo, que son las miras del populismo, hizo su tarea redituable en el campo electoral y la quiebra de empresas productivas del Estado obedeció a proclamas vacuas en la soberanía, en el rescate imaginario y en la autosuficiencia, conceptos todos anacrónicos e incompatibles con las miras de las economías abiertas. 

Tenemos costos no resueltos, ingresos por la Renta Nacional con posible recesión en la región, que no cubren el espectro del manto social que pretende el gobierno, organismos financieros internacionales agotados, vías de endeudamiento en moneda extranjera con alteraciones en el tipo de cambio, una actitud gubernamental arrogante y altanera en tiempos difíciles que claman por armonía y cohesión, fuga de capitales y una gran incertidumbre en medidas que extienden representación no correspondida a la voluntad ciudadana y un marco jurídico en franco retroceso con la marcha de una nación que no pierde un ápice de espacio en el concierto de naciones, pero lo pierde en el desconcierto imperante en su vida interna.

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