Del Neoliberalismo extremo al poder sin intermediarios

López Obrador no ha corregido las fallas del modelo para promover un mejor desarrollo social, en cambio, ha resultado ser mucho más neoliberal que Ronald Reagan: el aparato estatal le estorba.

28 de abril, 2023 AMLO ha resultado ser mucho más neoliberal que Ronald Reagan

Estamos en una auténtica “marcha de la locura”, como tituló Barbara Tuchman un lúcido ensayo sobre la estupidez en el liderazgo político. Son tiempos de considerable agitación de la que dan cuenta las redes sociales todos los días, entre noticias increíbles, rumores creíbles, insensateces varias y conflictos que se van entretejiendo a diestra y siniestra en nuestro entorno político. En estos días hemos estado muy entretenidos con el ocultamiento oficial sobre el delicado estado de salud del Presidente y los efectos inevitables en su psique; los ataques verbales del Ejecutivo a la Corte, con riesgo que se vuelvan en algún momento físicos por parte de algunos trogloditas; los cambios propuestos por la 4T en el orden legislativo; el cúmulo de mentiras que leemos en los diarios (“los negociazos” que hicimos con Iberdrola o la venta del avión presidencial) o los graves problemas del país que no se resuelven sino empeoran. Esto en tanto los patriotas mexicanos velamos armas como postmodernos niños héroes en preparación para la invasión yankee (imagino que les recetaremos sendas armas bacteriológicas: tacos de tinga callejeros bañados en salsa de chile de árbol). Me inclino por detenerme en uno de los daños estructurales que me parecen más graves en la transformación nacional que abandera AMLO: la destrucción institucional del estado mexicano, que ya es alarmante (ayer el CONACYT, antes INSABI y Seguro Popular, INDESOL, y lo mismo en ecología, turismo, emprendimiento, etc.). Con esto, estamos ante el gobierno más neoliberal de nuestra historia. 

En sus campañas electorales (desde el 2005), el discurso lopezobradorista ha girado, en torno a dos factores para él causantes de todos los males de la patria: el neoliberalismo y la corrupción aunada a la impunidad. En lo personal, coincido en términos generales con este diagnóstico, aunque habría que hacer diversos matices. Por lo pronto, a reserva de tratar el tema en otra ocasión, cabe decir que, con la 4T, tanto la corrupción como la impunidad han aumentado, particularmente por el crecimiento de las asignaciones directas en las compras del gobierno, por la peligrosa transferencia de poder político y económico a las fuerzas armadas y por la nula disposición a rendir cuentas sobre los proyectos y acciones gubernamentales, además de la política de “abrazos, no balazos” y el desprecio presidencial al marco jurídico cuando no le favorece.   

 

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En cuanto al neoliberalismo hay mucho qué decir. Doy un poco de contexto: Surgió esencialmente desde el pensamiento económico (Von Mises, Hayek) en defensa de la libertad de acción y de elección de los individuos y de la función ordenadora del mercado en contra del poder y la intervención del Estado, que históricamente, llegó a abusos extremos en las dictaduras totalitarias (Alemania Nazi, URSS) o generó significativamente ineficiencia e improductividad en el sistema económico con elevados costos sociales, llevando a la quiebra al Estado Benefactor a mediados de los años 70´s, lo mismo en Gran Bretaña y Francia que en EEEUU y Latinoamérica. Bien aceptados sus planteamientos por varios gobiernos (como el mexicano después de los excesos e insensateces de Echeverría y López Portillo) dada la urgente necesidad de controlar la inflación, equilibrar las finanzas públicas y ordenar el crecimiento económico, el pensamiento neoliberal pronto devino en una ideología que se convirtió en una antropología, una ética y una filosofía política, que reducía al ser humano a un animal calculador egoísta y maximizador de su propio beneficio y a la sociedad a un mero constructo conceptual, que no era más que el conjunto de una serie de transacciones entre individuos, cada uno autónomo y autárquico, decidiendo libremente para realizar sus intereses (recordemos que para Margaret Thatcher no había sociedad sino una serie de individuos tomando decisiones según su conveniencia). En esta concepción de sociedad, no hay estructuras sociales o factores culturales que condicionen el comportamiento de las personas. La vida es un juego de intercambios en que individuos enteramente racionales eligen asignando valores según lo que tienen que dar para recibir algún beneficio, lo mismo en la compra de un bien que en la elección de pareja. Según esto no hay mejor modo de ordenamiento social que el consecuente de la libertad absoluta de mercados, con la mínima regulación posible. El estado debe ser mínimo, como constaba con aquella declaración de Ronald Reagan: el gobierno no es la solución, es el problema.

En el mundo, el modelo neoliberal se implementó con costos sociales altísimos, desmantelando sindicatos, reprimiendo trabajadores y reduciendo los salarios en beneficio del sector empresarial, particularmente de los grande corporativos que acabaron tomando el control político global, como lo acreditó certeramente el historiador David Korten en “When Corporations Rule the World”. Aunque hay que afirmar que no fue tan nefasto como sus críticos más radicales han señalado. Entre sus puntos positivos, se abatió la inflación, se ordenó la macroeconomía y favoreció intercambios comerciales y el flujo de inversiones en beneficio del crecimiento económico. Pese a ello, como lo han documentado lo mismo OXFAM que personajes tan diversos como los Papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, el historiador Tony Judt (Algo va Mal), o los economistas Viviane Forrester (El Horror Económico) o Thomas Piketty (El Capital en el s.XXI y La Economía de la Desigualdad), la concentración del ingreso en el 1% de la población es grosera mientras poco menos de la mitad de la población del mundo vive en pobreza. Más o menos como es el caso mexicano.

Tenía razón AMLO al criticar las contradicciones del modelo neoliberal. Era necesario (y sigue siendo) corregirlo y transitar hacia un nuevo orden postneoliberal, como de hecho lo viene planteando, desde hace varios años, el presidente del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab: Necesitamos avanzar hacia un capitalismo más social, menos desigual y con mayores oportunidades para todos, y ambientalmente más sostenible. Schwab ha dicho que necesitamos ampliar nuestra comprensión del capital más allá de su concepción financiera, para considerar también, como tipos de capital, a la naturaleza y a las comunidades donde las empresas de negocios participan. 

Hace falta rediseñar la política fiscal hacia esquemas que favorezcan una mejor redistribución de la riqueza sin desincentivar la inversión privada; complementar ésta con mayor y más estratégica inversión pública; se requieren mejores regulaciones y una política de desarrollo que equilibre el desarrollo regional y una mejor integración de cadenas productivas de cara al bien común nacional. En vez de esto, el neoliberalismo mexicano (hasta la fecha) abandonó las políticas de desarrollo y de fomento económico, se olvidó del equilibrio regional, la industria nacional se desmanteló considerablemente y  México se convirtió en un país maquilador con una competitividad basada particularmente en los bajos salarios.

Salvo el crecimiento considerable del salario mínimo, la 4T no ha corregido los errores señalados del neoliberalismo mexicano y, de hecho, ha resultado ser el más neoliberal de los que hemos tenido desde 1982. Aunque son de aplaudir el respeto a la autonomía del Banco de México y el orden macroeconómico que se ha mantenido, en cierto modo, López Obrador no ha corregido las fallas del modelo para promover un mejor desarrollo social y, en cambio, ha resultado ser mucho más neoliberal que Ronald Reagan: el aparato estatal le estorba. Para él, la burocracia gubernamental no es la solución sino el problema. Así, muy preocupante es el desmantelamiento institucional del estado, con cada vez menos recursos financieros para operar y menos capacidad ejecutiva para hacer sus tareas. AMLO ha reducido a la administración pública a una especie de cajero automático que distribuye dinero a sus clientelas electorales sin intermediación de ningún aparato burocrático. Nomás que, a diferencia de Reagan y los ideólogos neoliberales, a nuestro Presidente tampoco le gusta el mercado. También le estorba. Él quisiera todo el poder, sin intermediarios. 

 

Twitter: @adrianrdech

 

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