Una y uno

Con la pandemia y los recortes presupuestales a la cultura, muchos artistas, promotores y divulgadores culturales han tenido que buscar nuevas formas de relacionarse con su público ante esta nueva realidad.

24 de noviembre, 2021 Una y uno

Ya empezaron a montar la FIL en Guadalajara. Los autores, los editores y los aficionados al libro estamos como niños en víspera de Reyes. No será una feria como las demás, mucho se habrá perdido: autores, editores, librerías y editoriales a las que ya no les alcanzó la vida para ver la reapertura de la icónica sede. Algunas visitas estarán en las pantallas, pero así se va renaciendo.

En materia de artes editoriales, de movilidad de libros y de hábitos lectores  nos dimos cuenta de que el mercado del libro es en realidad de primera necesidad. Lo confirmó el hecho de que una corriente de salud mental se sintió a través de los textos, de las difusiones culturales independientes para llegar a las manos de quienes lo necesitaban, de quienes descubrieron que la cultura tenía elementos salvíficos, sobre todo para las horas más negras del encierro. Un importante movimiento de clubes de lectura, de cursos de apreciación literaria y talleres de escritura creativa fueron poblando las redes y crearon una pequeña pero creciente masa consumidora de cultura. Las editoriales reaccionaron con inteligencia, ahora lo normal es que el autor salga al encuentro de sus lectores, que conviva con ellos en las salas virtuales de lectura, que comparta su experiencia, su técnica y sus expectativas. Y con esto me refiero a autores noveles y consagrados, a los que se dedican a la novela y al ensayo informativo, a los poetas y a los que escriben libros de autoayuda; todos en el barco que se agita pero no se hunde. Al fin y al cabo, sabemos –bien lo sabemos– que esto no es suficiente, pero que tiene entre sus virtudes no deberle nada a nadie y mucho menos al Estado, lo cual es garantía de independencia intelectual.

La pobre gestión de los premios literarios, su escasa difusión y todavía menor impacto en la población ha modificado el mercado literario. El escritor mexicano se ha tenido que fajar a trompadas con la realidad, no hay ni habrá becas, no hay ni habrá premio salvador, lo que habrá son lectores dispuestos a comprar libros siempre que pueda recibir un producto de calidad con lo que los mercadólogos llaman valor agregado: la charla, el vídeo en las redes, el contacto personal, la reflexión compartida. Y así es como nos vamos integrando a prácticas complicadas, duras, pero también que prometen una mejor salud para el ecosistema del libro en el mediano plazo. El autor, como es en España o en Estados Unidos, se ha vuelto gestor de su propia obra, de la mano de su editor –y aquí los hay activos e ingeniosos e indolentes y descuidados–, es un actor cultural que va formando sus pequeños foros que con esfuerzo crecen, se diversifican y entran en contacto con otros escritores y editores empeñados en la misma tarea; lejos de la verticalidad la lectura, ante nuestros ojos, se está volviendo una actividad orgánica.

En esas prácticas, quienes esperaban un apoyo ya han caído en cuenta que no hay ni habrá ninguno, que habrá que pegarle a la tecla y al click de la computadora para crear y estar atento; pero al mismo tiempo que no hay línea y no porque el gobierno, como todo ente de poder, no la tenga –la hay para temas de militarización, subsidio o pre campañas presidenciales– pero no la hay para cultura porque no interesa, es decir, los eventos que se realizan no pasan de eso y no constituyen política. No por casualidad, los apoyos económicos para la cultura se cortaron de tajo y los grupos independientes fueron vistos con cierta sospecha.

El movimiento contemporáneo por la difusión de la lectura se realiza en cientos de hogares que difunden contenido e invitan a la lectura en miles, millones de dispositivos electrónicos, se eligen temas de común acuerdo y si alguna nota los caracteriza es que en esa libertad conquistada y resguardada el tema de la igualdad y la equidad de género es una de las piezas principales. Somos muchos los grupos de lectura, clubes, cursos, que nos hemos acogido a una idea común que nació sin darnos cuenta; se hace magnífica literatura por mujeres hoy en día, ahora es tiempo de visibilizarla, la fórmula no puede ser más sencilla: “una y uno”, es decir, por cada autor leído, una autora para leer. Paridad de la buena voluntad, sin discursos, sino con el puro ánimo de ventilar la casa y oír todas las voces. Estos son pues, los mejores frutos pese al desastre.

 

@cesarbc70

 

 

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