Una mirada a lo nuestro

26 de septiembre, 2023

Maria del Carmen Maqueo Garza

Voy recibiendo un pequeño libro que encargué junto con un par de obras que demandarán profunda lectura de mi parte. Esas no han llegado, imagino su paso lerdo atravesando medio país para arribar a la puerta de mi casa. Este, por sus características, llegó antes que sus hermanos mayores. En la oferta de una conocida librería en línea no me pude resistir a comprarlo: “Leyendas de Michoacán”. Libro en formato media carta, pasta blanda, que luce en la portada la imagen de una hermosa mariposa monarca.

En lo personal disfruto mucho la narración de cuentos y leyendas populares. Dan razón de otros tiempos, de sus costumbres y búsquedas. Campean lugares comunes como el amor imposible; el duelo por una partida, o las señales que ha dejado el mestizaje en nuestro imaginario. En las tramas contenidas en un libro de leyendas todo puede suceder. Este ejemplar que recién desempaqué y comencé a leer, contiene historias de diversas poblaciones michoacanas; nos acerca a disfrutar un poco de la magia que ahora ha quedado secuestrada por la presencia de redes criminales. Imagino que cada línea de estos relatos fue plasmada desde la tradición oral casi al vuelo. Su estilo es sencillo, pero bien cuidado. Se apetece leerlo de cualquier manera: Lineal o abriendo alguna página al azar. Igual nos pasea por el acueducto de Morelia, como nos transporta con la imaginación a la isla de Janitzio, a la noche del primero de noviembre, cuando los muertos regresan a convivir con los vivos en aquel escenario de flamígeros naranjas. Momento del año cuando se encuentran unos amantes de tiempos de la Conquista, Mintzita e Itzihuapa, quienes murieron por amor. El novio lo hizo de forma trágica bajo el agua, en búsqueda de complacer a la familia de la novia. Ella murió de soledad a la orilla del lago, en una inútil espera del amado. Solamente en ese amanecer del 2 de noviembre se reúnen y se les escucha musitar quedo el amor que se tienen.

Las leyendas de transmisión oral suelen hacer alusión a lo inexplicable, lo que para algunos constituye el “terror”. No en vano suelen contarse al filo de la noche, cuando cualquier vientecillo o un ruido inesperado nos sobresalta. Este es el caso de la leyenda que habla sobre el fantasma de la cascada, cuyo origen no queda claro, pero los que conocen el asunto relatan que su presencia resulta siniestra para quienes se la han topado a medianoche.

Las narraciones populares proporcionan al lector un paseo en tiempo y espacio por diversos escenarios. A través suyo conocemos lugares, costumbres, personajes. Descubrimos los elementos que pueblan el imaginario colectivo. A través de la narrativa de tales historias conocemos valores que permean la diaria actuación de individuos y comunidades. En este libro de Editorial Horus se presenta la historia del origen de la mariposa monarca, que migra a la región durante el invierno. La refieren como la representación de almas de niños y viejos de tribus originarias que, al igual que la mariposa, migraron desde la parte alta de la Unión Americana y perecieron en el camino.

Las leyendas son cuentos fantásticos que tienen licencia para reinterpretarse de acuerdo con quien las cuente. Nos dotan de identidad cultural y siempre nos invitan a asomarnos más allá del relato, en busca de nuestras raíces.

Conocemos las caídas de agua denominadas “Los chorros del Varal” a través de una narración de hechos que, según cuentan, ocurrieron en la población michoacana de Los Reyes, con una rica hacendada y sus tres hermosas hijas casaderas. Tras una gran fiesta de presentación que les organizó la madre, las tres jóvenes desaparecieron y nunca volvió a saberse de ellas. Luego de una búsqueda infructuosa el dolor de la madre fue tal, que hizo que brotaran esos tres manantiales. La geografía se combina con las anécdotas atribuidas a figuras públicas, aderezadas con una pizca de misterio, además de que, en este caso, nos presenta un escenario colonial del que dan cuenta muchas de las fachadas morelianas en el centro histórico.

¡Cuánto nos falta conocer lo nuestro! Zambullirnos en esas tradiciones orales que los autores se encargan de salvar del olvido. Descubrir significados y entender parte de la idiosincrasia de los pobladores de una región. Identidad formada por sus colinas y valles; por sus cuerpos de agua que a ratos parecen espejos, y por la alegría de sus moradores. Conocer más de nuestro propio terruño, así como descubrir las riquezas de diversas regiones de este México hermoso, facilita entenderlo de mejor manera. Solo así, a través del conocimiento, podemos comenzar a amar nuestro patrimonio, hasta albergar la convicción de trabajar por su mejoramiento y conservación.

¿Cuántas leyendas conocemos de nuestra propia tierra? ¿Qué estamos haciendo hoy por preservar esas historias? ¿Cuántos libros de relatos y mitos mexicanos hemos leído? ¿Cuántos sitios de dicho género hemos visitado en la red? Este es un buen momento para asomarnos a los estantes de librerías y bibliotecas, o a las plataformas digitales, para regalarnos un buen rato de lectura, además de ahondar la conciencia de cuidar lo nuestro.

Dice el filósofo que la suma de pequeñas acciones deviene en grandes cambios colectivos. Soy una absoluta convencida de ello.

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