El siglo XX y XXI ha reinventado los mitos antiguos y los ha transformado en una nueva forma de narrar la realidad. Esta nueva mitología son los superhéroes de los cómics que han irrumpido en la conciencia colectiva moldeando nuestra cultura y presentando desafíos al pensamiento ético contemporáneo. Sin duda, uno de los más destacados que ha ido adquiriendo más popularidad desde su reinvención en la década de los 80 es el Caballero de la Noche, Batman1. No solo el drama moral del personaje encapuchado atrae a la audiencia. Es imposible pensar al héroe oscuro desligado de su galería de villanos icónico, donde, el némesis por excelencia es el Guasón. El antagónico payaso ha cautivado a miles de fanáticos con su figura, su retórica y lo que éste pregona: la locura como el culmen del sentido común.
La locura es un fenómeno que siempre ha tenido un lugar especial dentro de la cultura. Históricamente ha desempeñado muchas funciones. Dependiendo de la usanza social, se le ha tratado y entendido desde una simple falta de prudencia hasta una condición médica aborrecible. Michel Foucault en su Historia de la locura en la época clásica presenta una espectacular investigación, cabal y pormenorizada, acerca del fenómeno de la locura en Europa. Su análisis parte desde la simple interacción social, hasta lograr un robusto esquema intelectual descriptivo.
Hoy en día, muy distinto al siglo XIX, la locura y sus personificaciones han gozado de buena fama. Su figura representa algo liberador. Aquí es donde nuestro villano ha ganado fuerza y conquistado la fama. En la novela gráfica The Killing Joke, el Guasón nos invita a una función de gala del espectáculo más aterrador: su mente. Mediante dos líneas narrativas, el presente y el recuerdo2, el payaso príncipe del crimen nos ilustra su motivo, casi como una apologética medieval. Según él, la locura es el paso razonable para cualquiera que entiende la aberración que es el mundo. Mediante una retórica encantadora, con juego y melodías, el Guasón argumenta que solo se necesita un mal día para empujar a cualquier hombre cuerdo, (“cuerdo” en tanto que la sociedad es quien pone la etiqueta), al abismo de la locura. Al contrario de cualquier concepción inicial sobre el loco entendido como aquel que solo pronuncia incongruencias, este villano articula un discurso sorprendentemente sensato. Foucault describiría la locura del Guasón como una sorprendentemente consciente y articulada pues “es objeto de discursos, ella misma los pronuncia; cuando se la denuncia, se defiende y reivindica una posición más cercana a la felicidad y a la verdad que la razón, más cercana a la razón que la misma razón”3. Pues, a pesar de ser el personaje más estigmatizado por su locura, éste emprende una defensa plausible a su estado actual. Por supuesto, al principio esto es difícil de aceptar ya que su método probatorio inicial es capturar al Comisionado Gordon y torturarlo mostrándole fotos de su hija Bárbara donde se le ve herida por un disparo –que la deja parapléjica–.
Sin embargo, el recuerdo del Guasón de su vida previa donde era un frustrado comediante que lo pierde todo tiene el fin de conmover al lector hasta el punto de interpelarlo –aunque no lo diga expresamente–. Podría clasificarse, incluso, de ser una narración apologética; sin embargo, el argumento que presenta hacia la confrontación con Batman es bastante razonable: es la sociedad que, con sus condiciones sociales, su cultura y su situación jurídico-política quien determina en gran medida la vida de sus individuos. Teniendo en consideración que es una postura defendida por muchos intelectuales, antiguos y contemporáneos de diversas disciplinas –entre ellos, san Agustín cuando narra y diserta del robo de las peras en su adolescencia, el psicólogo Philip Zimbardo en su célebre libro The Lucifer Effect y René Girard con su postulación del ciclo mimético de la violencia– no podemos negar que la tesis del Guasón resulta bastante sensata. Basta con revisar las tragedias de Rwanda para corroborar el poder de la masa sobre el individuo. Esta argumentación se demuestra con más claridad en la película Joker protagonizada por Joaquín Phoenix. El Guasón se ríe de la cultura estática, prohibitiva, legalmente mortal. Por ello dirá que su locura no es más que una sanidad superior. Está consciente de la muerte a la que se conduce la sociedad misma, pues lo que hay en la risa del loco es que se ríe por adelantado de la risa de la muerte, y el insensato, al presagiar lo macabro, lo ha desarmado4.
Sin embargo, el Guasón no deja de ser un loco pues, obstinadamente –o por conveniencia– niega la respuesta más acertada al problema del mal comunitario tal como los autores antes mencionados lo mencionan: la persona, aunque está siempre afectada por su comunidad, tiene libertad y es el último control de su acción quien, frente a la violencia, puede optar por la compasión, –la fraternidad, que Beuchot rescata en su defensa de los derechos humanos–. Por ello, cuando el Guasón niega esta conclusión y se aferra a su premisa que todo depende de la comunidad, es cuando el payaso se comporta como un loco, como lo señala Foucault:
“[…] el loco representa la comedia de segundo grado, el engaño del engaño; dice, con su lenguaje de necio, sin aire de razón, las palabras razonables que dan un desenlace cómico a la obra.5”
1 En el mundo del cómic desde autores como Alan Moore en el 1988. Esto desencadenó, en mi opinión, una nueva apreciación y popularidad que se cristaliza en Batman (1989) y en la serie animada del mismo nombre. De aquí en adelante, su popularidad no ha dejado de ascender.
2 Dudoso por ser sólo un posible hecho. El mismo Guasón lo afirma: “Y si he de tener un pasado, prefiero que sea de opción múltiple, ¡ja, ja, ja! Énfasis del original; en Batman: The Killing Joke… p. 40.
3 Foucault, Michel: Historia de la locura en la época clásica I; trad. de Juan José Utrilla, México: FCE, 2015, p. 31.
4 Foucault, Michel: Historia de la locura en la época clásica… p. 33.
5 Foucault, Michel: Historia de la locura en la época clásica… p. 30.
Eterna Silvia
Silvia será por siempre un orgullo, un ejemplo a seguir para las mujeres y especialmente para las mexicanas.
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