Leer por placer es un privilegio. Emprender la lectura como actividad gozosa. Destinar tiempo y dinero para comprar un libro y sentarse a recorrer línea por línea las historias que algún escritor o escritora preparó para nosotros, no es deleite para todos. Constituye un regalo para el espíritu que hay que saber ganarse.
Leer y luego compartir la experiencia lectora con otros es aún más gratificante. Dar cada uno su opinión y descubrir qué tanto coincidimos o diferimos respecto a los otros lectores, sin lugar a duda enriquece nuestra apreciación de la obra. Por tal razón los círculos o los clubes de lectura facilitan una práctica que amplía la lectura individual multiplicándola por muchas otras experiencias lectoras.Finalmente, si a ese círculo de lectura acude el autor o autora del libro a comentar su obra, el enriquecimiento crece al máximo. Tal fue el caso que viví días atrás con la lectura de la novela “Huracán” de la novelista regiomontana Sofía Segovia, probablemente más conocida por su novela “El murmullo de las abejas”. La obra es deliciosa. Está armada mediante la convergencia de tres historias, una central y dos subsidiarias, que vienen a coincidir en una playa mexicana durante un fenómeno natural que impacta a cada uno de los personajes de muy distintas maneras. Los dos protagonistas centrales, cuya historia se desarrolla en distinto tiempo, interactúan con los personajes secundarios que llegan a la isla de vacaciones y se topan con el fenómeno natural, que no hace más que magnificar la dinámica que manejaban unos con otros antes del evento. La autora tiene el acierto de llevarnos a conocer a fondo la vida de Aniceto Mora, el Regalado y de su descendencia, en una población que tuvo características aldeanas en la época previa al huracán y que fue cambiando con el tiempo hasta convertirse en un centro turístico de alta demanda.
Segovia va tejiendo una historia subterránea que se asoma de vez en cuando y que nos confronta con realidades económicas, sociales y antropológicas propias de diversas regiones de nuestro México y del turismo extranjero que suele visitarnos. De alguna manera la autora –según sus propias palabras—señala problemáticas existentes en familias de diversos estratos sociales y su forma de relacionarse con los demás.Es una novela a ratos muy divertida, que narra actitudes jocosas de algunos de sus personajes. A ratos es sombría, como una fotografía instantánea donde quedan plasmados hechos muy dolorosos que ocurren en determinadas circunstancias, y que muchas veces no queremos ver o reconocer. En general es una historia entretenida que nos tiene a los lectores viviendo la angustia de las horas previas al huracán; la devastación que deja el mismo, y el modo como cada uno de los personajes decide su vida después de ocurrido.
Una lectura altamente recomendable para pasar un buen rato, a la vez que invita a reflexionar acerca de problemáticas que se presentan en círculos de nuestro entorno, quizá más cercanos de lo que imaginamos. Nuevamente, como en otras novelas bien escritas, es lo que no se cuenta y la autora va dejando desgranar sobre las líneas que relatan la historia, lo que provee la mayor riqueza.
La ficción es un buen ejercicio de otredad. Nos permite ponernos en los zapatos de personajes con los que en la vida diaria en poco o nada coincidimos, para entenderlos, asimilar su lucha personal y descubrir que, así como en el papel somos capaces de aceptarlos con sus características muy personales y comprenderlos, de igual manera podemos hacer en la vida real. Cada ser humano es distinto al resto, no tenemos por qué actuar como si estuviéramos fabricados en serie. Todos tenemos diversas maneras de pensar, de reaccionar y de ir por la vida, y está bien que sea así. El detalle es aprender a interactuar con otros que son distintos, de manera armónica y respetuosa. Para lograr hacerlo con cierto grado de maestría, la lectura es un recurso de primera, que nos haría bien practicar con cierta frecuencia.
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