El pacto

– ¿Qué es lo que me pides?- Eso soñó el periquito que una voz ronca y con tono de autoridad le preguntaba en medio de la fría noche. 

  – Salir de esta jaula- respondió de inmediato el lorito aludido- poder volar y sentir la libertad, sentenció. 

– ¿Deseas algo más, como salir y convertirte en otro tipo de animal, que viva más años que tu especie, cómo una tortuga, por ejemplo? 

– No- repuso resuelto el lorito verde azulado a la voz informe- si puedes leer mi mente, ya mismo te digo cuál es mi más hondo anhelo. 

– Bien, si a eso aspiras con todo tu ser, lo tendrás y más pronto de lo que imaginas.

Al amanecer, un fierro viejo cayó del techo de lámina del taller y, como por arte de magia abrió la puerta de alambre oxidado de su jaulita. El pajarito salió de inmediato, tomó aire y fuerzas y mirando hacia el cielo alzó gris alzó el vuelo, sintiendo un placer inmenso, único. Ni siquiera por el mismo imaginado en el más dulce sueño, y luego de 15 segundos que sintió como la eternidad más hermosa, siguió un trueno proveniente del suelo y entonces su cuerpecito se estremeció, interrumpiendo abruptamente su vuelo y acto seguido cambiando su trayectoria en 180 grados, estrellándose contra el piso mientras perdía suavemente la consciencia.

Con sus dos más preciosos deseos de vida cumplidos yacía el ave inerte en la yerba. El cazador, rifle a la espalda, se acercó al cuerpecito de un lindo pájaro verdiazul, al cual le había acertado su diábolo exactamente entre ojo y ojo.