La noche del pasado 25 de junio, el caricaturista Antonio Helguera falleció por un infarto en la Ciudad de México. Monero en el periódico La Jornada y en el semanario Proceso, publicó por décadas mordaces cartones contra el poder neoliberal, y fue uno de los grandes impulsores de la llegada al poder de la izquierda mexicana. El presidente Andrés Manuel López Obrador expresó su pesar en un mensaje donde lamentó el deceso del popular cartonista al que reconoció como un buen ciudadano, creativo y leal a las causas justas.
Dentro de los géneros periodísticos de opinión, la caricatura política es el género que más impacto mantiene en los tiempos del periodismo digital. Históricamente, en México los buenos cartones políticos pueden resumir un proceso político en toda su complejidad, donde personajes carentes de grandeza, son exhibidos en sus pifias gubernamentales, corruptelas no sancionadas o sus masacres ordenadas, en un ejercicio crítico que ha sido una catarsis gráfica heredada desde el siglo XIX.
Helguera en su trabajo no realizó concesiones a poderes económicos, religiosos, figuras mediáticas, periodistas del viejo régimen y a la clase política tan deleznable; siempre logró exhibir su cinismo, su doble moral, así como sus corruptelas y complicidades. Como una galería del horror, en su trabajo se puede consultar los atinados cartones que desnudan la falsa grandilocuencia de la clase política priista y panista que padeció el país.
De dibujo estilista formal, con gran humorismo, un sarcasmo fino y único, Helguera siempre logró destacarse a pesar de colaborar con monstruos de la caricatura mexicana de la talla del finado maestro Rius (Eduardo del Río) y del investigador y monero Rafael Barajas “el fisgón”.
El trabajo de Helguera lograba diseccionar las mentiras tecnócratas del momento, permitía al lector analizar un proceso político libre de la propaganda oficial. Logró tiras políticas dignas de análisis y la docencia en torno a temas de política real. Será recordado como digno heredero de la alta escuela de caricatura mexicana contemporánea del maestro Helioflores y del finado Rogelio Naranjo.
El Canal 22 dedicó programas especiales para recordar el talento del caricaturista que formó parte de Chamuco TV, donde entrevistaban a personajes políticos del momento, que generaron no pocas polémicas.
Cofundador de la revista El Chahuistle, enfrentó ideológicamente al régimen del presidente Carlos Salinas en el final de su sangriento y cruel sexenio. También participó en la fundación de la revista El Chamuco luego de problemas con su casa editorial. En esta publicación fue donde lograron plasmar su ingenio y la mejor etapa de sus trabajos periodísticos. Con tiras políticas llenas de críticas ácidas contra el gobierno, rescatando personajes populares y la creación de nuevos, desmenuzaron la corrupción priista y panista que dejó de ser un tema tabú en los medios impresos.
Helguera utilizó su apellido como rúbrica de sus cartones y tiras; logró imprimir a sus críticas un estilo que nunca renunció al humorismo político, como lo confesaron los monstruos del cartón de opinión, El Fisgón y Rogelio Naranjo, que reconocían realizar su trabajo con el dominio del coraje. Quizás el logro más destacado de esta generación dorada de moneros fue consolidar y educar políticamente a varias generaciones de jóvenes que no les importaban mucho las cuestiones políticas.
Helguera heredó la tradición de lucha social de sus padres, su madre era hija de refugiados españoles que habían combatido el fascismo en Europa, y su padre era un ateo confeso en tierras dominadas por simpatizantes cristeros. Por consejo del caricaturista El Fisgón, dejó de lado la carrera de Derecho, para enfocarse de lleno a su formación de monero, guiado por el que sería su padre en el género periodístico.
Antes de la llegada a las redes sociales, abarrotaban junto con sus compañeros del Chamuco, los auditorios de las universidades en las que se presentaban; eran denominados “Los Beatles de la Caricatura” y fueron referentes por muchos años de la crítica asertiva y demoledora contra el poder político y económico.
Ya en la era digital, su presencia en el debate político equilibró y desnudó a los intelectuales orgánicos que siempre habían dominado la escena pública con sus siempre repetidas monsergas y credos oficialistas. De elegante crítica y mordaz sentido del humor, Helguera desnudó e inmortalizó en sus cartones a las vacas sagradas del neoliberalismo mexicano, como el villano favorito Carlos Salinas, los impresentables expresidente panistas Vicente Fox, que es una caricatura de sí mismo, y el siempre enano político, Felipe Calderón.
Confesó que nunca dominó dibujar bien a Enrique Peña, pero sus críticas mordaces a su sexenio, lleno de corrupción e impunidad, abonaron el camino de la llegada de AMLO al poder, a quien no criticó con la vehemencia y virulencia que lo hizo con sus antecesores. Fue dos veces ganador del Premio Nacional de Periodismo en 1996 y en 2002; coautor de libros de caricatura sobre los sexenios de Carlos Salinas de Gortari.
El 29 de agosto de 2020, Helguera, El fisgón, Hernández y el columnista Pedro Miguel visitaron Palacio Nacional y comieron paella con el primer mandatario. En una imagen difundida en redes sociales, AMLO se congratuló de haber tenido una reunión con amigos inteligentes, críticos y con sentido del humor. A pesar de las críticas de la oposición y de otros moneros que no simpatizan con el régimen, los asistentes nunca negaron su afinidad con el presidente, y negaron ser parte de un grupo oficialista.
Helguera en las benditas redes sociales continuó sus polémicas y críticas contra la derecha mexicana hasta el día de su muerte. Ridiculizó en varias ocasiones a muchas figuras impresentables de la oposición que nunca ocultaron su clasismo, su racismo y su enorme descrédito. El legado del monero Helguera está asegurado gracias a su agudeza intelectual, a su trabajo bien realizado y a lo certero de sus críticas, pero sobre todo, por nunca olvidarse del humorismo en sus magistrales cartones políticos.
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