Querida Tora:
El otro día llegó una mujer a ver al portero, con una niña de unos 14 a 15 años. En cuanto el portero la vio, la empezó a regañar, diciéndole que cómo le llevaba a una niña así, flaca, tilica y embarazada, Ella se defendió diciendo que no tenia tiempo, que tenia dos trabajos para atender a las necesidades de su hija, a la que él nunca quiso ayudar.
-Eso a mi no me importa – respondió él -Te advertí muchas veces que si te embarazabas, yo no podría hacerme cargo del resultado. Pero tú, necia como todas las mujeres, te embarazaste, Y ahora quieres que yo te resuelva el problema.
-Es que no me hace caso. Ya le dije que aborte, pero la muy tonta no quiere. Y yo no me puedo hacer cargo de otro bebé, Tengo 8 ó 9, ya no me acuerdo, y ninguno contribuye al mantenimiento de la casa. Pero eso si: todos tragan sin piedad.
-¿Cuántos años tiene esta escuincla?
-14,
-¡Igual que tú! ¿Por qué no la cuidaste, desgraciada?
La discusión no llegaba a ningún lado, y la señora se fue de pronto, corriendo y llorando. Y por más que el portero gritó y amenazó a los cielos, no logró nada. Así que el padre tuvo que aceptar a la hija, y la mandó al mismo departamento donde duermen todos los guaruras, no sin advertirles que aquella muchachita era su hermana, y que el que la tocara se las iba a entender con él. El resultado fue que la chava se quedó con la recámara, y todos los demás se acomodaron en la sala y en la cocina, lo peor que pudieron.
Pero se enteró la Mocha, y se llevó a la chava con ella. Le lavó la cara y le dio un vestido viejo, y vieras cómo cambió… hasta chapitas se le veían. Y le dijo al portero que se encargaría de ella hasta que diera a luz, porque de aborto, ni hablar.
Ya le faltaban pocas semanas a la chica para dar a luz, y bajo las indicaciones de la Mocha, le había preparado ropita al bebé, y estaba mucho más contenta que cuando llegó a la vecindad. Pero un día empezó a estar inquieta, aunque lo negó inmediatamente. Pero la Mocha se puso a platicar con ella, y le sacó la verdad: el novio, el papá de su bebé, la había localizado y la esperaba en la esquina todo el día para hablar con ella cuando saliera algún recado.
-¿Y por qué no lo traes a la casa? – le preguntó la Mocha.
-Pues porque… porque… porque está prohibido.
-En esta casa no hay nada prohibido, si se hace con dignidad y bondad. Tráelo,
Lo llevó al día siguiente. Y por primera vez, los dos chavos pudieron hablar de lo que sentían y de lo que querían en presencia de un adulto; y se dieron cuenta de que hablando se entiende la gente. Y entre los tres acordaron esperar a que naciera el bebé, esperar (¡Otra vez esperar!) a que el chavo trabajara y pudiera ganar lo suficiente para mantenerlos a todos; ella dijo que ayudaría trabajando también, y que entre los dos pronto serían autosuficientes; y si llegado ese momento se seguían queriendo, entonces hablarían de casarse. Porque en eso, la Mocha se mostró intransigente: nada de probar, a ver si se llevaban bien, nada de experimentar con un niño ya nacido, y que se tomaran todo el tiempo que fuera necesario para hacer las cosas bien.
Así lo están haciendo y, hasta ahora, van muy bien. Espero que todos logren sus deseos.
¿Qué dices tú?
Te quiere
Cocatú
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