CARTAS A TORA 364

El otro día llegó una de las chamacas del 37 antes de su hora de salida de la escuela; venía agitadísima, llorando, casi sin poder hablar y, lo que más asustó a todas, con el vestido ensangrentado. La señora le preguntó, con la brusquedad que acostumbra, qué le pasaba, qué le habían hecho, por qué estaba así, y a todo decía ella que no sabía.

La madre la llevó a su vivienda, la sentó en la sala, como si fuera visita, pero recogiendo sus enaguas para que no le manchara el sofá de que tan orgullosa estaba y le dijo que se calmara, que las cosas se resuelven hablando, que no conseguiría nada llorando, y se sentó junto a ella. Esperó pacientemente a que la chica se calmara (aunque se tomó dos o tres alipuses para enfrentar lo que iba a venir), y logró esperar a que la chava dejara de llorar. Lo cual tardó bastante. Dio de comer a tos sus otros hijos, y les prohibió hablar con su hermana mayor. Pero uno de ellos le dijo que al fin que él ya lo sabía; y tras mucha insistencia y hasta amenazas con castigo de por vida, le dijo a la madre que estaba así porque en pleno partido de volleyball empezó a sangrar sin que tuviera a quién echarle la culpa. La madre, que ya se las olía, dijo a sus hijos que se fueran a jugar al patio, y se quedó con su hija.

Allí le dijo… pues lo que ya sabes, porque su sistema reproductivo es muy similar al nuestro, salvo que en nuestro caso, el integrante femenino pone un huevo cuando el embarazo ya está bastante adelantado, y le costaría mucho trabajo llevar al bebé (es un decir, porque nosotros nacemos más desarrollados) en el vientre tanto tiempo. La muchacha ya sabía algunas cosas, porque ahora todas se enteran de todo antes de tiempo, y a veces corren muchas leyendas relacionadas con la natividad, La chica se quedó bastante tranquila, aunque no está de acuerdo en que todo el trabajo de tener al bebé sea cosa de la mujer, pues afirma que el hombre debiera hacer algo, y que ella va a luchar por pasarle una parte de su trabajo al macho de la especie. No sé cómo  se las va a arreglar, pero así empiezan los grandes descubrimientos. Y ya se fueron las dos a comer como buenas amigas, en que la hija le pregunta cosas a la madre; y ésta, que aunque es ignorante, también es capaz de inventar muchas cosas para que la chica no se dé cuenta. Y quedaron como amigas del alma. Pero no contaban con la intervención del padre y señor de esa familia.

En cuanto llegó, preguntó qué le había pasado a su hija, y cuando la madre le explicó, la regañó por no haber hablado con ella antes. De ahí surgió la discusión de si él había hablado con su hijo mayor sobre la parte que le tocaba; y él dijo que no, que “eso se lo enseñan los cuates o las revistas pornográficas”. Él no había tenido que hablar con su hijo de nada; lo único que tuvo que hacer fue empujarlo con una mujer. “Pus yo no voy a empujar a mi hija con un hombre”, declaró ella con firmeza. “No te preocupes por eso”, respondió él, “mis cuates se darán cuenta de eso enseguida”. La madre se puso a gritar, y el marido dijo: “Pus con alguien tiene que perder”. “Pero no con tus cuates”, sollozó ella, “No con tus cuates”. Entonces, él le dio dos bofetadas, y preguntó qué tenían de malo sus cuates, si eran igual a todos los hombres. Ella iba a contestar, pero él le largó otras dos bofetadas y se fue a dormir un rato, porque en la noche tenía que informar dc lo ocurrido a sus cuates.

La madre quedó sollozando y abrazando fuertemente s su hija, y ella le dijo: “No te preocupes, mamá. Si me siguen sus cuates, yo sabré qué hacer con ellos”. E hizo con la mano la señal de una cuchillada.

La madre se limitó a besarla.

Estas son las pequeñas tragedias ignoradas que ocurren todos los días.

Hasta la vista.

Te quiere.

Cocatú

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