CARTAS A TORA 357

Cocatú, un alienígena en forma de gato, llega a vivir a una vecindad de la CDMX. Diariamente le escribe cartas a Tora, su amada, quien lo espera en una galaxia no muy lejana.

12 de julio, 2024 CARTAS A TORA

Querida Tora:

El otro día me caí del primer piso al patio. Lo bueno es que los gatos sabemos caer; y sí, me di un golpazo, pero no pasó de eso. ¿Y sabes por qué me caí? De asombro,

Es que la señora del 56, que siempre anda tomada, por decirlo con delicadeza, salió caminando derechito, sin hacer “eses”, saludando a todo el mundo con una inclinación de cabeza y no a gritos, como suele hacerlo. El señor salió también, pero se quedó en el umbral, agarrándose con fuerza a las jambas de la puerta para no caerse, y pidiéndole que regresara, que no lo abandonara tan temprano. Pero la señora se volvió y le dijo que no, que aquello se había acabado, que eso fue sólo un intermedio (Yo creo que quiso decir “interludio”, pero le salió “intermedio”) en su vida; que ella era ya una mujer entrando al último período de su vida, y que necesitaba portarse de otra forma.

Luego se dirigió a las vecinas, que se habían congregado junto a ella para agregar que tenía una hija; que la había dejado con su marido, porque le gustaba más andar de fiesta que cambiando pañales (Así de crudo lo dijo); que ahí, en una cantina, había conocido al del 56, y que como tenían las mismas metas, “pus” se juntaron; y que no, no estaban casados, y eso era otra cosa que tenía que arreglar en el otoño de su vida. Y añadió que su hija estaba casada y era muy feliz, y que podría hacerse cargo de ella siempre. La del 37 le preguntó: “¿Y la beberecua?” (A la vista salta lo que esa palabra significa). Y ella respondió que lo dejaba definitivamente, que no era propio de una mujer de su edad andar “en eso”.

Mientras hablaban, bajaron al patio, al tiempo que ante la puerta de la vecindad se estacionaba un coche grande y bonito, y de él bajaba una mujer muy bien vestida y peinada. Tal vez no era guapa, pero tampoco tenía de dónde sacarlo, porque la del 56 no es muy agraciada; pero sí inspiraba gracia y respeto. Porque sí: esa mujer era la hija de la borrachita (Así, con cariño, se oye mejor, ¿verdad? La señora se acercó a las mujeres y preguntó por su madre (Ya no la reconocía); y cuando se la señalaron, la abrazó y hasta derramó unas lágrimas. Y la del 56, ni se diga. Tuvieron que prestar una toalla a la hija para que se secara el vestido, Y luego: “¿Cómo estás?”, “Yo bien, ¿y tu?”. Y ya no sabían qué más decirse. La del 38 se echó a llorar, diciendo “¡Ay, pobrecitas! A mi no me alcanza el día para hablar con mi hija, y éstas no saben qué decirse”. Madre e hija bajaron los ojos. La hija dijo “Bueno, eso ya lo arreglaremos en la casa”, y le pasó un brazo por los hombros a la madre para llevársela al coche.

En eso, la portezuela del coche se abrió y bajó una niña como de ocho años, con los brazos abiertos y gritando “¡Abuelita!”. La del 56 se puso en cuclillas para recibirla; pero la niña se detuvo de pronto, con un gesto de desagrado. Su madre se agachó a su lado, y le dijo en voz baja “¿Qué te pasa?”. Y la niña contestó, en voz bastante alta: “Es que huele muy feo. No se baña”. Se hizo un silencio bastante molesto, durante el cual la del 56 se irguió, y sin acercarse a la niña, dijo: “Es que aquí, en la vecindad, hemos tenido escasez de agua. Pero nos han prometido que ya va a terminar. Váyanse, y yo iré con ustedes en cuanto pueda”. Su hija volteó vivamente y dijo:”Mamá…”. La mujer la interrumpió; “No, si ya lo había, pensado. Pero cuando te hablé por teléfono se me olvidó decírtelo. Anda, váyanse. Yo iré a tu casa en cuanto se pueda”.

La niña y su madre se fueron, después de despedirse repetidas veces. La del 56 se volvió para regresar a su departamento, y allí estaba el marido (De alguna forma lo tengo que llamar), con los brazos tendidos. Y se fueron juntos, sin decirse nada, y se encerraron en su vivienda. Ya en la tarde volvimos a oir las acostumbradas risas y canciones desentonadas, interrumpidas a ratos por unos breves sollozos. Pero se durmieron bastante temprano.

El portero anda muy misterioso, recibiendo a señores que también parecen porteros de vecindad, Quién sabe qué estará tramando.

Te quiere

Cocatú

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