Querida Tora:
Los vecinos han andado inquietos otra vez con los baños que no terminan de reparar; y el domingo, en el patio, se armó una manifestación para exigir al portero que acabe con esa obra, pues ya están hartos de tener que ir al King’s a usar el baño (previa consumición de algo, que cada día les cuesta más). ¿Y qué crees? El portero salió muy sonriente y les dijo que sí, que al día siguiente continuarían con la obra. Nadie lo quería creer, pero el portero lo dijo tan en serio, que la manifestación se disolvió.
Yo tampoco lo podía creer, así que me fui a una ventana de la portería, y oí que el portero decía a sus guaruras que al día siguiente trajeran herramientas y se pusieran a tirar algunos pedazos de pared y a levantar el piso, para convencer a los vecinos de que estaban trabajando. “¿Y después?”, preguntó el más chiquito de los guaruras. “Ya veremos”, respondió el portero.
Pues sí, el lunes se pusieron a trabajar; y había que ver con qué gusto tiraron la pared trasera, que ya estaba por caerse. Pero antes de que se disipara el polvo, vieron que salía un chorro de agua. A todos les pareció raro, y corrieron a llamar al portero. Y éste se quedó como quien ve visiones. Entonces, una de las vecinas se persignó. Y el porrero, aprovechando el momento, dijo que era una fuente milagrosa, pues por allí cerca no corría ni un arroyito ni había un charco grande; y se hincó, se persignó e hizo como si rezara (yo creo que no sabe rezar, pero es muy fácil de fingir).
Inmediatamente después, el portero llamó a sus guaruras y les dijo que había que aprovechar el “milagrito”; que hicieran correr la voz de que era una fuente de los deseos, y que al que echara unas monedas al agua, se le cumpliría el deseo que expresara en voz baja deseos. Uno de ellos (el chiquito, otra vez), dijo que eso era engañar a los vecinos, pero el portero le dio un zape y le dijo que se callara.
Correr la voz fue muy fácil. Sobre todo, porque los vecinos vieron al portero echar unas monedas al agua que ya se había acumulado. Y todos los vecinos corrieron a buscar moneditas. Pero el portero les advirtió que no comentaran el asunto con nadie; porque si lo hacían, la vecindad se iba a llenar de curiosos y de gente pidiendo deseos, y entonces a ellos ya les iban a tocar menos milagros.
Todo el día había cola para echar monedas a la fuente milagrosa, que el portero bautizó como “Miraculosa”, porque le sonaba a italiano, y el Vaticano está en Italia. Y todos esperaban el milagro.
Este se dio con los del 46, que un día llegaron totalmente sobrios. Y aunque los vitorearon como no te imaginas, ellos dijeron que no era milagro, sino que les habían robado el dinero en el Metro, y no habían podido tomar nada; pero que “orita vamos a comprar unas botellas”, y los invitaron a todos. De todas formas, los vecinos dijeron que el milagro había sido que les robaran el dinero, porque con lo que tenían en casa no les alcanzó ni para un mezcal de los más horribles. Al día siguiente, todos hablaban del milagro que habían recibido: que si la sopa no se le quemó a la del 18, que si el del 37 llegó tan borracho que no le pudo pegar a su mujer, que a si la chava del 43 le había salido un novio que se quería casar, y cosas por el estilo.
Pero entonces…. Lo bueno fue de que de esto no se enteraron los vecinos; porque si no, quién sabe lo que hubieran hecho. Una noche llegó el portero de la vecindad de junto a preguntar si tenían agua, porque ellos no tenían desde… Les dio la fecha, que no recuerdo; pero era desde el día en que brotó la Miraculosa. Y cuando fueron a examinar la fuente, vieron que el agua brotaba de la pared, no del suelo; y que allí había un tubo con un agujero. ¡Y se dieron cuenta de que era de la vecindad de junto! Les habían vaciado todos sus tinacos en los días transcurridos; y como no tenían cisterna, se quedaron en una sequía absoluta. El portero de la otra vecindad ya quería madrearse a nuestro portero; pero éste, que será muchas cosas pero no tonto, le dijo que le daría la mitad del dinero que habían recolectado en la Miraculosa, y que taparían el tubo esa misma noche.
Y así lo hicieron, y al día siguiente ya no estaba la fuente milagrosa. Los vecinos empezaron a lamentarse; pero el portero les dijo que así son los milagros, que van y vienen y que un día, como las golondrinas, se van sin despedirse. Pero que pocas vecindades han tenido un milagro así, y les prometió que contrataría a alguien para que describiera los hermosos días que habían vivido con la Miraculosa.
Aquí entre nos, te diré que el portero no le dio la mitad del dinero al otro portero. Yo vi cómo maquillaba las cifras del dinero recolectado, y le dio como la cuarta parte. Pero al otro le alcanzó para su buena botella de tequila de marca.
Pero todos contentos.
Te quiere
Cocatú
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