CARTAS A TORA 303

Cocatú, un alienígena en forma de gato, llega a vivir a una vecindad de la CDMX. Diario le escribe cartas a Tora, su amada, quien lo espera en una galaxia no muy lejana.

3 de marzo, 2023 CARTAS A TORA

Querida Tora:

Hoy te voy a contar una historia… sentimental, por decirle de alguna manera. Es que me impresionó bastante.

En el 39 vive una señora. Perdón, señorita, porque no se ha casado; pero parece señora. Es muy trabajadora, tiene siempre su vivienda limpia y reluciente; y su ropa como si fuera nueva, aunque me constan los arreglos que le hace constantemente. Saluda a todo el mundo, pero su amiga de verdad es la Mocha. Y yo me enteré de esta historia oyéndolas platicar una tarde que se reunieron a tomar café.

“Nunca te he contado esto”, le dijo a su amiga. “porque tu eres muy religiosa, y no crees en ciertas cosas. Pero te juro que todo lo que te voy a contar es verdad. Cuando murió mi mamá, hace ya varios años, iba yo casi todos los días al cementerio para sentirme acompañada aunque fuera un rato, pues ya ves que no tengo a nadie conmigo, ni amigos ni visitas. Y ahí me estaba yo, platicando con ella. Eso de platicar es un decir, pero yo le hablaba, le contaba mis problemas; y me hacía la ilusión de que ella me contestaba y me aconsejaba. Pues luego de un tiempo de estar así, me di cuenta de que había un muchacho (Muchacho de mi edad, más o menos) que estaba en una tumba vecina y que luego se levantaba y se dirigía a la salida casi al mismo tiempo que yo. Pues un día se me emparejó y se puso a hablar conmigo. ¿De qué? Ya no me acuerdo, pero hasta nos detuvimos un rato en la entrada, para terminar de platicar. Y al día siguiente lo volví a encontrar, pero él ya iba de salida y sólo nos saludamos.

Luego, con frecuencia nos encontrábamos, y me contó que él también se había quedado solo, sin parientes y casi sin amigos, y que también iba al cementerio en busca de compañía. Y nos acostumbramos a vernos ahí, y a los pocos días ya nos íbamos a tomar un café juntos a las oficinas del cementerio.

Para no hacerte el cuento largo, me enamoré de él. Yo, que había rechazado a cuanto pretendiente tuve porque siempre había algo que me parecía mal. Pero a Bernardo Manjarrez no le encontraba ni un defectito. Todos los días me levantaba con la ilusión de verlo de nuevo, de escuchar sus palabras y de contarle mis sentimientos. El día que él me dijo que sentía lo mismo por mi, creí morir de felicidad. Y empezamos a hacer planes.

 

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Ahí fue donde empecé a sentir que había algo mal, pues Bernardo no actuaba de forma normal, y era incapaz de pensar en el futuro. Hasta decir “mañana” le resultaba difícil. Pero seguimos adelante. Y un día en que Bernardo no llegó, al abandonar la tumba de mi mamá me fijé que en la tumba de al lado decía “Bernardo Manjarrez, hijo amadísimo y ausente”. Entonces lo comprendí todo de golpe: Bernardo estaba muerto. Me fijé en las fechas que estaban en la tumba; y, efectivamente, Bernardo tenía 20 años de muerto.

No sé cómo no me desmayé allí mismo. Pero me senté (Al lado de su tumba, por cierto) y pensé que Bernardo me había oído lamentarme mucho de mi suerte, de mi vida entera y, sobre todo, de la falta de amor; y decidió venir a hacerme vivir un poco. Fue muy poco en tiempo, pero una inmensidad en sentimientos, en gozo, en felicidad. Y di gracias a Dios por haber permitido esa leve infracción a sus leyes, Y volví a casa con el corazón regocijado y sintiéndome más feliz que nunca. Y ahora, cuando voy al cementerio, rezo ante las dos tumbas”.

La Mocha tardó en contestarle. Y cuando lo hizo, le dijo: “En verdad que debes sentirte agradecida porque, haya sido como haya sido, pudiste vivir todo lo que te había faltado. No busques explicaciones, y confórmate con haber sentido todo lo que sentiste”.

Todavía hablaron mucho rato, pero yo ya no las escuché, porque estaba muy impresionado de constatar lo que ya antes había pensado, tal vez inconscientemente: que la gente de este mundo vive para y por el amor, y eso es algo que vale la pena.

Espero que encuentres esta historia interesante.

Te quiere

Cocatú

 

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