CARTAS A TORA 299

Cocatú, un alienígena en forma de gato, llega a vivir a una vecindad de la CDMX. Diario le escribe cartas a Tora, su amada, quien lo espera en una galaxia no muy lejana.

3 de febrero, 2023 CARTAS A TORA

Querida Tora:

Hace unos días se armó en la vecindad un rebumbio tremendo. Nunca había visto una cosa así. Pero no, el portero no tuvo nada que ver con el asunto. ¿Sabes qué fue lo que pasó? ¿No adivinas?… Pues que llegó una vecina nueva.

Ya sé. Me vas a decir que eso pasa a cada rato. Pero en este caso no fue el qué, sino el cómo. Es que la muchacha que, aquí entre nos, sólo tiene de extraordinario el ser un poco más agraciada que la mayoría, se viste en una forma que las vecinas calificaron inmediatamente de descarada, provocativa e inmoral. ¿Y sabes por qué? Porque usa faldas muy, muy cortitas y escotes muy, muy grandes. A mi lo que me parece lógico pensar es que no le alcanza el dinero para comprar toda la tela que la modista le pide, y por eso les hacen los vestidos un poco… escasos. Pero la muchacha se ve muy tranquila.

Lo malo fueron los señores, que se alborotaron toditos, e inmediatamente corrieron al 28 (que es la vivienda de la chava ésta) a ponerse a sus órdenes. Ella les dijo que muchas gracias, pero que no necesitaba nada. Pero ahí andaban todos, espiando sus salidas, para hacerse los encontradizos y platicar con ella. Bueno, hasta el morenito del 41 se alborotó un poco, y se compró una loción para rasurar diferente y cara, y se las arregló para salir a trabajar al mismo tiempo que ella y acompañarla. Pero ese mismo día, cuando regresó de trabajar, el güero lo invitó a platicar un ratito antes de cenar, y las cosas se pusieron serias. Pero no llegó la sangre al río. Sin embargo, al día siguiente salió el morenito más temprano que ella para no encontrársela en el camino. Pero yo vi que en cuanto llegó a la esquina se sentó en la banqueta y fingió buscar algo en el celular, para darle tiempo a la chava de llegar a la esquina y coincidir allí. Con tan mala muerte que el güero iba detrás de ella y alcanzó a ver la maniobra, y comprobó que subían al camión y se sentaban juntos; y el pobre tuvo que ir corriendo al mercado para prepararle al morenito una cena especial para esa noche. Y volvieron a hablar, y se arreglaron, y el morenito sale ahora a la hora de siempre.

La chava no acepta invitaciones de ninguno de los señores; y a las señoras que quieren intimar con ella les dice que la perdonen, porque tiene mucho trabajo. Y es cierto: muchas veces llega tarde, y muy cansada.

 

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Sin embargo, las señoras se empeñaron tanto, que un día tuvo que oír sus quejas sobre su forma de vestir. Y ella, ni corta ni perezosa, les dijo que vive en un país libre, y que se puede vestir como le dé la gana. Ellas respondieron  que sí, pero que resulta muy provocativa para sus maridos. Lo que lograron con eso fue que la chava les dijera que les compraran anteojos oscuros para que no pudieran verla, y les dio con la puerta en las narices. Esto las alebrestó más, y ya iban a volver a tocar la puerta; pero la señora del 8, que es muy mesurada, les dijo que eso empeoraría las cosas, y las invitó a un café en su casa para hallar la forma de resolver el problema.

Durante unos días, las señoras estuvieron muy calladas, y ni siquiera yo pude enterarme de lo que estaban tramando. Pero ya me molestaba la situación, y decidí averiguar por qué les molestaba tanto la forma de vestir de la chava. Entonces, un día me puse en las escaleras (que es donde los señores se colocan para verla mejor por todos lados) y cuando apareció la chava me levanté perezosamente, con la intención de pasar por debajo de ella y mirar para arriba, a ver qué encontraba. Pero el del 37 se dio cuenta de mis intenciones (yo creo que era lo que a él le hubiera gustado hacer, y dijo: ”¡Gato desgraciado! Te aprovechas de que eres chiquito. Si por lo menos me contaras lo que ves…”. Y me lanzó una patada que apenas pude esquivar. No sabes cómo se rieron todos, y lo que dijeron de mí. Pero yo te juro, mi amor, que lo hice para comprender lo que estaba sucediendo, porque a mí desde chiquito me enseñaron a comportarme como un caballero. Y el que diga que no lo soy, aquí lo espero para demostrárselo. Y perdóname por este ex abrupto.

El caso es que a los pocos días, cuando la chica salió para el trabajo, encontró en el pasillo, las escaleras y el patio dos filas de mujeres que le aplaudían y la vitoreaban, que le lanzaban besos y le obsequiaban flores, y eso le dio miedo, sin saber por qué. Y desde entonces, cada vez que salía al patio, se le acercaban algunas mujeres, le decían que era muy linda, la acariciaban y le regalaban alguna golosina; y cada vez que eso sucedía, el miedo subía dos rayitas. Lo que se le ocurrió entonces fue usar un abrigo largo y cerrado, que no dejaba ver nada por arriba ni por abajo. Con eso logró que la dejaran en paz, y toda la vecindad se tranquilizó. Pero empezó a hacer calor, mucho calor (y eso que apenas empezaba el verano), y un día que se desabrochó el abrigo en el patio; volvieron a rodearla las mujeres y a ofrecerle besos y flores y palabras muy melosas.

Yo acostumbraba escoltarla mientras cruzaba el patio, y a veces nos acompañaba el morenito del 41, a pesar de las malas caras que le ponía el güero (Pero él nunca le faltó al respeto, te lo puedo jurar). Pero un día que la chava se iba corriendo, porque se le hacía tarde, salió el del 37 de detrás de una columna donde se había escondido, me sostuvo por el pellejo del cuello y me dio un patadón que cada vez que me acuerdo me duele, Y luego se echó a reír (eso me dolió más que el patadón, te lo juro. Que se me hace que un día de éstos me le aparezco en mi forma natural porque, por lo menos, soy más grande que él).

El calor arreciaba, y si la chava se abría un poquito el abrigo, surgían tres vecinas de la nada (auténticamente, de la nada. No sé cómo le hacían), y la acompañaban a todos lados, “para que no se fuera a desbalagar”. Eso de desbalagarse fue la puntilla, porque la chava nunca comprendió lo que significaba; y, por si acaso, el fin de semana siguiente se fue de la vecindad.

La señora del 8 supo resolver el problema en forma muy inteligente, ¿no te parece?

Te quiere

Cocatú

  1. D.- Me le aparecí en mi forma natural al del 37. Pero estaba tan borracho que pensó que era una pesadilla, y se puso a platicar conmigo. En cambio, la esposa se llevó un susto de padre y señor mío. Pero, bueno, no fue mi intención hacerle daño.
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