Querida Tora:
En el 22 vive una señora viuda con cuatro hijos. Los dos hombres trabajan desde hacer algún tiempo, Y la tercera, una muchacha bastante mona y muy seria, empezó a trabajar hace poco. A las dos semanas, más o menos, trajo a comer a una compañera, porque el lugar de trabajo está cerca de aquí y les da muy bien tiempo de venir a comer. Poco después, ya eran dos compañeras las que venían, y hemos llegado a cuatro, Pues el portero se olió que hay dinero de por medio, y está dispuesto a sacar tajada.
El primer incidente ocurrió un día que las muchachas trajeron un pastel, porque era cumpleaños de la señora. El portero las interceptó, y les dijo que eso era un pago disimulado, y que tenían que pagar un impuesto a la vecindad por usar sus instalaciones para hacer negocio. Y les pidió “una probadita” del pastel. Pero fueron nueve probaditas, una para él y las demás para sus guaruras que, según dijo, “trabajan los pobres día y noche por el bienestar de los vecinos, y es justo que reciban algo a cambio”. Total, que para la señora del 22 quedó una probadita del mencionado pastel.
Otro día, las muchachas trajeron una pierna de cerdo al horno. Pero tuvieron que dejar nueve tortas muy bien cebadas, y para la comida sólo les quedó un poco de la salsa, que se comieron untándola en pan. La señora les dijo que no se volvieran a molestar, que ella las invitaba a comer con mucho gusto sin necesidad de que le trajeran nada. Pero el portero no les creyó que no trajeran nada, y apostó a los guaruras en las escaleras y en el pasillo; y cada que se topaban con uno, las chicas tenían que enseñar todo lo que traían; y si tenían algo de comer, aunque fuera un cbicle, se lo confiscaban por motivos de “seguridad vecinal”. Pero ellas aguantaron las majaderías del portero, y ahora no traen ni una migajita de pan. Y el portero está que se lo llevan todos los diablos.
La solución ya te la habrás imaginado. No es posible que una familia de no muchos recursos invite a cuatro muchachas (Ya son seis) a comer todos los días, sin que sus finanzas sufran menoscabo. Entonces, lo que hicieron fue fijar un precio al menú, y se .lo pagan a la chica del 22 en su lugar de trabajo. Así, nadie ve intercambio de dinero ni tienen que llevar nada. Muy sencillo, pero muy efectivo. El portero se las huele, por supuesto, pero no puede hacer nada, a menos que prohíba que la señora del 22 reciba gente en su casa; pero eso sería ir en contra de las libertades individuales. Que eso a él no le importa, pero causaría malestar entre los inquilinos, y tampoco quiere arriesgarse a que empiecen a decir que es un tirano que prohíbe a los vecinos tener invitados en su casa. Lo que sí intentó fue hacer jurar a la señora y a su hija que no reciben dinero por la comida que les dan a las chicas. Al principio las dos se negaron, ofendidas; pero el portero envió a dos de sus guaruras a que las espiaran por la ventana del comedor que da al pasillo. Y para evitarse molestias la señora dijo que jurarían; pero a lo que sí se negaron fue a poner la mano sobre la Biblia, alegando que era una exageración jurar en esa forma por una cosa tan pequeña. Pero sólo así volvió la tranquilidad a la hora de comer en la vecindad, pues ya todos los vecinos estaban pendientes a ver qué sucedía a la hora de comer.
Estoy de acuerdo en que las del 21 están mintiendo, usando subterfugios para salirse con la suya; pero el portero también está mintiendo al decir que hay que pagar impuesto a la vecindad por emplear sus instalaciones para hacer dinero. Pero lo que quiero es preguntarte que, en caso de ser necesario, ¿a quién apoyarías tu, a las del 22 o al portero?
Te quiere
Cocatú

CARTAS A TORA 283
Querida Tora:¿Qué crees? Por poquito se nos muere el portero. Pero también él tiene la culpa, por andar de...
abril 25, 2025
La pluma enérgica de Simone de Beauvoir. El segundo sexo, la historia. (Segunda parte)
Cuando era niña, cuando era adolescente los libros me salvaron de la desesperación: eso me convenció de que la...
abril 17, 2025