CARTAS A TORA 281

Cocatú, un alienígena en forma de gato, llega a vivir a una vecindad de la CDMX. Todos los días le escribe cartas a Tora, su amada, quien lo espera en una galaxia no muy lejana.

9 de septiembre, 2022 CARTAS A TORA

Querida Tora:

Hay un matrimonio en el 243 que me cae muy bien. Sobre todo, ella. Además de simpática, me echa de comer carnita croquetas para gato o algo de pescado, no puros pellejos. Yo se lo agradezco como puedo, que es como agradecen los gatos: frotándome contras sus piernas, dejándome acariciar el lomo, besándola (no te encrespes. La beso a la manera de los gatos, lo cual no tiene nada que ver con los besos que tu y yo nos damos; que si no, ni te lo diría). En fin, que me llevo muy bien con la señora. Pero el otro día…

Es que no puedo creerlo. Ella y el marido parecían estar siempre enamorados, siempre agarraditos de la mano, siempre mirándose con  ojos de borrego. Pero resulta que ella lo vio a él en la calle con otra mujer, y muy acaramelado que iba. Se puso hecha una furia, y cuando volvió a la casa le hizo una escena digna de la peor telenovela que hayas visto. Le dijo infame, traidor, mal hombre, y todo lo que te puedas imaginar. Pero se lo dijo a gritos, y a los cinco minutos ya se habían juntado todas las viejas de la vecindad. ¿Y qué crees? El ni se inmutaba. La cosa llegó a tal grado que todas las vecinas se echaron encima del marido y ya le iban a dar pamba con picahielos; pero él se irguió y con voz de trueno las mandó callar. Y las viejas se callaron.

Luego, el hombre se volvió a su esposa y le dijo que sí, que tenía otras mujeres (así, en plural), porque era hombre y estaba muy bien dotado, y que estaba en su derecho de hacer lo que le diera la gana. La esposa intentó decir algo; pero con una mirada él la hizo callar. Luego le dijo que no tenía de qué quejarse: que él la tenía en un altar porque iba a ser la madre de sus hijos, y eso era el templo más alto al que podía aspirar una mujer; que la atendía como a una reina (eso es cierto, porque le da todo lo que le pide y más), que ninguna mujer en la vecindad estaba en mejores condiciones que ella, y que si quería dejarlo por esa nimiedad, que se fuera, pero que no iba a encontrar a otro hombre tan cumplidor como él. Y acabó con “Piénsalo, y pórtate como una mujer de verdad”.

¿Y qué te cuento? Mi amiga se quedó como tonta, sin saber qué decir ni qué hacer, mirando a las vecinas como pidiéndoles ayuda. El señor se dio media vuelta y se metió a su vivienda. Inmediatamente, las viejas rodearon a la esposa, pero ya no se mostraron ofendidas, sino que empezaron a decirle que, desgraciadamente, ellas eran mujeres y tenían que someterse a sus maridos; que su pareja no era tan malo porque, por lo menos, la respetaba; que si andaba con otra en la calle fue lejos de la vecindad, sin deseos de que lo viera en esos trotes; que pusiera en un platillo de la balanza lo que él le daba y en otro los ratos de esparcimiento que se tomaba por su cuenta; que los hombres necesitan “eso”, y que si a ella le cumplía, no tenía por qué enojarse; y que muchas de ellas tenían que aguantar eso y más, darle al marido lo que les pedía en el momento en que se le ocurría y, además, estirar el gasto para que todos los niños pudieran comer siquiera dos veces al día.

Y cuando acabó de oírlas, mi amiga fue a tocar humildemente a la puerta de su vivienda y pidió al marido que la dejara entrar. El fulano le abrió la puerta, ¿y qué crees que hizo? Le dio un beso en la frente y cerró la puerta majestuosamente.

Me dio diarrea del coraje. Estuve un par de días casi sin comer, porque todo me hacía mal. Y ya no le acepto nada a la señora, ni siquiera un par de camaroncitos que me echó el otro día. Se me atraganta lo que me da. Y es que no puedo comprender que una mujer sea así, tan sumisa, ni que el hombre sea tan prepotente. Ya lo había visto en otros matrimonios de la vecindad, pero no a ese grado de abyección.

Ah, no te preocupes. El malestar ya se me pasó, y estoy comiendo puras verduritas. Y una hierba que crece en el baldío cercano, que es muy buena para el intestino.

Te quiere

Cocatú.

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