Querida Tora:
Hay un señor que vive en el 34, ya grande y casi impedido de caminar, que tiene muy mal humor y siempre está peleando con los vecinos, aunque casi no sale de su vivienda. Pues resulta que un día, cuando su hija y sus nietos regresaron lo encontraron de muy buen humor, cantando y riendo con cualquier cosa que dijeran los niños. A la hija le extrañó, pero no dijo nada.
Pocos días después, la señora fue a buscar el dinero que guardaba en una olla de la cocina, y ¿qué crees? No encontró nada. Ni un centavo. Buscó por todas partes, hasta debajo de la alfombra, y no hubo nada; tuvo que pedir prestado para traer su mandado de ese día. Y (coincidencia tal vez) el señor estaba de un humor de los mil demonios. Pero la mujer guardó silencio también.
Pero la cosa se repitió, y la mujer decidió hacer algo, porque no podía permitir que le robaran impunemente el poco dinero que ganaba. Pero no creas que le preguntó al padre o que hizo averiguaciones en la vecindad. ¿Y qué crees que hizo? Fue a ver a doña Sura para que le resolviera el problema. Pero doña Sura, después de consultar su bola de cristal, le dijo que en ese momento no podía decirle nada, que volviera en dos días.
Dos días que la mujer vivió en la incertidumbre, pues no se atrevía a salir ni a trabajar, temerosa de otro robo. Pero escondió el dinero en la caja del excusado y se fue, más muerta que viva. Afortunadamente, cuando regresó el señor estaba más alegre que unas castañuelas; y el dinero, en su escondite.
Por su lado, doña Sura se puso a trabajar. Pero no creas que consultó a los espíritus o a su bola de cristal, no. Se vistió de pordiosera y siguió al señor cuando salió de la vivienda. Y así, averiguó la verdad. El hombre había caído en las garras del vicio.
Te lo digo así, en forma tan melodramática, para que te des cuenta de la gravedad de la situación, porque si te lo cuento en forma más sencilla vas a pensar que era poca cosa. Pero no: el señor se había aficionado a los juegos electrónicos, y se pasaba la mayor parte del día en un changarro que tiene ese tipo de juegos, apostando con los escuincles del barrio. ¿Y qué crees? Que a veces les ganaba, y era cuando se ponía de buen humor; y la murria le entraba cuando perdía. Y sí, era él quien le robaba a la hija.
Doña Sura informó puntualmente de todo a la señora, y la pobre mujer quedó hecha un mar de lágrimas. ¿Cómo le iba a quitar a su papá la única diversión que tenía? Además de que, si lo hacía, se pondría de muy mal humor. Pero a la adivina se le ocurrió un plan bastante bueno.
La mujer se vistió de fantasma amistoso, se metió al cuarto del señor una noche de tormenta y se le “apareció”. El señor estaba muerto de miedo, pero escuchó atentamente lo que el “espíritu” le decía, que era, palabras más palabras menos, lo siguiente: “Si sigues jugando así, si le sigues robando a tu hija, llegará el día en que no tendrán para comer, ni tus nietos irán a la escuela o tu hija a trabajar. ¿Quién los va a mantener?”. Pero llenó el discurso de efectos especiales: humo, ruidos extraños, ulular de espantos, descargas eléctricas, luces fantasmagóricas, etc. El pobre hombre no pudo dormir esa noche ni las siguientes, y andaba siempre pegado a las paredes para que no lo asaltaran los espíritus por detrás.
La hija se conmovíó al verlo en ese estado, cada día más flaco, más amarillo y más asustado. Y entonces le dio unas monedas y le dijo que se fuera a dar una vuelta, que se gastara ese dinero, que a ella no le hacía tanta falta y que se divirtiera un poco, que buena falta le hacía. Ni corto ni perezoso, el señor corrió a los juegos, donde lo recibieron con una ovación, porque había faltado varios días, y se puso a jugar. Pero el susto le cayó tan bien que en cuanto perdía lo que llevaba se iba, pretextando un trabajo; y si ganaba, se ponía tan contento que regalaba parte de sus ganancias a los chavos que andaban por allí, y hasta guardaba algo para dárselo a los nietos.
Te cuento ésto para que veas que no todo son dramas en la vecindad; y que las personas se entienden de muchas formas, cediendo un poco y recibiendo otro poco. ¿No crees que esa es la mejor forma de convivir?
Te quiere
Cocatú
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