Querida Tora1:
Hace poco llegaron unos inquilinos nuevos al 58: una pareja de jóvenes recién casados (ni tan recién, porque ella ya estaba casi de nueve meses), y a los pocos días, ¡zas!, que llega el chilpayate (no creo que encuentres la palabra en el Diccionario Galáctico, pero ya te imaginarás que significa niño, independientemente del sexo). Fue una niña muy bonita, muy graciosa y muy llorona; pero no tiene pelo. Esto fue una tragedia, sobre todo para el padre, que proclamaba a los cuatro vientos que todas las mujeres de su familia han tenido siempre un pelo largo, hermosísimo; y llegó al caso hasta de dudar de su esposa. ¿Te imaginas? Dudar de su esposa por una causa tan nimia, tan… estúpida.
La situación se puso tan tensa, que la del 49 sugirió a la muchacha que llamara a doña Sura “que es una bruja excelente”, dijo. La muchacha la obedeció inmediatamente. Y allá va doña Sura, con todo su prestigio por delante, a resolver el problema. Y su diagnóstico fue que la bebita tiene todo el pelo por debajo de la piel, pero que no sale por no sé qué problema durante el nacimiento, que le faltó oxígeno para salir (Y se lo creyeron), que tenía que hacerle un conjuro para que el pelo creciera como debe crecer. Los padres aceptaron enseguida, y lo primero que hizo doña Sura fue rapar a la bebé completamente, ignorando las protestas del padre, que decía que la iban a dejar peor. Luego pidió que le trajeran la piel de un gato recién desollado (yo corrí a la azotea y seguí escuchando por la ventana).
Los muchachos protestaron. ¿De dónde iban a sacar esa piel? Pero doña Sura dijo que era indispensable. Y allá va el pobre padre, acompañado por un hermano que vino a la ceremonia, a buscar un gato que desollar. Yo quise advertir a los compañeros de la azotea, pero los muchachos fueron más rápidos, y llegaron cuando los gatos estaban admirando la llena llena de esa noche y ronroneando amorosamente. Y allá va el padre, armado de todo su valor y de un pavoroso cuchillo de carnicero, a por el gatote negro. El susodicho echó a correr y ni siquiera lo tocó. Y los otros gatos rodearon a los muchachos, dando zarpazos más amenazadores que efectivos. Los muchachos no se amilanaron y fueron a por ellos, pero los gatos somos muy rápidos y ágiles, y no nos alcanzaban.
Se armó un escándalo tremendo, con los maullidos de los animales, los gritos de los muchachos y las macetas que se rompían, que atrajo a todo el vecindario, y pronto estaban todos los hombres de la vecindad participando en la caza de gatos. Pero entre todos no lograron agarrar a uno ni siquiera por la cola. El padre estaba desesperado y se echó a llorar, y todos los “machotes” de la vecindad empezaron a reírse de él. A mi me dio mucha lástima, y decidí ayudarlo. Pero no sufras: ni por un momento pensé en sacrificarme.
Lo que hice fue acercarme a él (con mucho cuidado, te lo juro) y atraerlo hacia un montón de basura que había en un rincón. Poco a poco, logré que se subiera al montón; y entonces, empujé un gato de peluche que había entre tanta porquería. La primera reacción del chavo fue patearlo; pero luego lo pensó mejor y lo levantó. Y casi pude ver lo que estaba pensando: “Doña Sura dijo que el pellejo de un gato desollado, pero no aclaró si el gato tenía que ser de verdad o no”. Y ni tardo ni perezoso despanzurró el juguete, le sacó toda la borra con que lo rellenaron, dejó la pura piel y corrió a su vivienda con el trofeo en alto, seguido por toda la vecindad.
Al ver el peluche, doña Sura torció el gesto, e iba a decir que no servía, que tenía que ser un pellejo de verdad. Pero todos los presentes lo torcieron más que ella al ver su vacilación, y la mujer no se atrevió a echarse encima a toda la vecindad, y dijo que lo que importaba era el valor que el padre había demostrado al conseguir el peluche. Y enseguida procedió a la ceremonia. Que no consistió más que en frotar la cabeza del bebé con el trapo ese, decir unas palabras “cabalísticas” y cobrar. Los padres le entregaron la paga con mucho gusto, y se pusieron a bañar a la bebé, no se fuera a enfermar por el contacto con aquel asqueroso peluche, y convidaron a los vecinos a un brindis por la futura cabellera de su hija. No alcanzó la botella que tenían para toda la vecindad, pero no faltaron voluntarios que trajeron otras botellas, y estuvieron hasta medianoche brindando por el bebé y por la inolvidable noche que estaban pasando.
Lo mejor del asunto fue que los bonos del gatote negro bajaron en la azotea cuando lo vieron huir a tanta velocidad, y ya las gatas no lo siguen tanto. Mejor, porque ya la azotea se está sobre-poblando de gatos, y no alcanzan los ratones que hay para alimentarlos a todos. (Me excluyo, porque a mi no me gustan los ratones).Salúdame a tu mamacita.
Te quiere
Cocatú
1 Contexto: Un alienígena arriba a la Ciudad de México y, convertido en gato, llega a vivir a una vecindad. Le escribe a Tora, quien lo espera en su planeta natal, sus impresiones sobre lo que ve en ese lugar. Su correspondencia tiene algo de crítica social y toques de humor.
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