Querida Tora:
Va a haber un sorteo de la lotería, con un premio gordo muy importante (¿por qué gordo y no otra cosa? Misterios del idioma). Y al portero se le ocurrió organizar una “vaquita” (uso incomprensible de la palabra “vaca”, porque ese animal no tiene nada que ver con la lotería). Para que te enteres, llaman “vaquita” a que mucha gente se junte para comprar un billete de lotería; y si se gana, se reparte lo que sea entre todos los compradores.
Casi todos los vecinos compraron su participación, y todo iba muy bien. Hasta que llegó doña Sura, la adivina, a comprar la suya. El portero le dijo que no, que ella no podía entrar a la “vaquita”. “¿Por qué?” preguntó airada la mujer. “Porque usted trae la mala suerte”, fue la respuesta del portero. Doña Sura respiró fuerte y dijo, con una voz que tronó en todo el patio: “Pues siento decirle que no van a ganar ustedes nada”; y se retiró con toda la dignidad que puede tener una mujer ofendida (que es mucha).
Los vecinos se dividieron, unos apoyando a doña Sura y otros opinando que mejor “no tentaran la suerte”. Ella, sencillamente, se limitó a sonreír y a mover compasivamente la cabeza. Algunos, amoscados, pidieron al portero ver el billete. Al principio se negó, alegando que no era bueno “airear” el billete, porque luego se salan. Pero la insistencia fue tanta que al final accedió a ponerlo en un marco, en el pizarrón de “Avisos” de la vecindad, recomendando que nadie lo tocara “para evitar que las malas ondas lo fueran a dañar”. Los vecinos obedecieron, y se limitaron a verlo con ojos de hambre; y algunos hasta hablaban en voz baja cuando se acercaban, “no fueran a agitar las alas de la maledicencia (que tampoco sé qué tenga que ver con un sorteo de dinero, Pero así son por aquí).
A medida que se acercaba la fecha del sorteo, el nerviosismo aumentaba, y los guaruras tenían que emplearse a fondo para evitar que los vecinos se reunieran ante el billete y le rezaran para que los favoreciera. El día del sorteo, el portero organizó “un pequeño cocktail” para escuchar el resultado. Y en el patio se reunió la vecindad entera. Solo faltó doña Sura, que dijo que tenía cosas más importantes que hacer.
¿Y qué crees? El billete recibió el premio mayor.
¡Cómo se pusieron los vecinos! Cantaron, bailaron, gritaron, comieron y bebieron hasta el amanecer, haciendo planes para gastarse lo que a cada uno le tocaba. Todos estaban en el colmo de la euforia… menos el portero. Yo noté que al anunciar el número ganador, se había quedado quieto y que palidecía intensamente, y hasta estuvo a punto de desvanecerse. Pensé que era por la emoción del dinero ganado, y no sabes lo que tardó en reaccionar. Cuando logró hablar, se reunió con los guaruras en la portería, que estaba cerrada a piedra y lodo, y estuvo como tres horas hablando con ellos. Algunos vecinos fueron a anunciar la buena noticia a doña Sura; pero ésta se limitó a decir: “Al freír será el reír”. ¿Qué quiso decir con eso? ¿Qué tiene que ver lo que se fríe con la alegría de ganar un premio? Nada, ¿verdad? Y, sin embargo, creo que tuvo razón.
Al día siguiente, todos querían ir a cobrar el premio, y desde muy temprano se formaron ante el pizarrón de “Avisos” para organizar el asunto. Pero el portero no salía. Los vecinos empezaron a aporrear la portería, exigiendo su presencia; pero el que salió fue uno de los guaruras, el más guapito, que se lleva bien con todos (sobre todo, con las chavas). El muchacho tomó el billete; y en el momento de doblarlo para metérselo a la bolsa e ir a cobrarlo descubrió que la fecha del billete era ¡del año pasado!
Empezaron las cavilaciones, pues muchos afirmaban haber verificado la fecha. ¿Cómo era posible que fuera del año anterior? Y cuando más violenta se hacía la discusión salió el portero y con voz tonante dijo “¡Es la maldición que nos lanzó doña Sura!”
Eso bastó para que los vecinos se lanzaran a la vivienda de la adivina con ánimos, algunos, de reclamarle; y otros, de despedazarla. Mal lo hubiera pasado la mujer, si no es que el propio portero (audaz que es, y que le salen bien las cosas) los contuvo diciendo que “alguien” había pegado sobre la fecha los número “2021”, y así la había modificado; que eso era un fraude contra los vecinos, un atentado a sus capitales tan honestamente ganados y una “violación de los más elementales derechos humanos, de los derechos de posesión y de la esperanza a la que todos tenemos derecho (Otra vez “derecho”) de alimentar”. Y prometió hacer una investigación “hasta llegar a las últimas consecuencias, ¡caiga quien caiga!”.
¿Crees que con eso se apaciguaron los vecinos? Ya no les importó lo que habían perdido al comprar las participaciones en la “vaquita”, pues la promesa del portero les hizo creer que el responsable se los devolvería. Y se fueron a sus casas, un poco inquietos, pero conformes. Y al otro día volvieron a visitar a doña Sura, como siempre. Yo creo que eso de “caiga quien caiga” les hizo mucho efecto. Pero ya lo han oído tantas veces, que no debían hacerle caso.
Yo no me conformé. Quería averiguar la verdad. Y aprovechando un descuido de los guaruras, me metí a la portería, seguro de que allí iba a n encontrar algo. Y sí: encontré varios recortes de billetes que tenían la fecha de este año, y no me quedó la menor duda: la falsificación del billete la hizo el portero, secundado por sus guaruras. Yo cogí esos recortes (con la boca, ¿con qué otra cosa?) y los fui a dejar en el patio; pero los que los vieron fueron los niños, que andan siempre buscando “tesoros” en el piso. Los mayores nunca voltean para abajo. Y como el portero se fue de vacaciones, se olvidaron muy pronto del asunto. ¿Qué te parece cómo arreglan los problemas estas autoridades?
Te quiere,
Cocatú
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