Al súper con Annie Ernaux

Leer la obra de Annie Ernaux es conectarnos con la condición humana en sus más diversas facetas. Una lectura por demás recomendable.

11 de marzo, 2025

Maria del Carmen Maqueo Garza

La literatura conecta a los seres humanos. A través de las páginas de un libro logramos identificar la forma de pensar y de sentir de su autor, y cotejarlo con lo nuestro propio. Hay autores con los que nos sentimos mejor, y encontrar esas fuentes es motivo de un gran gozo para cualquier lector.

Annie Ernaux es una escritora francesa ganadora del Nobel de Literatura en 2022. Su obra, eminentemente autobiográfica, da cuenta de la época que le ha tocado vivir desde muy niña hasta sus años dorados. A través de sus páginas nos encontramos a ratos en la trastienda de un establecimiento de abarrotes de sus padres, o caminando por recintos universitarios que ella nunca imaginó alcanzar, o bien, en una de sus últimas obras, viviendo una relación sentimental con un hombre muchos años menor que ella.

De esta época postrera acabo de terminar: “Mira las luces, amor mío”, una obra autobiográfica que cabalga entre la crónica y el ensayo personal, para dar cuenta del universo humano que se despliega en los corredores de cualquier supermercado (hipermercados, los llama ella). En lo personal de inmediato me identifiqué con sus observaciones y digresiones con relación a la mercancía, a la forma de presentarla al público, y el modo como ese público reacciona ante lo que se ofrece a su bolsillo. Inicia con las primeras tiendas de este tipo que conoció en los años setenta, hasta la actualidad. Estos almacenes, en voz de la autora: “Suscitan pensamientos, fijan en recuerdos sensaciones y emociones.” Y es a partir de ese conjunto de vivencias que ella va narrando en primera persona sus experiencias al acudir semanalmente a surtir el mandado. Habla de los distintos tipos de compradores, de sus necesidades particulares y de cómo, a través de lo que adquieren y de cuánto gastan, es posible determinar a qué grupo socioeconómico pertenecen. Revisa con una mirada lateral los fenómenos migratorios que tanto han impactado a Francia en los últimos decenios.

Annie Ernaux hace énfasis en la ubicación de estos grandes almacenes con relación a otros establecimientos de primer orden; de igual manera acerca de la conformación del inmueble y de las directrices mercadológicas a las cuales obedece.

Me sentí muy identificada con esta obra, pues, en lo personal, llaman poderosamente mi atención los centros comerciales, sitios públicos en los cuales se pone en evidencia mucho del imaginario de una población. Desde qué productos compran, en qué cantidades y el modo como tratan la mercancía. No es infrecuente encontrarse un paquete de camarones congelados entre envases de detergente líquido, o una charola de fruta abierta, de la cual se ha extraído parte de su contenido. Signos como estos nos dan cuenta de la sensibilización que tiene la clientela frente a la mercancía que se ofrece. Cada una cuenta una historia, tal vez la primera sea la de un alma ilusa que pensaba cenar camarones y se topa con la realidad de su economía doméstica. En el segundo caso me lleva a pensar en clientes que hallan justificada la merma de mercancía que no se ha pagado, argumentando que el capitalismo es algo malo y que merece ese trato. En lo personal he escrito bastante acerca de este asunto de los supermercados. Visitarlos semanalmente y sin acompañamiento, me da una oportunidad única de observar y elucubrar.

Un punto que resalta la escritora es acerca de la ubicación del material literario y periodístico. Mi experiencia personal es que, para acceder a los exhibidores de libros del supermercado, tengo que movilizar varios carritos metálicos copados de mercancía que esperan su turno para ser entregados en el servicio llamado “pick up”, en el que el cliente encarga su mercancía por vía telefónica y pasa a recogerla. Llama la atención que, los carritos que esperan ser recogidos, invariablemente se colocan obstruyendo el acceso a los exhibidores de material impreso, lo que es indicativo del poco interés de la clientela.

Habla la autora sobre la mecanización de las cajas registradoras y el desempleo al que llevará a quienes, hasta hace poco, habían sido los necesarios cajeros. Es evidente que ni de aquel lado del Atlántico ni acá hemos aprendido a manejar con maestría el autopago, y de primera instancia preferimos una registradora en la que otra persona sea responsable de pesar y cobrar la mercancía. Pero sí, bien dice la escritora, pronto será algo del pasado.

Un tema por demás vigente que ella engloba como “parafarmacia” es la cantidad de productos no médicos destinados a mejorar la salud, la figura, el rendimiento, o a revertir la edad. Seguramente uno de los grandes aciertos de compañías que han hecho grandes capitales a partir de estos productos. Además, hace referencia cómo, pasada una fecha como Navidad o Domingo de Pascua, la mercancía se deprecia al máximo y nosotros, como consumidores, seguimos el juego mercadológico para aprovechar las ofertas postemporada. Ella señala la ausencia de música en los corredores del centro comercial; mi percepción es distinta, me parece que hay música, en cierta vibración que estimule sentirse bien, y por tanto comprar más, como un recurso adicional del “marketing”.

A manera de llamada de atención, la autora nos señala de cuando en cuando las grandes tragedias que ocurren en países subdesarrollados, dentro de industrias que proveen mercancía a las grandes cadenas europeas. Algo que solemos pasar por alto como consumidores.

Leer la obra de Annie Ernaux es conectarnos con la condición humana en sus más diversas facetas. Una lectura por demás recomendable.