Hace algunos días, el presidente Joe Biden pidió a varias de sus agencias que investiguen los orígenes del coronavirus que ha causado la muerte de 3.6 millones de humanos y que ha dejado baldados a miles con lesiones considerables. Esta pandemia se originó en noviembre de 2019 en Wuhan, una próspera ciudad China que goza de buenos estándares de vida y un ambiente científico justificado por dos instituciones dedicadas a la microbiología y la biología molecular. Tal parece que hubo uno o varios casos de neumonía atípica que no fueron reportados en forma inmediata sino hasta enero de 2020. El registro oficial se hizo como neumonía controlable con el fin de evitar detalles alarmantes a los medios de comunicación. En un lapso de 15 días surgieron otros 27 casos de la agresiva neumonía que fueron reportados a la Organización Mundial de la Salud (WHO por sus siglas en inglés) por los canales sociales, nunca por los medios oficiales del gobierno chino. Los datos solo contenían información parca y escueta, sin mayores detalles.
El 2 de enero del 2020, Zhang Yongzhen, virólogo residente en Shangai, determinó la secuencia del genoma viral y descubrió que era muy semejante a la cepa infecciosa detectada en 2002. Para el 9 de enero los hospitales de Wuhan estaban saturados, la población civil sumida en el terror y el caos de la desinformación al igual que el resto de China que también ignoraba lo sucedido; el resto es historia.1
La pandemia se transformó en endemia rápidamente. Los virólogos de todo el mundo se aprestaron al estudio de la cepa y pronto se dieron cuenta que se trataba de varias mutantes que atacaban a los humanos con una agresividad inusitada, 4, 5,… 10 cepas diferentes han sido descritas en diferentes partes del mundo, su paso ha dejado miles o millones de pacientes infectados y todavía siguen surgiendo otras mutantes; la mortandad se ha detenido parcialmente por los millones de vacunas que se han aplicado en todo el mundo; sin embargo, el riesgo del contagio sigue ahí, latente como una grave amenaza sobre el género humano.
Para nadie es un secreto que los países del primer mundo libran desde hace mucho tiempo una ardua pugna desarrollando nuevas armas, entre las cuales se encuentran las armas biológicas. Como su nombre lo indica, la pieza angular de estos proyectos son los microorganismos de naturaleza patógena (bacterias, hongos, virus, algas) que se perfeccionan con el fin de usarlos contra sus enemigos. El término perfección implica la manipulación de las características bioquímicas y genéticas del agente patógeno en el laboratorio con el fin de incrementar su capacidad infectiva y su letalidad.
Desafortunadamente, los países del primer mundo gastan millones de dólares investigando y desarrollando la patogenicidad de estos microorganismos con el fin de intimidar y/o amenazar a sus enemigos. Los avances científicos en la bioquímica, la inmunología, el cultivo masivo de células, la genética y la tecnología computacional son las herramientas que usan para lograr sus propósitos. Miles de técnicos especializados trabajan en estos Programas que están inmersos en el secreto y la siniestra manipulación.
Wuhan, una ciudad de 11 millones de habitantes, es la sede de La Universidad de Wuhan y del Instituto de Biología Molecular. Ambas instituciones cuentan con el personal y equipo suficientes para emprender este tipo de actividades, de hecho, existen antecedentes de proyectos de investigación con la cepa SARS-CoV desde hace años.
En el lapso 2019-2020, el entonces presidente D. Trump al saber todos estos detalles explotó amenazando a China que si se llegara a comprobar que ellos habían intervenido en la dispersión de este coronavirus, habría graves consecuencias. Obviamente, no fue una gestión muy adecuada y rápidamente pasó desapercibida. Sin embargo, muchos de los laboratorios dedicados a estos proyectos de inmediato trataron de determinar si el virus era un patógeno natural o un recombinante obtenido en el laboratorio. Investigadores de varios países concluyeron que se trataba de una cepa de coronavirus, inocuo huésped natural de los murciélagos, quienes por supuesto, no sufrían daño alguno.
Luego, a la fecha NO existe una prueba científica que compruebe que el SARS-CoV-2, patógeno responsable de la actual pandemia, haya sido producto de alguna manipulación genética.2
De inmediato han surgido algunas teorías que tratan de explicar los orígenes de esta megainfección, algunas de las más coherentes son:
- El contagio con el virus se hace de animal a animal. Es decir, siendo un huésped inocuo en los murciélagos, el coronavirus se transmite a otros murciélagos y de aquí pudiera ser que se contaminen algunos felinos, minks, pangolín u otros animales silvestres de la región. También es factible que el virus también haya invadido algunos criaderos de animales.
- Es posible que la infección se haya realizado directamente de algún animal hacia el humano, no es de esperarse que necesariamente haya sido un murciélago sino algún otro animal en su papel de huésped intermediario. Recordemos que en China existe un activo mercado de una gran cantidad de animales vivos. Se ha demostrado que esta vía de contagio incrementa la agresividad del coronavirus hacia los humanos.
- En un tiempo se consideró que los virus habían contaminado alimentos refrigerados o congelados, pronto se descubrió que el virus se transmitía únicamente por la vía respiratoria, no hubo contagios digestivos fuera o dentro de Wuhan, lo cual invalidó la teoría.
Ninguna de las teorías anteriores satisficieron ampliamente las expectativas de las autoridades sanitarias y las financieras, y aún se sigue sospechando de que ha habido algún factor que nadie quiere mencionar pero que pudiera ser la causa de esta desgracia. Dicha posibilidad pudiera ser que la contaminación provino de algún laboratorio de Wuhan y que se dispersó en forma involuntaria. Si esto fuese la verdad convendría saber si alguno de los laboratoristas se infectó sin darse cuenta y propagó el virus al medio ambiente o contaminó a otra persona.
A la fecha todas son especulaciones, nada definitivo; las cuevas donde abundan los murciélagos están en Yunnan, una localidad que está a 1600 kilómetros de Wuhan; demasiado lejos para ser la principal fuente de contaminación. Las autoridades chinas han estado muy herméticas en sus declaraciones, se podría decir que evitan toda responsabilidad y en ocasiones se han dado declaraciones contradictorias, como por ejemplo: los investigadores del Wuhan Institute of Virology y del Wuhan Center for Disease Control and Prevention declararon que la cepa: CoV RaTG13 es 96.2% similar a la SARS-CoV-2; mientras que el Reporte de los investigadores de la WHO no mencionaron ningún proyecto con coronavirus semejante o parecido a cualquiera de las dos cepas mencionadas. Tampoco mencionaron que algún especialista hubiera resultado infectado o con los síntomas de la infección.
El asunto se vuelve más siniestro y confuso cuando el 23 de mayo del 2021 el Wall Street Journal publica que los Departamentos de Inteligencia Norteamericana sabían que tres investigadores del Wuhan Institute of Virology habían acudido al hospital en noviembre del 2019 con síntomas muy semejantes a los del COVID 19.2
En febrero 2 del 2021, un grupo de virólogos fueron comisionados por la WHO para inspeccionar los sitios y los laboratorios en Wuhan. Al parecer, los virólogos no quedaron satisfechos con las respuestas y los obstáculos que las autoridades chinas pusieron durante las auditorías. Su reporte de abril de 2021 fue muy breve y escueto, lo cual les hizo acreedores a innumerables críticas que señalaron una considerable falta de rigor en los procedimientos. Tal parece que las autoridades chinas evitaron las respuestas a las preguntas difíciles que se realizan en todo tipo de auditoría científica.
Los críticos investigadores en todo el mundo determinaron que es muy difícil obtener una conclusión válida en esas condiciones y declararon que sería necesario realizar nuevas investigaciones con mayor rigor y formalidad. Tal vez estas declaraciones y las actuales condiciones de la endemia en todas partes del mundo incitaron al presidente Biden a solicitar a las autoridades sanitarias respectivas nacionales e internacionales para que realicen otra serie de investigaciones que determinen sin duda el origen y los mecanismos de la infección de este coronavirus.
Es tanto el caos y el desfalco político, económico y social que ha causado esta pandemia que un equipo de virólogos independientes han propuesto todo un Programa del tipo de Auditorías que deben efectuarse en este caso; las acciones prioritarias que se han sugerido son:
- Realizar un cuidadoso monitoreo de los animales salvajes capturados y comparar los datos con los datos de los animales mantenidos en cautiverio o granjas de reproducción masiva.
- Analizar las virologías de los coronavirus en los murciélagos chinos y compararlos con los de otros países en el sudeste asiático. Esto proporcionará la identificación de posibles cepas con el potencial de causar futuras infecciones masivas
- Revisar detalladamente la epidemiología de los primeros casos del COVID 19 en Wuhan.
Ellos garantizan que es muy necesario entender y definir el origen y otros detalles de esta endemia para adquirir el conocimiento y la experiencia básica que nos permitan establecer las medidas preventivas y las estrategias de aislamiento, tratamiento y vacunación en el caso de futuros incidentes.
La iniciativa del presidente Biden es extraordinaria. Estamos viviendo una época en que sobran las palabras y nos hacen falta las acciones y los planteamientos positivos; sin distinción de razas, colores, modas y sabores. Espero que los jerarcas y líderes de los demás países apoyen esta propuesta sin restricciones…ya nos merecemos una muestra de solidaridad con nosotros mismos.
REFERENCIAS:
1 Antonio G. Trejo. La Versión China del Coronavirus. Ruiz Healy Times. Febrero 15, 2021.
2 Amy MCKeever. We still don’t know the origins of the coronavirus. Here are 4 scenarios.National Geographic Magazine. June, 3rd 2021.
Correo electrónico: [email protected]
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