2023 fue un año que cerré intensamente con proyecto nuevo en mano y por tanto, preparando el terreno para arrancar todo en enero, no hubo vacaciones porque tenían que realizarse tareas a marchas forzadas para alcanzar el objetivo.
La sorpresa fue que el proyecto no sólo no avanzó conforme a lo esperado sino que se quedó estancado (hasta el momento), pero además las decisiones que debieron tomarse para iniciar el año con dos proyectos bajo el brazo empezaron a cobrar factura en todos sentidos y entre otros no menos importante el más relevante fue la salud, mi salud, misma que no se había visto comprometida (o tan comprometida) desde hace mucho tiempo incluso antes de pandemia porque no padecí (ni he padecido) de COVID; sin embargo, el confinamiento, el cambio de rutinas y la exposición a otro tipo de microorganismos sin duda ha ido afectando el sistema inmune y enfermé de algo extraño (digo extraño porque una cosa llevó a la otra) y lo que empezó como un dolor de muela, siguió con contractura, alergia, resfriado, inflamación de laringe, alergia y al día de hoy, la tos sigue presente sin ningún otro síntoma.
Seguí los tratamientos e incluso me han inyectado vitaminas y desinflamantes porque al parecer, el estrés empieza a cobrar factura y no, no es que mis jornadas laborales sean de sol a sol o que el esfuerzo físico se haya incrementado o que tenga más tareas ahora que antes; sin embargo, algo sucedió que el cuerpo ha pasado casi tres meses obligándome a medio funcionar porque no se puede estar al cien con una tos seca o con un dolor articular y entonces hay que detenerse de forma gradual sin poder dejarlo todo de una sola vez porque entonces el mecanismo de la rutina diaria se colapsaría, porque cuando se es el centro de operaciones en lo laboral y el núcleo en lo familiar no caben conceptos como: tiempo libre, vacaciones, descanso, pausa, tiempo fuera o cualquier otro.
Es por eso que se dice que “hay de todo en la villa del señor”, y sí, hay de todo pero como nunca antes. La percepción general es de que todo está mal, de que hay enfermedades por todas partes, que existe un desabasto generalizado en insumos, que hay una oferta laboral despreciada por todos aquéllos que se han creído el cuento de que no es necesario esforzarse para ser mejor y vivir mejor y que, para colmo, nos encontramos en plena temporada de campañas electorales recién iniciadas el día uno de marzo y eso enrarece el ambiente que de por sí ya venía siendo raro desde el primer día del reciente sexenio.
Digo que todo mal porque, contrario a la tendencia personal que tengo de siempre ver el lado amable de las cosas, esta vez no encuentro algo que realmente esté funcionando como se debe y entonces cabe la pregunta: ¿la pandemia dejó consecuencias sociales, políticas y económicas difíciles de resolver o simplemente intensificó lo que ya de por sí estaba mal y de malas?
El tiempo lo dirá pero por lo pronto, parece que hemos regresado a la época del oscurantismo (práctica ejercida con el único fin de evitar la difusión entre la población de ciertos hechos y/o conocimientos) y por eso se hace importante informarse, actualizarse y formarse un criterio propio para tomar decisiones acertadas en el próximo ejercicio electoral.
Las pequeñas cosas
Digo que todo mal porque los valores y las virtudes son dos consideraciones que parecen no importar en la actualidad, de los valores no sólo ya no se aplican ni siquiera se conocen o ¿quién trabaja en su escala de valores cada día para elegir la justicia o la prudencia ante cierto acontecimiento?
Y de las virtudes (el bien, la verdad, la justicia y la belleza), no sólo brillan por su ausencia en lo cotidiano, sino que difícilmente podría encontrarse modelos a seguir por el despliegue de virtudes que lo caractericen. Los días sin poder tener un tiempo para escribir me han dado oportunidad de reflexión y observación, de ensimismamiento y cuando todo está tan mal, es necesario y urgente “hacer algo”, dar un primer paso para estar mejor, un diminuto paso que marque la diferencia y que nos lleve de un terrible punto A a un mejor punto B.
Todo está mal y es el pensamiento que me ha acompañado desde que mi salud se vio comprometida y es que no es fácil intentar ser y estar bien cuando en realidad, las capacidades se van a menos de la mitad de productividad acostumbrada pero este es un primer paso y deseo que poco a poco, todo vaya mejorando.
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