“Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo”.
– Mario Benedetti (1920-2009), poeta y escritor uruguayo.
Un minuto (unidad de tiempo) es apenas una sexagésima parte de una hora y a su vez, transcurre cada 60 segundos. ¿Qué cosas ocurren en ese breve instante de tiempo? Quizá el cambio de luces de un semáforo, una nota musical, un accidente o una laguna mental y cuando éstas se vuelven recurrentes pueden ser síntoma inequívoco de deterioro cognitivo y/o demencia, que suele confundirse con vejez o se atribuye totalmente al Alzheimer, aunque realmente es todavía campo yermo.
De acuerdo al Plan de Acción Alzheimer y otras demencias 2014: “Se ha estimado que, a nivel global en 2010 vivían 35.6 millones de personas con demencia y se prevé que esta cifra se duplicará cada 20 años, alcanzando 65.7 millones en 2030 y 115.4 millones en 2050. Anualmente, el número total de nuevos casos de demencia en el mundo es de casi 7.7 millones, lo que significa un nuevo caso cada cuatro segundos”. Para las personas con alguna demencia, los minutos se convierten en días y los días en segundos cuando la memoria empieza a generar historias fuera de la realidad o cuando los recuerdos se empalman unos con otros sin sentido y para quienes acompañan o cuidan de pacientes dementes el tiempo les juega en contra, pues resulta agotador mantener el equilibrio entre el cuidado al otro y el personal, además de que se requiere de un apoyo adecuado por parte de las instituciones de salud, financieros, legales y sociales. El enfermo de demencia pierde voluntad y juicio, por lo que se hace necesario hablar de otro tema espinoso: voluntades anticipadas y que se refieren a permitir llegar a término los ataques cerebrales sin ningún tipo de intervención.
Regresando a los minutos, a esa brevedad del tiempo y su relatividad me remito a algunos detalles que encontré recientemente en el filme “The Father” (2020, Reino Unido / Francia) y que si bien es un retrato muy cercano a lo que padecen quienes sufren de demencia, es apenas un esbozo.
- El reloj y el tiempo: en el filme, el personaje principal (Anthony) reclama constantemente la pérdida de su reloj, el cual resguarda en un lugar secreto como un intento de permanecer en el presente y de impedir que el tiempo se le escape.
- Las ventanas: los espectadores vemos las ventanas como un escape porque realmente sentimos el encierro de que es presa Anthony, quien mira la vida pasar a través de ellas.
- La música: según los especialistas en la materia, la capacidad auditiva es lo último que se pierde en estado vegetativo y durante las escenas que aluden a los recuerdos del personaje central se pueden escuchar fragmentos de música clásica y ópera muy ad hoc a la circunstancia que nos revela el filme.
- Las emociones: el personaje ríe de forma casi delirante, llora desconsoladamente como un niño perdido, enfurece, teme quedarse solo, odia el café.
Ninguno está de más y todos están presentes en las diferentes etapas de un paciente demente entre la confusión de ideas y recuerdos que padecen porque los minutos para ellos dejan de ser esa medida del tiempo que marca las horas para convertirse en semanas, mesas o quizá años de sufrimiento interno y que los va separando de la realidad, de sus seres queridos y de su hogar como el caso de Anthony.
En México, aún hace falta mucha divulgación en torno al tema, especialistas con conocimiento e investigación en demencias, tratamientos y acompañamiento tanto para pacientes como cuidadores y familiares. Las voluntades anticipadas por crueles que parezcan son en realidad un regalo, la última oportunidad de tener un gesto de amor para ellos y permitirles morir con dignidad, son tan solo una de #laspequeñascosas que podemos hacer para sacarlos del terrible sentimiento de ansiedad que experimentan constantemente, como Anthony cuando pregunta en un momento de confusión: “¿Quién soy yo exactamente?”.
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Las pequeñas cosas: brillo | Ruiz-Healy Times (ruizhealytimes.com)

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