Las pequeñas cosas: de lo cotidiano

“Hoy, para siempre quiero que olvides tus pasadas penas y que tan sólo tenga horas serenas, tu corazón”. –Flor de Azalea: Manuel Esperón González / Zacarías Gómez Urquiza

9 de octubre, 2023 La maternidad lo transforma todo dentro y fuera del organismo y es un proceso que dura toda la vida

La maternidad lo transforma todo dentro y fuera del organismo y es un proceso que dura toda la vida porque en la medida que el crío (o los críos) va creciendo, las necesidades y las ocupaciones cambian, pero también el grado de satisfacción al ver los alcances y los aprendizajes que va teniendo esa criatura que habitó el cuerpo durante nueve meses. 

Yo no termino de acostumbrarme porque cada día tiene sus retos y sus peculiaridades y semana a semana ocurre algo distinto que da vuelta a la agenda más organizada que pueda planearse porque siempre hay un bicho al acecho del criaturo, una suspensión de clases inesperada, una tarea laboriosa para el día siguiente, una actividad escolar extraordinaria. Y así sucesivamente se van tejiendo uno a uno los días de la semana, del mes y del año casi sin sentirlo y sin ser muy conscientes del transcurrir del tiempo hasta que un buen día observas el calendario y descubres que le faltan dos meses al año para llegar a su fin (y digo dos porque mi año laboral concluye en noviembre, el resto es requisito).

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Nos encontramos en temporada otoñal (mi favorita del año) y el frío ya empieza a dejarse sentir junto con un agradable aroma a cempasúchil, a ponche, a pan, a calaveras de azúcar y particularmente este año por todos lados permea un ambiente mortuorio muy peculiar. Será que noviembre para mí es el mes en que mi padre cumpliría 77 años y el que ocupa el lugar principal en la ofrenda del día 2. Será también que al igual que lo hacen los árboles llega el momento de desprenderse de todo aquello que ya no sirve para seguir creciendo o será que simplemente es mi momento favorito del año porque hay mil y un pretextos para abrazarse, para compartir, para acompañarse y para estar con los otros, con los amores, con los que hacen mejor el mundo en que vivimos.

Hay un gran sentido en perseguir #laspequeñascosas de la vida, a pesar de que el ritmo hoy sea tan acelerado, a pesar de que la inteligencia artificial amenace con sustituir el trabajo de la humanidad e incluso, a pesar de una absurda invasión de chinches por doquier porque no hay mejor disfrute que ver el amanecer, sentir el viento en la cara, escuchar el ruido de la lluvia o ver las aves volar. 

El tiempo pasa y un día pasas de ser la niña de seis años que asiste a la primaria para ser la madre de familia que deja a su criaturo en la misma escuela y la que suelta lágrimas de emoción en cada festival escolar porque la vida pasa y son los recuerdos la que la hacen más bella y los que dan una razón para seguir adelante, siempre adelante. En pocas semanas estaremos brindando por la llegada de un nuevo año pero mientras, no está de más agradecer la vida y el poder respirar nuevamente el ambiente otoñal.

A manera de colofón

En 1968, más exactamente el día 12 de octubre, se inauguraban los Juegos Olímpicos en México en el Estadio Olímpico Universitario con una salva de 21 cañonazos a manera de saludo para Díaz Ordaz, Ramírez Vázquez y Brundage; las palabras inaugurales de Ordaz fueron: “Declaro inaugurados los Juegos Olímpicos de México, que conmemoran la decimonovena olimpiada de la era moderna”. Enriqueta Basilio fue quien encendió el pebetero olímpico siendo la primera mujer en realizar dicho acto inaugural. El emblema, diseñado en colaboración por tres artistas: Pedro Ramírez Vázquez (arquitecto y presidente del Comité Organizador de los Juegos), Eduardo Terraza (México) y Lance Wyman (Estados Unidos) es una combinación de los cinco anillos olímpicos y del año que, entrelazados representan la unión de los cinco continentes y simbolizan los valores olímpicos: búsqueda de la excelencia, demostración de respeto y celebración de la amistad. Recuerda los patrones de los huicholes, un pueblo indígena de México y reflejaba la moda de la época: la psicodelia hippie. 1968, un año con mucha historia por contar.

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