Las pequeñas cosas: cuatro años después

“Mi delito es la torpeza de ignorar que hay quien no tiene corazón…”. – “Y si fuera ella”, Alejandro Sanz

18 de marzo, 2024

Este no es un lunes cualquiera, tampoco es que sea único porque, por regla, las efemérides se conmemoran y/o celebran exactamente en la fecha que ocurrieron, pero este lunes representa aquél fatídico puente de descanso obligatorio previo a establecer el confinamiento en el país causado por la propagación del virus COVID-19; es decir, que por estos días se celebran cuatro años de aquélla experiencia pandémica que hoy nos otorga el título de sobrevivientes a quienes tenemos la posibilidad de respirar un día más.

En 2020 yo cubría el turno vespertino de la cafetería universitaria que administro. Al salir del sitio laboral, caminaba un par de cuadras para llegar hasta el sitio de taxis y abordar la unidad que habría de llevarme de regreso a casa. Semanas antes escuchaba a través del televisor instalado en la caseta del sitio algunas noticias y así me fui enterando de la rápida propagación del virus por el mundo, supongo que el instinto de sobrevivencia activaba en mí el sentimiento de la negación porque por mi mente cruzaba siempre la misma pregunta: “¿Si esto se pone muy grave qué haré yo sola con mi hijo?”. Los días pasaron y de la suspensión de clases para “evitar contagios” pasamos por la sana distancia hasta llegar al confinamiento absoluto y el cese de actividades presenciales. El mundo se llenó de náufragos, cada uno anclado en su propia isla y con sus propias posibilidades para sobrevivir.

Cuatro años después parece que la pandemia ha quedado en la memoria como una anécdota, quizá es una reacción involuntaria ante la experiencia que vivimos por aquél tiempo de aislamiento, de incertidumbre, de desempleo, de enfermedad, de zozobra, de pobreza, de desabasto; en realidad, cada quien sabe cómo fue que pasó dicho periodo en su vida y sólo algunos podemos decir que “sobrevivimos” a los siete millones de muertos en todo el mundo a causa del coronavirus (según datos de la Organización Mundial de la Salud). Lamentable es confirmar que no aprendimos nada de la experiencia y que lejos de ser más solidarios o empáticos, la violencia y la intolerancia se hayan incrementado a cifras inusitadas, al punto de que es posible ver a las personas llegar a los golpes e incluso al uso de armar por situaciones simples como el exceso de tránsito, una fila en el banco, ocupar un lugar en el estacionamiento, abordar el transporte público, etc. 

Las pequeñas cosas 

Se dice que cada quién habla según le va en la feria, el tiempo pandémico representó para mí una pausa obligada después de lo que llamo el tornado que me obligó a dejar mi casa y el rol materno para ocuparme de la salud de mi madre primero y de mi padre después con su fallecimiento en 2019 y la distancia con el padre de mi hijo. Digo una pausa porque no hubo tiempo para procesar cada experiencia y reincorporarse, elegir seguir adelante desde la convicción y no desde el instinto de supervivencia en el que permanecí durante tres años desde el 2017 y hasta que el confinamiento me obligó a abrazar a mi hijo para resguardarme en casa. 

Entonces llegaron a mí múltiples oportunidades: clases en línea, tiempo para leer, tiempo para descansar, tiempo para limpiar y hacer habitable mi casa, tiempo de introspección, tiempo para planificar, tiempo para elegir, tiempo para re-conectar con mi hijo y tiempo para ganar paz, esa paz que se fue quedando entre hospitales, medicamentos, citas médicas, cuidados, el funeral de papá y el ejercicio de una maternidad en soledad con muchas opiniones y críticas ajenas pero sin un apoyo real, emocional, solidario, tierno, amoroso, comprensivo. Sí, la pandemia ha sido el suceso más devastador del último siglo y a su pasó dejó cuantiosas pérdidas y duelos por sanar pero en primera persona, fue el momento que necesitaba para reencontrarme, para sanarme, para tomar un respiro y reinventarme. Una gaviota no hace primavera y entiendo que mi experiencia no define lo que significó la pandemia en lo global pero la vida es un cúmulo de historias y experiencias y todos, absolutamente todos tenemos una historia qué contar. Hoy no es un lunes cualquiera.

A manera de colofón

Debate chilango al cierre de esta colaboración: Brugada propone crear lo que ya está hecho y que el actual gobierno se ha encargado de eliminar, desaparecer o abandonar como las estancias infantiles y sus utopías además de defender y alabar las acciones de sus jefes. Chertorivski no ofrece nada nuevo bajo el sol. Taboada tiene otros datos y los dos candidatos de la oposición le facilitan el discurso.

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