Silencio, ausencia de personas en una casa donde la única persona soy yo. No siento ni tengo la presencia de nadie. Poco a poco, la mente se apodera de mi ser, empieza a tomar el control de mis pensamientos. El miedo hace su presencia, pero… ¿Qué es lo que lo ocasiona? El vacío de las habitaciones tal vez.
Miro dentro de mis sentimientos, extraño a personas y situaciones. Empiezo a recordar momentos, algunos duros que me llenan de rencor, rabia, dando como resultado que en medio de la soledad explore el interior de mi persona y encuentre los más bajos instintos, algunos primitivos y rapaces. Encontrar mi verdadero yo es mi más grande temor. Ahora entiendo por qué a nadie le gusta la soledad, pues ella te lleva a mirar el interior de tu mente donde se encuentra la verdadera persona que eres, los miedos que te dominan.
Después de enfrentar mis demonios, mi mente da un giro donde los recuerdos de una grata aventura me hacen recordar bellos momentos, mi infancia que estuvo llena de amigos, juegos divertidos, los cuales compartí con mis mejores cómplices de mis travesuras.
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También recuerdo la belleza de algunas personas, caras lindas, voces que enamoran y cuerpos que seducen. Oh, si es el amor, todavía puedo sentir cómo se dilatan mis pupilas al recordar a esas personas que marcaron mi vida amorosa, pero igual hubo desamor; sin embargo, el recuerdo es grato.
El día a día es una fría rutina que agobia con su monotonía, pero también forja un destino cuando esa rutina se convierte en disciplina misma que te lleva al éxito si sabes aprovecharla, o te consume si no sabes moldearla.
Así, mis primeros días de soledad me llevaron a un viaje mental de caminos recorridos llenos de sentimientos encontrados. En esos caminos me reencontré con seres queridos que ya no están, algunos se alejaron por que buscaron nuevos horizontes, otros simplemente ya no compartían las mismas ideas y se fueron, también hay quien pasó a mejor vida.
Todos estos recuerdos llenan los vacíos de mi habitación. Es como vivir nuevamente las experiencias que he tenido al paso de los años. También veo el presente, mi posición de la vida hasta donde he llegado al paso del tiempo, el futuro también va tomando forma con nuevas metas por cumplir y planes por realizar.
Así es como se vive la soledad: recordando el pasado, disfrutando el presente, planeando el futuro. De la misma manera te das cuenta de que no estás solo, que tienes contigo a la persona que más le importas en el mundo, por lo que fuiste, eres y serás. Te tienes a ti mismo, aprendes a acompañarte en la ausencia de los demás.
Ahora no me da miedo estar solo. La soledad me enseñó la reflexión de mis errores y ahora puedo disfrutar de los bellos recuerdos, revivir viejos amores, mantener viva la memoria de los que ya no están conmigo, planear un mejor futuro para escribir unas líneas donde expreso mi sentir.
En pocas palabras, puedo decir que aprendí a vivir conmigo y no sentirme solo nunca más.
“ESTA ES LA NATURALEZA DE MI SER”.
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