Rodrigo es papá de un pequeñito con diabetes mellitus tipo I. A su niño le modificaron el esquema de insulina y está regalando dos frascos ámpula para alguien que los pueda necesitar. Usuarios como él llaman mi atención, así que eché un vistazo a su perfil y me hallé una publicación del mes de enero, en la que preguntaba acerca de un video de YouTube. En éste aparece una persona con rasgos orientales, hablando perfecto español, para indicar un tipo de ejercicio de miembros inferiores con el cual la diabetes tipo I va a desaparecer. Mediante un breve intercambio le recalqué cuál es el origen de la enfermedad, y que la estimulación de determinado músculo, como sugiere el video, no tiene efecto sobre la alteración metabólica.
Todo lo anterior lo ubiqué en el contexto que vivimos a partir de esta semana: despiden las conferencias de López-Gatell con pastel y flores, cambian de color los semáforos epidemiológicos y acaban de iniciar las clases en modalidad híbrida en diversos puntos del país. Durante el fin de semana sancionaron a unos fiesteros en dos salones, cada uno con 600 asistentes, cuando el tope era de 200.
Pareciera que las noticias las vemos pasar frente a nosotros y, como en los restaurantes japoneses, tomamos lo que nos apetece, y dejamos ir el resto. Asumimos como verdadera aquella noticia que nos late que sea verdadera, o que se ajusta a nuestros intereses o a nuestra comodidad. Atendemos los contenidos, muchas de las veces de acuerdo con quien los dice, no tanto por lo que se dice, en un afán de satisfacer esa necesidad de crear ídolos en los cuales creer a ciegas. Estos 15 meses de COVID en nuestro país han constituido un gran laboratorio en el cual hemos estudiado qué elementos nos mueven a actuar de uno u otro modo, y a base de ensayo-error hemos ido aprendiendo que muchas veces tomamos decisiones catastróficas para nosotros o nuestros seres queridos. Ejemplos hay muchos, de quienes sintieron que Dios les hablaba al oído y les decía que la pandemia se había superado, para descubrir un par de semanas después que la verdad que creyeron recibir no era más que una alucinación. Casos hay muchos, algunos más publicitados que otros, pero finalmente todos tienen una causa común: la falta de previsión.
En mi plática con Rodrigo le expresé mi reconocimiento como papá de un niño con diabetes tipo I. Por experiencias con pacientes que me tocó ver durante mi entrenamiento profesional, sé lo difícil que es para esos padres estar sentados en el borde de la silla pendientes de cualquier transgresión dietética del hijo, que puede llevarlo directo al servicio de Urgencias. Recuerdo un personaje muy entrañable, de esos pacientitos que nunca se han de olvidar: Claudio, un niño que estuvimos viendo entre los 8 y 11 años. Se aproximaba el fin de semana y el compañero que estuviera de guardia, tenía la preocupación de si llegaría Claudio con una descompensación diabética. Invariablemente se les escapaba a los papás para ir a comer dulces y pasteles. Una de esas descompensadas de fin de semana fue fatal, y así terminó aquel simpático niño de grandes ojos verdes un domingo en la noche.
Le sugerí a Rodrigo apoyarse siempre en fuentes informativas autorizadas y confiables para el bienestar de su hijo. Hay páginas y sitios a cargo de profesionales, en los cuales un padre puede disipar sus dudas. Por cierto, entre los colegas tapatíos acaban de publicar un sitio que me pareció mucho muy interesante y se los paso al costo. No tiene nada que ver con la diabetes. Es un sitio donde un menor de edad puede denunciar en forma confidencial y anónima que está siendo víctima de delitos sexuales, ya sea pornografía infantil o explotación sexual. Reviso el sitio y veo que está respaldado por diversas organizaciones de lo que ellos denominan “aliados sociales”. El nombre del sitio es: www.teprotejomexico.org o TeProtejo línea de reporte. Hay sus equivalentes en Brasil y en Colombia. No confundir esta ONG con una de nombre muy similar, dependiente de PETA, que se dedica a promover productos de belleza libres de crueldad animal.
Me pregunto qué hay detrás de una falsa verdad que se viraliza en redes sociales. Puede haber la mejor intención, pero con mala información. Puede ser el deseo de comunicar un hallazgo anecdótico, pero no científico, un hecho que no ha sido probado tantas veces como sea necesario para sustentarlo. O bien, ya en el lado oscuro del espectro, puede ser un experimento social para medir el poder de sugestión sobre un grupo determinado. O el simple afán morboso de divertirse a costa de personas ingenuas. Interacciones virtuales que tienen mucho que ver con la necesidad de aceptación y de pertenencia; ahora recuerdo tantos “desafíos” que se han lanzado y que han terminado en verdaderas tragedias. Como todo en esta vida, el uso de la red debería ir acompañado de un grado de responsabilidad social, algo que difícilmente hay forma de garantizar. Entonces nos corresponde a cada uno de nosotros, como usuarios, aprender a valorar la veracidad de una información que aparece en redes. No dejarnos llevar por primeras impresiones. Preguntar y cotejar. Después de 15 meses de pandemia descubrimos que muchos aprendieron a la mala; ojalá no sea el caso de ninguno de nosotros.
Para Rodrigo, papá de un niño con diabetes mellitus I, le dejo varios enlaces que me recomienda una endocrinóloga pediatra para él: en Facebook la página “Familias viviendo con diabetes” y la página “Usuarios de freestylelibre”, así como el sitio de la Asociación Mexicana de Diabetes, AC y la Asociación jalisciense de Diabetes.
Trabajemos para una navegación segura y confiable, de modo tal que coloquemos una pieza más en el rompecabezas de un México mejor para todos.
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