El gusto de celebrar

El gusto, la necesidad, el derecho y el deber de festejar. Festejar que estamos vivos, eso y ya.

20 de diciembre, 2022 El gusto de celebrar

Celebrar la vida, aunque a veces duelan los pies por las piedras en el camino, aunque a veces duela la espalda por el peso de los problemas, aunque a veces duela el corazón por las pérdidas, los desamores y los malos entendidos, aunque a veces duelan los oídos por las malas noticias, los ojos por la pobreza y la injusticia, aunque duelan las manos por las carencias y el estómago por los corajes, la garganta por las palabras no dichas y la cabeza por las lágrimas contenidas y los pensamientos nocivos.

Festejar cualquier evento importante es un derecho de la humanidad, lo hemos ejercido desde que nos reconocimos en el de enfrente, hemos celebrado los nacimientos y los aniversarios, la cacería la lluvia, la cosecha, el amor y el compromiso, el triunfo y a nuestra manera también la muerte que no es más que una prueba de que existió vida.

Inventamos formas de festejar, desde aplaudir, cantar, abrazar, regalar, bailar y cuando hacemos una fiesta todos ganamos.

Si lo vemos desde el punto de vista pragmático y comercial, celebrar genera dinero para los negocios y los prestadores de servicios, proveedores, todos traemos dinero a nuestras casas, los emprendedores, los que esperan todo el año por las temporadas de fiestas, los que cultivan y los que adquieren su mercancía, artesanos, campesinos, cocineros, trabajadores de limpieza, todos los que movemos la economía del mundo y superamos con ansia el momento de ver el fruto de nuestro esfuerzo.

El que celebra gana más que el que se abstiene, resetea su alma, limpia su corazón, se renueva, se desahoga, se olvida por un rato de sus problemas y se hace consciente de su esfuerzo y de su merecido reconocimiento.

En los festejos vuelven a vivir nuestros ancestros al estar las familias reunidas, al preparar las recetas de las abuelas, repetir los dichos de los tíos, evocar los momentos felices de nuestra vida.

Por eso se llama fiesta.

El mundo ha estado muy castigado estos últimos dos años, una tremenda pandemia, guerras, terremotos, devaluaciones, sequías, oleadas terribles de violencia nos han azotado inmisericordemente, mermaron la economía de las familias, destruyeron negocios sólidos, se llevaron a seres muy queridos, nos mostraron la cara más fea de la humanidad, nos dieron una lección de odio y de lo creativos que podemos llegar a ser para generar destrucción. Pero también nos enseñaron cómo siempre podemos levantarnos desde cero y volver a mirar al cielo como una plantita silvestre que se abre paso en el pavimento.

Los años maravillosos siempre son los actuales, los que nosotros recordamos son el paseo de nuestra generación y el hoy será la nostalgia de nuestros hijos.

Lo único que nos hace una especie valiosa es la capacidad de siempre volver a empezar, de preferir el amor, de su legítimo estar mejor, de extenderle la mano al que se quedó atrás.

Juntos y por separado practicamos la resiliencia, demostramos resistencia, perdonamos, incluso a quien no nos ha pedido perdón.

Ser dignos de estar vivos y de ser llamados una especie inteligente y racional.

No lo notamos, pero llenar de flores y luces nuestras casas, cocinar para los amigos y la familia, regalar mucho o poco a la gente que amamos, compartir con los que menos tienen apoyando fundaciones o simplemente siendo generosos con los pagos y las propinas es una forma de agradecer la vida y celebrarla.

Sin religiones, cada quien con sus costumbres y tradiciones, en su idioma y con el clima que le toca en el entorno que eligió o que la vida le asignó.

Siempre hay un pretexto para levantar las copas para brindar por algo y por apostar a un buen mañana.

Mi consejo sería siempre el de no subestimar ningún festejo por pequeño que sea, porque la vida se compone de eso, de esfuerzos y remuneraciones, para saber qué estamos vivos y que estamos avanzando hacia algún lado o en círculos, es lo de menos, lo importante es despertar cada día y saber qué hay mucho por lo que vale la pena luchar.

Si no te alcanza para ir de vacaciones, visita a los amigos que tienes cerca, sal a pasear por tu ciudad, lo más bonito suele ser gratis, siempre habrá fiestas populares, verbenas, reuniones. Si no te alcanza para comprar regalos, da abrazos, da palabras, da las gracias. Si no te alcanza para estrenar, plancha tu vestido favorito, ponte color en los labios, lustra tus zapatos. Si no puedes descansar los días festivos, agradece tener trabajo y sábete afortunado por estar vivo y tener un ingreso. Si no tienes con quién festejar festeja solo, siempre hay alguien que ya no pudo hacerlo o no tiene la libertad o la fuerza de salir a la calle a contemplar la luna.

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