«Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al futbol.» Albert Camus, Premio Nobel de Literatura.
Se acabó el mundial. Un mes intenso, lleno de emoción, esperanzas y decepciones. Unos regresan con la alegría de haber hecho un digno papel, de haber superado las expectativas y de sentirse plenamente satisfechos. Otros regresan sabiendo que fracasaron. Algunos más regresan como llegaron: sin pena ni gloria, exactamente igual que siempre. Entre los primeros podemos contar a la campeona, Francia, a Rusia, a Inglaterra, y muy especialmente a la selección de Croacia, que ganó el corazón y el respeto de todos –también lo ganó su carismática y guapa presidente, Kolinda Grabar-Kitarovic–. Entre los segundos habría que mencionar a Alemania, España, Portugal, Argentina. Entre los terceros, sin duda a México.
Muchas cosas nos ha dejado este Mundial. Hay dos paradigmas que quisiera subrayar: Croacia y Francia.
Croacia
Hace cuatro años, en el Mundial de Brasil, México venció a los croatas 3-1. Sí, a estos mismos croatas que ahora llegaron a la Final: Modric, Rakitic, Perisic, Mandzukic, Vrsaljko, Lovren, Subasic, Brozovic, etc. En aquella ocasión, la euforia de los mexicanos se encarnó en las gesticulaciones y movimientos de éxtasis del técnico nacional, Miguel “Piojo” Herrera, que fue a dar al césped de la emoción y casi-casi se convulsionó. Así estábamos todos. Miles de mexicanos cantaron en la Arena Pernambuco, en El Ángel de la Independencia y en cientos de plazas de nuestras ciudades: “¿A dónde están, a dónde están, esos croatas que nos iban a ganar?” Miles de mexicanos pensaron que esa vez era la buena, que México vencería en el juego de octavos de final y que por fin nuestra selección llegaría al quinto partido y, con un poco de suerte, hasta la Final. La gloria esperaba al Tri. Pero pasó lo de siempre: Holanda nos venció en el último momento con un penal, lo cual hizo más dolorosa la derrota. No importa, dijimos: en Rusia ganaremos. Y llegamos a Rusia y vencimos a Alemania, lo cual nos hizo sentir que ahora sí alcanzaríamos la gloria y jugaríamos la mítica Final, más aún después del vaticinio de The Simpsons según el cual la final del Mundial la disputarían México y Portugal, además de que, siendo primer lugar de grupo, evitaríamos a Brasil en los octavos. Pero ya sabemos lo que ocurrió. El Mundial de Rusia ha terminado y seguimos donde siempre. En cambio “aquellos croatas que nos iban a ganar” llegaron a la final y se ganaron el respeto y la admiración del mundo entero. ¿Qué pasó? ¿Qué hicieron los croatas para catapultarse a la gloria en tan solo cuatro años, mientras México sigue estancado?
Francia
En 1998, el líder del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, criticó a la selección francesa y dijo que “eso” no era Francia, sino un puñado de inmigrantes africanos que no representaban a los franceses. Se quejaba de que en el equipo francés no había blancos y que de ninguna manera era representativo de la sociedad francesa. El Frente Nacional, Le Pen y su hija Marine, son el rostro del fascismo francés. Veinte años después de aquella final en París, Francia vuelve a alzar la Copa del Mundo con un equipo multicultural.
La selección campeona nos mostró la mejor cara de Francia: un Estado diverso, multiétnico, cosmopolita, abierto e incluyente, un país que tradicionalmente ha abierto sus brazos a inmigrantes, no sólo los que provienen de sus antiguas colonias, sino a todos.
Algo están haciendo bien los franceses en materia de futbol, porque en veinte años han disputado tres finales, de las cuales han ganado dos. Sé que una cosa es la política y otra muy distinta es el futbol, pero el triunfo de Francia implica un estate-quieto a los chauvinistas y a los partidarios del Frente Nacional. Es una afrenta para todos los que quieren una Francia y una Europa libre de extranjeros. Y lo mismo hubiera sucedido si hubiese ganado Inglaterra –el Brexit se debió principalmente a la política migratoria de la Unión Europea– o Bélgica, equipos multicolor, pluriculturales, diversos. El futbol nos ha mostrado que la integración es posible.
Política
Todo fuera como eso: un torneo de futbol. El problema es que como país México sigue estancado. No estoy diciendo que política y futbol sean la misma cosa –insisto–, pero de algún modo las expectativas que nos hacemos los mexicanos en cada mundial, expectativas que invariablemente se ven frustradas, son análogas a las esperanzas que tenemos cada inicio de sexenio. Dicho en otras palabras, somos tan ilusos cada Mundial como somos ilusos con cada gobierno. Cuando Vicente Fox venció en 2000, todos –menos los priístas– recibimos con gran ilusión a la tan anhelada democracia y estuvimos seguros que llegando ella habría desarrollo, bienestar y riqueza para todos. Pasó Fox, pasó Calderón y pasó Peña: dieciocho largos años y las cosas van peor que como empezaron: desigualdades de todo tipo: sociales, culturales, económicas, laborales; violencia extrema e inseguridad; corrupción galopante y una crecida de los precios.
El promedio de crecimiento anual del PIB en México de 2001 a 2017 apenas sobrepasa los 2 puntos. Algunos dirán que muchos países presentan crecimientos similares o menores; pero también hay naciones que están creciendo arriba del 5% anual. Seamos francos: la democracia mexicana en este rubro ha fallado, a pesar de que México es la economía número once del mundo. Haciendo el símil, en material de economía nunca hemos llegado al quinto partido; siempre nos quedamos en el camino, por una y otra razón: que si el árbitro marcó indebidamente un penal en contra de México, si se trata de futbol; que si la crisis internacional, si se trata de crecimiento económico; que si la mentalidad, si es el futbol; que si se cayeron los precios del petróleo, si es nuestra economía; y miles de cosas más. El caso es que México nunca alcanza su objetivo.
La selección de Croacia nos ha dado una gran lección. Hace cuatro años nos pensamos superiores a ellos y no faltaron las expresiones vulgares que los mexicanos usan cuando ganan o se salen con la suya, algo equivalente al “me haces lo que el viento a Juárez”, pero en la forma más grotesca y burda que pueda uno imaginar. ¿A dónde están esos croatas que nos iban a ganar en 2014? Están en la cima del futbol y han alcanzado la gloria deportiva. Nosotros seguimos imaginándonos cosas chingonas.
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