¿Es López Obrador el presidente más atacado de los últimos 100 años?

Hace unos días, en el marco de la celebración de la victoria electoral del 1 de julio de 2018, Andrés Manuel López Obrador dijo que...

6 de julio, 2020

Venus Rey Jr.

Hace unos días, en el marco de la celebración de la victoria electoral del 1 de julio de 2018, Andrés Manuel López Obrador dijo que él es el presidente más atacado de los últimos cien años. ¿Será cierto?

Hubo tiempos en los cuales era impensable criticar al presidente. A la mínima crítica, personajes como Díaz Ordaz o Luis Echeverría ordenaban el cierre de un periódico. La Secretaría de Gobernación tenía direcciones específicamente para ejercer censura. Pero las cosas en este país han cambiado mucho. En general, se puede decir que desde el sexenio de Ernesto Zedillo el impulso democrático de México fue ya imparable. Y aunque las dos televisoras, que en aquel entonces conformaban un duopolio, siguieron aplaudiendo y sosteniendo al régimen, muchos medios, particularmente la radio y los periódicos, ganaron espacios de libertad y conquistaron un amplio público que ya estaba harto de la oficialidad.

¿Quién no recuerda la portada del Reforma del 28 de septiembre de 1995, en la que aparecía la española María Bernal sobre las piernas de Raúl Salinas de Gortari? Muchos medios se encargaron de denunciar la corrupción del régimen priista, y hasta hubo cineastas que hicieron lo propio: ¿recuerda usted la película La ley de Herodes? No es exagerado decir que los medios jugaron un papel importante, criticando duramente al gobierno de Salinas y Zedillo, para que finalmente llegara la alternancia en el año 2000.

Vicente Fox se sentía tan atacado por los periódicos, que públicamente dijo que ya no los leía. Él y su esposa, Martha Sahagún, no solo fueron objeto de dura crítica todo el sexenio, sino también de burla y escarnio. México se enteró de cómo los hijos de Martha Sahagún, Manuel y Jorge Alberto Bribiesca, se enriquecieron muy rápidamente haciendo negocios con el gobierno, según investigaciones de varios medios.

¿Y qué decir de Calderón? Fue un presidente muy cuestionado. La prensa afín al movimiento de López Obrador –que existía y sigue existiendo– pudo criticar y atacar con libertad a un presidente que públicamente llamaron “espurio”. De no ser porque los periodistas y los medios podían criticar, cuestionar y hasta insultar a Calderón y su gobierno, no nos habríamos enterado de tantos escándalos de corrupción, como la Estela de Luz o el ridículo que hizo el gobierno con la compra de unos supuestos “detectores moleculares” que podían detectar droga, armas y hasta cadáveres a kilómetros. La compra se hizo a pesar de que el gobierno británico advirtió del engaño. Los medios documentaron la grave y sistemática corrupción durante los doce años del PAN en el gobierno federal, y en buena medida contribuyeron los medios a que ese partido perdiera estrepitosamente en 2012.

Con la generalización y democratización de las redes sociales, las críticas y ataques a los gobiernos se han amplificado a dimensiones que no hubiéramos creído hace diez años. En ese sentido se puede decir que Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador son, en cierto modo, los presidentes más agredidos en redes sociales. A ellos les tocó vivir esa realidad.

Y los ataques no solo se han centrado en sus personas, sino en los miembros de sus familias. Las redes son incontrolables y Twitter es especialmente virulenta y agresiva. Cada palabra que decía Peña Nieto era motivo para comérselo vivo y burlarse de él; cada acción de su esposa o de sus hijos provocaba el ataque masivo de cientos de miles de usuarios. Y como todo pasa en tiempo real en las redes, la inmediatez del insulto se viraliza y crea tendencias. Lo mismo le está sucediendo a López Obrador. No es el presidente más atacado por los medios ni por las redes, como él cree, pero sí podría ser el presidente más sensible y más susceptible de sentirse mal por los ataques. Hay un sabio refrán popular que dice: “el niño es chillón y lo pellizcan”. El viernes 3 de julio AMLO planteó, probablemente de broma y con sarcasmo –me niego a creer que haya sido en serio– que habría una cuota o impuesto que pagarían los medios y periodistas que lo ataquen, pues, dice, muchos se están enriqueciendo al agredirlo, “así que deberían cooperar”, y planteó vagamente un 10% de esas supuestas ganancias. Una propuesta así tiene que ser sarcástica; nadie podría tomarla en serio.

El papel de los medios no es aplaudir a los gobiernos. El papel es criticarlos, todos los días, cuestionar sus políticas, poner en duda y someter al examen de la razón sus acciones, exhibir la corrupción. Claro, hay medios que elogian a los gobiernos, al de Obrador y a los del pasado; pero se puede decir que desde el 1 de diciembre de 2000 no ha habido un solo día en que el presidente en turno no haya sido cuestionado, criticado, atacado y hasta denostado por algún medio.

El Washington Post –periódico que AMLO ha criticado porque, según él, podrá ser famoso, pero es poco ético–, tiene un slogan que, creo, resume la importancia de los medios: “Democracy dies in darkness” (la democracia muere en la oscuridad). Y aunque la libertad puede llevar a algunos medios y periodistas al exceso, eso es preferible que la censura. Si el Estado se hace de la prerrogativa de censurar y acallar a los medios que le critican, la democracia está herida de muerte.

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