López Obrador y un grupo de personas a las que llamó “intelectuales” se engancharon en una discusión. ¿Qué fue lo que pasó?
Un grupo de al menos treinta personas, entre las que aparecen nombres identificados con la “intelectualidad”, firmó una especie de manifiesto crítico del gobierno “Contra la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia”, y lo hizo público el día 15 de julio. Algunos de los firmantes son escritores, politólogos, periodistas, artistas, pensadores y exfuncionarios a los que se asocia con administraciones pasadas. Entre ellos, figuran personajes como Héctor Aguilar Camín, Jorge Castañeda, Enrique Krauze, Julio Frenk, Antonio Lazcano, Soledad Loaeza, Beatriz Pagés, Jesús Reyes Heroles, Enrique Serna, Javier Sicilia, José Woldenberg y Gabriel Zaid.
Tanto en lo dicho por estos intelectuales como en lo dicho por el presidente hay cierta verdad, pero también hay exageración y distorsión. Considero mi deber someter esta cuestión a examen. En resumen, lo que estos intelectuales argumentan se puede sintetizar en cuatro puntos.
Primero: Dicen los intelectuales que la mayoría de los mexicanos no votó por MORENA en 2018 y que este partido de manera abusiva se ha apoderado del Congreso de la Unión con sus aliados, incluso “comprando” representantes de otros partidos. Pero esto es inexacto. Si López Obrador ganó la presidencia con más del 53%, MORENA arrasó en la elección de senadores de mayoría relativa en 24 de los 32 Estados, lo cual significa un triunfo del 75%. Y de los 300 distritos de mayoría relativa para diputados federales, MORENA y aliados ganaron 228, lo cual es más del 72%. A manera de ejemplo, si no fuera porque existen legisladores plurinominales y primeras minorías, el PRI tendría solo dos senadores, y en cambio tiene 14, así que, considerando el número de votos que obtuvo en 2018, el PRI está sobrerrepresentado.
Segundo: Sostienen los intelectuales que López Obrador está concentrando cada vez más poder, que ataca a órganos garantes de la democracia, como el INE, y descalifica e insulta a todo aquel que no comparte su visión política. Esto es verdad. El presidente ataca constantemente al INE y ha dicho muchas veces que ese organismo autónomo avaló fraudes electorales, particularmente el que él sufrió en 2006. A juicio del presidente, Calderón robó la elección. También es verdad que Obrador diario insulta y descalifica a los que no comparten su visión y proyecto, llamándolos neoliberales, traidores, neoporfiristas y conservadores, y que asume que todo aquel que no simpatice con su proyecto de nación está buscando la restauración del antiguo régimen.
Tercero: Los intelectuales afirman que el manejo de la crisis del Covid-19 ha sido de una “austeridad suicida” y que el presidente se niega a lograr un acuerdo nacional para salvar la economía. Esto también es verdad. En marzo pasado, yo escribí que, de acuerdo con las proyecciones de importantes instituciones y plataformas de estadística, hacia septiembre México estaría entre los tres países con más muertes por Covid-19. Algunos simpatizantes de López-Gatell y López Obrador hasta me insultaron, pero al día de hoy, México es el cuarto país a nivel mundial con más decesos por la pandemia. Y aunque los defensores del régimen insisten en que por número de habitantes el porcentaje de nuestros muertos es insignificante, basta con comparar a México con naciones de similar población para darse cuenta que el discurso de los porcentajes, además de ofensivo e inhumano, solo lo creen los entusiastas de AMLO. Japón, por ejemplo, tiene una población similar a la nuestra, pero ahí van poco menos de mil muertos; aquí ya nos enfilamos hacia los 40 mil. Tampoco se ve un plan económico que vaya a salvar la economía. Al contrario, todo indica que el PIB podría caer este año hasta entre ocho y 15 puntos, lo cual sería una tragedia de dimensiones inéditas desde la Revolución.
Cuarto: Los intelectuales aseguran que de seguir así, Obrador hará retroceder los avances democráticos y arengan a que los ciudadanos y los partidos opositores se unan en un gran bloque para quitar al presidente el control del Congreso. Es verdad que en la medida en que el presidente cuente con el apoyo incondicional de MORENA y aliados en el Congreso, éste deja de ser contrapeso y se convierte en instrumento de poder, como sucedió con el PRI por setenta años. Y también parece verdad que la única forma de quitar ese control al presidente es a través de la unión de todos los partidos de oposición en la elección de 2021.
Por su parte, el presidente no se quedó con las ganas y contestó. Su respuesta se puede sintetizar también en cuatro puntos.
Primero: Dice AMLO que los intelectuales firmantes son conservadores, neoliberales, porfiristas, y que desean restaurar el antiguo régimen. No sé si los firmantes sean eso que dice el presidente, algunos probablemente sí. Es verdad que varios de ellos han sido defensores de las administraciones anteriores y hasta han ocupado cargos en ellas, pero eso no los descalifica para crear oposición. Hasta personajes como Calderón tienen derecho a oponerse al gobierno, por desprestigiados que pudieran estar.
Segundo: Afirma el presidente que los intelectuales firmantes no tienen honestidad política ni intelectual y que avalaron fraudes electorales en el pasado. Si avalar fraudes electorales convierte a uno en traidor, Manuel Bartlett ha sido el autor –y además confeso– del más grande fraude electoral de nuestra historia reciente, y, no obstante, goza del amor y veneración del presidente y de los cuatrotetistas. La izquierda debió llegar al poder en 1988, pero por el fraude electoral de Bartlett llegó con treinta años de retraso. Esta incongruencia es insalvable y desacredita el discurso de Obrador en este punto. Solo sus más entusiastas seguidores seguirían creyendo algo así.
Tercero: Dice Obrador que es de “pena ajena” que los “abajofirmantes” deseen y propongan una alianza para arrebatar el control del Congreso a MORENA y así lograr el contrapeso político. Y aquí el presidente introduce un elemento ajeno al punto en discusión, pero muy efectivo discursivamente: el asunto Lozoya, que “viene extraditado”, dice AMLO, “y al parecer presentará pruebas y explicará cómo se lograba ese contrapeso que pretenden recobrar los abajofirmantes”. Haciendo un mínimo análisis lógico, salta a la vista la falacia. Pero entiendo que para los incondicionales del presidente esto luzca como el más inteligente argumento, uno que haría ver limitada la inteligencia de Bertrand Russell. Por lo demás, es legítimo que las fuerzas políticas de oposición quieran arrebatar a MORENA el control que actualmente tiene del Congreso.
Cuarto: Dice Obrador que, en todo caso, el pueblo decidirá, pero que duda que el pueblo quiera regresar al régimen de corrupción, racismo y clasismo que tanto daño e injusticia ha inflingido a México. Y en eso tiene cierta razón: no venimos de una era dorada de bonanza, justicia y bienestar; venimos del infierno. Y también es verdad que el hecho de que AMLO sea el presidente no garantiza que este infierno se convierta en paraíso. En materia de seguridad, por ejemplo, parece que ahora el infierno es peor.
En fin, una escaramuza en la que dos facciones –porque eso parecen: dos facciones– se engancharon. Como dice el presidente, el pueblo elegirá en 2021. Tanto AMLO como sus opositores tienen todo el derecho de prepararse y hacer todo lo que esté a sus alcances, dentro del marco legal, para ganar y aplastar en esa elección.
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