¿Qué haríamos sin las remesas de los mexicanos que emigraron a Estados Unidos?

Banxico dio a conocer la cifra de ingresos por remesas...

2 de febrero, 2018

Banxico dio a conocer la cifra de ingresos por remesas –es decir, dinero que envían mexicanos desde el exterior, principalmente desde los Estados Unidos– en 2017. Es una cifra histórica: 28,771,290,000 dólares (casi 29,000 millones de dólares), mucho más alta que la alcanzada en 2016. Resulta que las remesas son una fuente fundamental del ingreso de nuestro país, por arriba del petróleo, la inversión extranjera o el turismo.

¿Qué nos indica este hecho? Muchas cosas. Pero hay una que me llama la atención: la fuente principal de ingreso en nuestro país la aportan los mexicanos que tuvieron que marcharse por falta de oportunidades. Es decir, aquellos mexicanos que se fueron porque en sus pueblos y ciudades estaban sumidos en la pobreza con nulas oportunidades de salir adelante, mexicanos a los que el país, los gobiernos y todos nosotros les dimos la espalda; precisamente ellos son los que ahora dan la cara por ese México que los ignoró. Envían los dólares que con tanto esfuerzo ganan, muchas veces soportando discriminación y malos tratos, y eso significa un flujo constante de divisas que entran a nuestra economía: Banxico y el Gobierno Federal están de plácemes.

Es, sin duda, una buena noticia que México se beneficie de ese ingreso y que ya no dependa tanto de los hidrocarburos. Pero en el fondo es un hecho irónico detrás del cual se halla una muy triste verdad.

Imagine usted que su familia lo margina, lo maltrata, lo priva de oportunidades, lo corre de casa y usted se ve forzado a huir. Pasados los años, su familia está necesitada y es incapaz de valerse por sí misma. He ahí usted, que nunca pierde la nobleza, para acudir en su auxilio.

Puede sonar hiperbólico lo que acabo de escribir –uso la hipérbole como recurso retórico–, pero algo similar pasa con nuestros paisanos: las malas decisiones políticas y económicas han provocado a lo largo de toda nuestra historia –y especialmente los últimos cincuenta años–, que la desigualdad entre los ricos y los pobres sea prácticamente insalvable. Son 50 millones de mexicanos los que viven en condiciones de pobreza, y de ellos unos 15 millones la padecen en grado extremo. No es posible ni es justo ni es moral, menos aún siendo México un país tan rico y dotado. Y si a eso le suma usted los privilegios de la clase política, la cuestión se torna tan indignante que no se puede expresar con palabras. La única posibilidad de supervivencia que tuvieron millones de mexicanos fue emigrar a los Estados Unidos (hay en ese país casi 40 millones de personas de origen mexicano, migrantes o descendientes de migrantes). Y encima de todo, cuando los paisanos vuelven para visitar a sus familias, son víctimas de extorsión y malos tratos por parte de las autoridades (aduanales, hacendarias, migratorias, policiales) desde el momento mismo en que cruzan la frontera. Parece que no tenemos remedio.

¿Qué haríamos sin nuestros migrantes? ¿Qué haríamos sin las remesas que nos envían? Sin duda, estaríamos mucho peor de los que ya de por sí estamos.

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