La importancia de Hugh Hefner y Playboy Magazine

El legendario fundador de la revista Playboy falleció el pasado 27 de septiembre de 2017, a los noventa y un años de edad...

29 de septiembre, 2017

El legendario fundador de la revista Playboy falleció el pasado 27 de septiembre de 2017, a los noventa y un años de edad, en su mítica mansión de California.

Para muchas personas, Hefner no fue más que un hombre atrapado en la concupiscencia, un esclavo de la sensualidad, un anciano sucio y vicioso que muy probablemente, si Dios no lo perdona, arderá en el infierno; y Playboy Magazine, una publicación de mala calidad que hacía apología de la pornografía, que incitó a millones de jóvenes en los Estados Unidos a los pecados carnales, y que degradó a la mujer al status de objeto sexual.

Para mí Hefner representa la reacción dialéctica a la censura, y por tal razón, es una pieza fundamental en la lucha por la libre expresión y los derechos de la sexualidad en los Estados Unidos.

El escritor Gay Talese, amigo de Hefner, escribió en los años 80’s un libro que hoy es de culto: «Thy neighbor’s wife». En él documenta esta dialéctica de la opresión sexual, de la censura, de la aversión al sexo.

En los años 50’s, justo cuando apareció el primer número de Playboy Magazine, se recrudeció la censura a niveles paranoicos, tanto en lo privado como en lo político.

El servicio de correos durante la administración de Eisenhower, por ejemplo, estaba dirigido por Arthur Summerfield, un fanático religioso que retiraba de la correspondencia cualquier revista o material que tuviera que ver con sexo y que él considerara obsceno. Obras como «El amante de Lady Chatterley» (Lawrence), «Ulises» (Joyce) o «Trópico de Capricornio» (Miller), que habían sido publicadas décadas antes en Europa, estaban prohibidas en los Estados Unidos. Era delito leerlas, imprimirlas, tenerlas o comerciarlas. El librero judío Samuel Roth –otra pieza fundamental de la lucha por la libertad de expresión– justo en esos días fue condenado a cinco años de prisión, sin derecho a libertad anticipada, por vender ejemplares de estas obras y por publicar el texto «Venus and Tannhäuser», de Aubrey Beardsley. Esto en lo que concierne al plano privado. En el plano público, los años 50’s se caracterizaron por una cacería de todo aquel que, para el senador McCarthy –otro fanático–, albergara sentimientos y tuviera actitudes anti-americanas. La industria del cine y el mundo cultural fueron el blanco perfecto de este puritanismo ideológico.

En ese contexto tan difícil, al joven Hugh Hefner se le ocurrió la brillante idea de lanzar una publicación periódica –al principio no sabía si sería mensual– que presentara la desnudez femenina; pero no sólo eso. Hefner era un hombre de gustos exquisitos que disfrutaba la literatura y el arte. Playboy tendría, desde su concepción, también un contenido cultural de primer orden. Viéndolo bien, la idea era un suicidio; casi como poner un whisky bar con venta de libros en la principal calle de Chicago en tiempos de la prohibición.

Parece increíble, pero es cierto: antes de Playboy –relata Talese–, pocos hombres habían visto una foto de desnudo a color. Eso no existía públicamente. Los primeros compradores de la revista se avergonzaban de adquirirla; cuando lo hacían en el kiosco, el vendedor los proveía de una bolsa de papel de estraza, para que pudieran ocultarla. Lo que Hefner logró fue, de algún modo, democratizar la belleza. En efecto, Hefner dio acceso a millones de hombres a esa clase de mujeres –sigue explicando Talese– que en la vida real ni siquiera voltearían a mirarlos.

Es una ironía que Hefner proviniera de una familia muy puritana. Me recuerda tanto su origen al cuadro de Grant Wood, American Gothic, pues si bien nació en Chicago, se crió en Nebraska, en una granja, en el seno de una familia muy religiosa. Su padre y su madre habían nacido en granjas del centro de Estados Unidos, siempre en ambientes fundamentalistas. Si hoy existe fundamentalismo, imagínense lo que sería en los años 20’s, cuando nació Hefner, o a finales del siglo XIX, cuando nacieron sus padres. Explica Talese –el propio Hefner se lo contó–, que la aversión al sexo era tal en su familia, que su madre ni siquiera los tocaba o abrazaba a él ni a su hermano; no había alcohol ni tabaco, nadie decía groserías y estaban prohibidos los naipes; los domingos la familia oraba, y no estaba permitido ni siquiera encender la radio.

El niño Hugh era extraño. Sus padres estaban preocupados porque tartamudeaba, se comía las uñas y era especialmente introvertido (¡cómo no, con semejante ambiente!), de modo que lo llevaron con un psicólogo infantil. El diagnóstico fue que Hugh era superdotado: 152 de IQ, pero que era emocionalmente inmaduro.

Conforme fue creciendo, Hugh superó sus problemas psicológicos. Estudió en la Universidad de Illinois y tuvo una vida cultural muy activa: fue presidente del consejo de estudiantes, actuó en numerosas puestas teatrales, escribió ficción en publicaciones escolares, fundó una revista, se inició en la aviación (obtuvo licencia de piloto) y se convirtió en locutor de la estación universitaria, pensando que su futuro estaría detrás de un micrófono. El chico introvertido de repente empezó a tener éxito entre las muchachas y por fin, a los veintidós años tuvo su primera experiencia sexual.

Hubo varios elementos precursores de la liberación sexual; me gustaría destacar dos: el descubrimiento de la penicilina, y con ello la posibilidad de curar de manera fácil y rápida las enfermedades venéreas, lo cual aumentó la actividad sexual de los jóvenes en las universidades; y los estudios y publicaciones del Dr. Kinsey que revelaron que el sexo, a diferencia de lo que sostenían los puritanos, estaba mucho más presente en la vida de los americanos. Hugh sentía una fascinación hacia el sexo y hacia los trabajos de Kinsey. Seguramente la idea de una revista empezó a girar por su cabeza desde la universidad. Pero una vez graduado se vio obligado a ingresar al mercado laboral. Tuvo diferentes empleos, entre ellos una posición en el departamento de promoción de la revista Esquire, precursora de Playboy. Ahí se dio cuenta de su vocación: el ambiente editorial, estar rodeado de modelos, la creatividad: ese era el mundo que quería para sí, de modo que decidió fundar su propia revista.

1953 fue clave. Hefner tenía entonces veintisiete años, estaba casado y tenía una hija. Decidió que era el momento de lanzar su revista. Con un capital de 600 dólares que había contratado con un banco, empezó la aventura. Él mismo hizo todo el proceso de diseño y maquetación. Pagó 500 dólares –de los 600 que tenía– por los derechos de una fotografía de Marilyn Monroe de 1949. Necesitaba urgentemente socios. Invitó a su amigo Eldon Sellers (unos años antes habían concebido el proyecto de una película erótica) y a su hermano Keith. Sellers se unió y sugirió que la revista se llamara Playboy, en vez de Stag Party Magazine, como proponía Hefner. Keith contribuyó con 500 dólares. Los padres de Hefner, por increíble que parezca, venciendo su puritanismo –aunque es muy posible que no supieran exactamente el contenido de la publicación–, colaboraron con 1000 dólares.

Hefner preparó el lanzamiento durante la primavera y el verano de 1953. Escribió a los principales distribuidores de revistas del país, explicó la naturaleza de su publicación y describió la foto principal, la de Marilyn Monroe, que sería el gancho para los compradores. La respuesta fue favorable: los distribuidores solicitaron pedidos por treinta mil ejemplares. El mítico primer número de Playboy, además de la foto de la Monroe, contenía un artículo sobre cómo algunas mujeres que se divorcian exprimen económicamente a sus ex maridos –lo cual no deja de ser verdad después de todos estos años–, un famoso cuento del Decamerón sobre adulterio, e ilustraciones inspiradas en el informe Kinsey; ah, y fotos de una pareja jugando strip quiz (el juego de la prenda). Cuarenta y ocho páginas que empezaron la historia. Su precio al público: 50 centavos. Hoy en día, un ejemplar del número 1 de Playboy, en excelente estado, puede alcanzar los 10 mil dólares.

El segundo número de Playboy fue lanzado en octubre de 1953, con 70 mil ejemplares. A finales de ese mes se habían venido más de 50 mil. Hefner hasta entonces conducía un auto viejo y sin estilo. De repente se dio cuenta que sería rico, así que fue a la concesionaria y adquirió un Studebaker último modelo. En otoño de 1954, tan solo un año después, Playboy tenía un tiraje mensual de 175 mil ejemplares. En 1956 se imprimían 600 mil copias y en 1957 el tiraje de la revista era casi de 1 millón de ejemplares al mes. Su máximo pico alcanzó 5,6 millones de ejemplares en los años 70’s. Hoy en día, Playboy imprime alrededor de 800 mil ejemplares, nada mal para una época en la que las revistas y los periódicos impresos están desapareciendo.

Además de la sexualidad, Playboy Magazine fue siempre una plataforma para los escritores. Hefner publicó textos de gran calidad artística (desde sus épocas estudiantiles fue un enamorado de la literatura) y contribuyó en gran medida en las carreras de varios escritores: Norman Mailer, Ray Bradbury, Vladimir Nabokov, Arthur C. Clarke, Roald Dahl, Gabriel García Márquez (su cuento «El ahogado más hermoso del mundo» se publicó en un número de 1971), Margaret Atwood, Haruki Murakami, Jack Kerouac, Gore Vidal, Ian Fleming, Joseph Heller, Kurt Vonnegut, etcétera.

Contra viento y marea y en contra de todos los pronósticos, en un ambiente puritano y asfixiante, como lo fue Estados Unidos en los 50’s, Hugh Hefner comenzó una aventura épica. Se tuvo que enfrentar con las fuerzas más conservadores, incluida la Iglesia Católica de Chicago y su poderoso cardenal. Se enfrentó a la censura, al señalamiento, a la marginación, pero proveyó a generaciones de estadounidenses de un mundo lleno de belleza y sexualidad con el que crecieron. La desnudez ya no fue una cuestión ofensiva. No había nada que ocultar; al contrario, la belleza del cuerpo tenía que ser mostrada, exaltada. Hefner mostró a los Estados Unidos que las mujeres no eran ángeles ni seres asexuados, y que regocijarse con la belleza femenina no era ningún pecado ni ningún delito. Puso sobre la mesa el hecho de que las mujeres no tenían que ser santas y castas, y que el hecho de que ejercieran libremente su sexualidad no suponía ni tacha en sus reputaciones ni pecado qué recriminar; y con ello, queramos admitirlo o no, contribuyó en gran medida a la liberación y a la igualdad femeninas.

La lucha por la libertad de expresión y por la libertad sexual en los Estados Unidos ha estado abanderada por personajes como Hefner, quien, no siendo el único, sí es el más famoso. Otros nombres importantes y trascendentes que hay que mencionar son Samuel Roth y Larry Flynt.

Quizá para algunos, Hugh Hefner y esta clase de editores resulten odiosos y, peor aún, peligrosos, porque incitan a las personas a actos obscenos y lascivos. Yo creo que es más obsceno pensar todo el tiempo en lo-obsceno-y-pecaminoso-que-es-el-sexo. Creo que es más obsceno y pervertido sostener que intrínsecamente-el-sexo-es-obsceno-y-pervertido.

Los extremos siempre se tocan: la repugnancia que los más puritanos y conservadores sentían (y sienten) hacia Hefner quizá sea similar al rechazo que este tipo de personajes y publicaciones causan en las feministas más recalcitrantes: liberalismo y puritanismo a ultranza coinciden en la censura y en el linchamiento. Ambas posturas son incapaces de ver que la historia de la humanidad es una lucha entre la censura y la libertad, y que ellos siempre han estado del lado equivocado.

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