¿Se acuerda usted de la película “Presunto Culpable”? Algo tan injusto como el encarcelamiento de una persona, sin pruebas suficientes, estuvo apunto de suceder.
El pasado 27 de diciembre fue asesinada Karen Ailén Grodziñiski en una habitación de un hotel ubicado en la delegación Benito Juárez. La víctima, de nacionalidad argentina, perdió la vida luego de recibir un disparo en la cabeza: un feminicidio, como los miles que ocurren cada año en nuestro país.
La Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México inició de inmediato las investigaciones, y días después aprehendió al actor Axel Arenas como probable responsable del feminicidio. La investigación fue directamente supervisada por el titular de la PGJ, Edmundo Porfirio Garrido Osorio, y dada la rapidez con la que habían “resuelto” el caso, el funcionario no dudó en colgarse las medallas de la eficiencia, la transparencia y la honestidad: ni en Noruega hubieran resuelto así de rápido.
La PGJ se montó una historia, la hizo pública y muchos capitalinos la creyeron a pie juntillas: Karen y Axel eran compañeros de una academia de actuación en la colonia Roma; Karen vivía con su pareja en la colonia Nápoles, de modo que el posible móvil del crimen fueron los celos: un crimen de pasión. ¿Las pruebas?
- El retrato hablado que hizo uno de los empleados del hotel Pasadena;
- El video de las cámaras de seguridad del hotel, en el que se observa que el sospechoso se fue a bordo de una motocicleta color oscuro (negra o gris).
- Las placas de la motocicleta: a través de ellas, se localizó al sospechoso.
La PGJ se anotó un triunfó y lo festejó con bombo y platillo. Pero, ¿qué creen? Todo era un cuento.
La defensa demostró que Axel Arenas se encontraba en Colombia el día 27 de diciembre. Lo probó con los boletos de avión, los sellos en el pasaporte, los videos y el registro de huéspedes del hotel en donde se hospedó en Colombia, el video de un centro comercial en aquel país en el que se aprecia a Axel Arenas con su novia colombiana y su cuñado caminando por las tiendas ese día 27 de diciembre de 2017.
¿No sabía esto la Procuraduría? Claro que lo sabía, si fue lo primero que debió argumentar el “sospechoso”. Aún así, la PGJ capitalina se basó en el testimonio de un empleado. ¿Qué dijo este empleado? El empleado llevó alimentos a la habitación donde se encontraba la víctima y el agresor. En la primera declaración, el empleado dijo que no pudo ver de frente al inculpado y que no podría dar elementos para un retrato hablado. En una siguiente declaración, luego de ver fotos que le “ofreció” la Procuraduría, el empleado “identificó” sin lugar a dudas a Axel Arenas –que estaba en Colombia– como el asesino.
–¡Tenemos un caso! –exclamaron los fiscales, supervisados ni más ni menos que por Garrido Osorio.
–Pero, señor, el sospechoso estaba en Colombia…
–¡Al diablo Colombia! ¡Van y me lo entamban!
Además del testimonio del empleado, estaba la motocicleta y el número de placas, captados con claridad, según la PGJ, en los videos del hotel Pasadena. Sin embargo, como se demostró en la audiencia ante el juez, las imágenes no permitían distinguir con claridad todos los dígitos y caracteres de las placas, así que con los números que tenían hicieron la búsqueda en registros y apareció la moto de Axel.
–¡Lo tenemos! –gritaron los fiscales, encabezados por Garrido Osorio.
–Pero, señor, Axel estaba en Colombia…
–Fuck Colombia!
Pero resulta que la moto de Axel, la verdadera motocicleta de Axel es roja, y no negra o gris oscuro como la que se aprecia en los videos del hotel Pasadena. No importa, dijeron los fiscales: que el juez resuelva. Y el juez resolvió e hizo quedar a los fiscales como lo que son: o son incompetentes e incapaces de seguir varias líneas de investigación, o actúan dolosamente inculpando a un inocente para anotarse un triunfo mediático. Yo creo que es una mezcla de las dos, por cierto, la mezcla más peligrosa de todas: cuando se conjuntan estupidez y mala fe.
¿Qué hubiera pasado si Axel no hubiera viajado a Colombia? Muy probablemente el juez le habría dictado vinculación a proceso a pesar de todas las pruebas en su favor. Porque así piensa esa gente (quiero decir, los jueces y funcionarios de procuración de justicia): que el superior resuelva. Y mientras… que el ciudadano vaya a la cárcel. Entre apelaciones, segundas instancias y juicios de amparo, un inocente se puede pasar tres o hasta cuatro años en prisión. De resultar culpable, Axel habría enfrentado una condena de 60 años: de eso lo acusaba la PGJ: de feminicidio… pero, oh sorpresa, ¡Axel estaba paseando con su novia en un centro comercial de Colombia, a más de tres mil kilómetros de distancia, al momento del crimen!
La ligereza con que se maneja la Procuraduría de Justicia de la CDMX da horror: con qué frivolidad acusaron a un inocente –a sabiendas de que era inocente–, montaron un espectáculo mediático y desecharon las pruebas con las cuales este inocente intentó defenderse. Esto sucedió aquí, en la CDMX, la entidad federativa con una de las “mejores” Procuradurías del país. Imagínense cómo estarán los Estados. Son muy pocas las personas que tienen la fortuna de contar en su defensa con un abogado Gómez Mont.
De no ser por los medios y por la eficaz defensa, Axel Arenas estaría ahora mismo en prisión. El verdadero culpable sigue en las calles, pitorréandose del Procurador.
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