«Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.» Cesare Pavese.
Estos días en que celebramos a nuestros difuntos son una buena ocasión para reflexionar sobre la muerte. ¿Será el fin, o es el principio? Hay respuestas en ambos sentidos, pero debo subrayar que no existe ninguna evidencia o prueba empírica que señale de algún modo una existencia más allá de esta vida terrenal. Ya lo decía Stephen Hawking:
«Concibo al cerebro como una computadora que dejará de funcionar cuando sus componentes fallen. No hay paraíso ni vida después de la muerte para las computadoras que ya no sirven; es un cuento de hadas para la gente que teme a la oscuridad.»
Más aún, en una de sus más controvertidas declaraciones, Hawking sostiene que no es necesario Dios para explicar el universo. Un poco lo que pasó con Darwin: desde él, ya no fue necesario Dios para explicar la biodiversidad.
Los creyentes encuentran molestas estas declaraciones, y casi siempre esgrimen argumentos ad hominem para refutarlas. Pero un argumento ad hominem no refuta. Lo cierto, queramos o no, es que no existe nada, desde el punto de vista de las ciencias naturales, que nos haga suponer que habrá una vida después de la muerte.
El día que cada uno de nosotros muera, ese día dejará de existir el universo –para cada uno de nosotros, claro está–: ciao alma inmortal. Contra esto podría argüirse que el hecho de que no existan pruebas de algo no prueba que ese algo no exista (argumento ad ignorantiam): los europeos del s. XII no tenían ninguna evidencia de la existencia de lo que hoy es Nueva Zelanda, y, desde luego, esa isla existía, aunque no tuviera un nombre. Tal vez, como piensan Hawking y muchos más, el hombre, ese ser que asumimos espiritual, no sea más que la evolución alcanzando la fase del pensamiento y no la obra de un Dios que insufla el hálito de vida a cada alma; y en esto Hawking coincidiría con el materialismo. Los teístas y quienes sostienen la existencia del espíritu, dirían que es imposible que el pensamiento surja de la materia, que hay un salto insalvable. Yo trato de creer en esto, pero me doy cuenta que lo único que tengo para afirmar la vida después de la muerte es la filosofía; y ni siquiera toda la filosofía, sino solo algunas corrientes. Todo sistema filosófico será verdadero en la medida en que uno acepte sus preceptos. De ahí que no pueda haber ningún entendimiento entre, digamos, un materialista y un tomista; el uno dirá que el otro nada entiende y será un diálogo de sordos.
Y nosotros aquí, con esta preocupación trascendental –bueno, tal vez desde una óptica a lo Paris Hilton no exista esta preocupación–. Porque no es lo mismo que exista vida después de la muerte a que no haya nada. En mi opinión, de no haber nada, de ser esta existencia lo único, casi nada tendría sentido, y prácticamente no habría diferencia entre la muerte de un bonobo y la de un ser humano.
Me preocupa pensar que no hay nada en las ciencias naturales que me indique vida en el más allá; por el contrario, todo señala que esta vida lo es todo. Me aterra pensar que lo único que me queda es la filosofía… y la fe. Parafraseando a Pavese: verrà la morte e avrà i nostri occhi (vendrá la muerte y tendrá nuestros ojos).
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